La conmemoración de la Diada Nacional en Balaguer acumula polémicas desde que los socialistas han recuperado el gobierno municipal. El año pasado impulsaron una ofrenda floral en el Escull (la escultura a la unidad de la lengua, una lengua que, como diría Tomeu Penya, no está viva, viva, pero de muerta, aún no lo está). Un despropósito que acabó siendo un auténtico fiasco, contestado por una manifestación independentista en la muralla. Este año, que han sacado la ofrenda del programa, hemos sido noticia porque el cartel anunciador de los actos institucionales lucía una senyera de cinco barras, en una interpretación libre de la leyenda de Guifré el Pilós y del artículo 8 del Estatuto.
Ocurrencias y errores que tapan el verdadero significado del Once de Septiembre: la pérdida de los derechos y las libertades de Cataluña a raíz de la Guerra de Sucesión hispánica, que se convertiría en la Guerra de los Catalanes. Los decretos de Nueva Planta supusieron un torpedo al derecho público catalán, de espíritu republicano, en el sentido de que limitaba estrictamente el poder del monarca. En palabras del jurista Francisco Solanes en 1706: el príncipe no es superior a la ley, las leyes sí que son superiores al príncipe. Felipe V no pensaba lo mismo y abolió la Generalitat, sustituida por la Real Audiencia, y las veguerías, reemplazadas por los corregimientos. Los gobiernos locales serían uniformizados con los nuevos ayuntamientos. Por “derecho de conquista” se acabó con el sistema pactista para instaurar el absolutismo borbónico, que estaría vigente más de cien años. No hace falta decir que se impuso el castellano.
El conflicto se alargó de 1701 a 1715 y acabó con una represión durísima de los partidarios de Carlos de Austria. Los que defendían las constituciones catalanas sufrieron confiscaciones, ejecuciones públicas, como el descuartizamiento y la exhibición de la cabeza del general Moragues, y un exilio sin precedentes de unas 30.000 personas.
En Balaguer, según los cronistas, el ejército borbónico cometió “excesos abominables”. Los paers denunciaron maltratos y saqueos a los vecinos y que la mayoría de las casas habían sido derruidas. El Monasterio de las Avellanas fue saqueado y profanado, Sant Domènec quedó sin pórtico, sin la fachada gótica y sin cuatro capillas. Y se suprimió la Paeria, existente al menos desde 1311, cuyos paers se elegían por insaculación, para imponer un ayuntamiento con concejales más afectos a Madrid.
Miquel Aguilà, exalcalde y presidente local del PSC, en las memorias que acaba de publicar, después de evocar escenas cortesanas con el príncipe Felipe, ahora Felipe VI, ensalzar las diputaciones provinciales y atacar los consejos comarcales, rechaza la recuperación de la Paeria y nos hace saber que no piensa ni mencionarla por mucho que lo acordara el pleno municipal en 2017. El proceso de castellanización del país, que tuvo uno de sus puntos álgidos en 1714, ha encontrado en los socialistas catalanes unos fieles continuadores. Aún estamos aquí, dijo el presidente Puigdemont ahora hace un año. Pero una mezcla de menosprecio y de pasotismo planea sobre nuestros símbolos nacionales. Hagamos memoria y procuremos revertir la historia.