Los precios del alquiler en la ciudad de Girona han frenado su escalada y registran un descenso moderado del 1,2% en el segundo trimestre del año, situándose en una media de 817,34 euros mensuales. A pesar de este pequeño respiro, el coste de la vivienda continúa siendo sensiblemente más elevado que hace un año. Así lo recoge el informe trimestral de la Cambra de la Propietat Urbana de Girona, que analiza la evolución del mercado en las principales localidades de la demarcación.
El retroceso llega después de que Girona alcanzara a principios de año su máximo histórico, con una media de 827,01 euros el primer trimestre, impulsada por una subida del 22% respecto al periodo anterior. A pesar del descenso, el estudio recuerda que los 817 euros actuales siguen siendo superiores a los 781,38 euros que se pagaban el segundo trimestre de 2024, lo que confirma un aumento interanual del 4,6%. Girona se mantiene, de hecho, como la ciudad con los alquileres más altos entre las poblaciones analizadas.
La fotografía, sin embargo, varía según el municipio. Olot es la ciudad que experimenta el crecimiento más intenso: los precios han subido un 10% en solo doce meses. Alquilar un piso en la capital de la Garrotxa cuesta ahora 579,51 euros, 59 euros más que hace un año. En Figueres, la tendencia también es alcista, con un incremento del 6,6% que sitúa el precio en 581,73 euros mensuales.
En la Costa Brava, en cambio, el panorama es más estable. Las localidades de Sant Feliu de Guíxols y Palamós registran un precio medio de 745,21 euros, prácticamente idéntico al del año pasado (solo un 0,04% más). Según la Cambra, la regulación de los alquileres ha contribuido a frenar la escalada en esta zona y ha situado el mercado en línea con la media catalana —siempre excluyendo Barcelona, que continúa siendo una realidad aparte.
El informe evidencia que, a pesar de las diferencias territoriales, el mercado del alquiler en las comarcas gerundenses continúa caracterizado por la presión de la demanda, la oferta limitada y el impacto desigual de las políticas de contención. Todo ello dibuja un escenario donde Girona vuelve a respirar ligeramente, pero donde el acceso a la vivienda sigue siendo uno de los grandes retos de la demarcación.