Girona vuelve a estar en el foco, y no precisamente por buenas noticias. Los últimos datos del Observatorio de Fiscalidad de Residuos de la Fundació ENT confirman que la ciudad es la segunda capital del Estado con la tasa de basura más alta, solo por detrás de Valencia. Los gerundenses pagan 238 euros anuales por hogar, una cifra que supera ampliamente la media española, que se sitúa en los 122 euros.
Pero lo que enciende más los ánimos no es tanto el precio como el estado real de la ciudad. Según varios vecinos, "las calles están llenas de desechos, contenedores desbordados, bolsas acumuladas a pie de acera y cada vez hay más ratas". Un panorama que muchos describen como de "dejadez absoluta".
Una Girona que no se parece a la de hace unos años
La percepción es compartida: la ciudad que antes lucía como una de las más cuidadas de Cataluña, hoy presenta un aspecto que preocupa e indigna. “Pagaría encantada si el servicio fuera bueno, pero no lo es. El problema es que no tenemos servicio", denunciaba una vecina en una entrevista a RTVE. Otro residente era aún más contundente: “Da asco Girona. Donde vivo yo han salido ratas.”
Las imágenes y testimonios que circulan en los barrios apoyan esta sensación generalizada: los gerundenses pagan más que casi nadie, por un resultado que muchos consideran “inaceptable”.
Una gestión en entredicho
Con la tasa disparada y las calles sucias, los dardos políticos no han tardado en aparecer. Los vecinos apuntan directamente al equipo de gobierno liderado por Lluc Salellas —y por extensión, a Guanyem Girona y la CUP— así como a las empresas responsables de la recogida. A menudo se denuncia una imagen de desconexión entre el gobierno local y la realidad cotidiana de los barrios.
“Es como si vivieran en una Girona paralela, una en la que todo va bien”, lamentan algunos ciudadanos. Mientras tanto, la suciedad se va acumulando y la paciencia se agota
Una tasa impuesta por ley, pero desigual entre ciudades
Aunque la tasa de residuos es obligatoria para municipios de más de 5.000 habitantes —a raíz de la Ley estatal de residuos de 2022— las diferencias entre ciudades son enormes. Mientras Girona paga casi 240 euros, en capitales como Toledo la tasa es de solo 56 euros, y en Palencia de 57. El encarecimiento general de este impuesto ha sido del 30% en un año, la subida más fuerte de la década.
Según los expertos fiscales, esta desigualdad y la complejidad de las ordenanzas municipales han desencadenado una avalancha de reclamaciones que podría acabar en los tribunales.
Los gerundenses, cansados de pagar por un servicio que no llega
Las quejas no paran de crecer. Muchas familias admiten que el coste es “asfixiante”, especialmente en un momento de dificultades económicas, y que lo que reciben a cambio no está a la altura. Además, alertan de que la situación no solo afecta a la calidad de vida, sino también a la imagen de ciudad e incluso a la salud pública.
Los objetivos oficiales de la tasa —mejorar el reciclaje, aumentar la recogida selectiva y reducir emisiones— están, según los vecinos, muy lejos de cumplirse.
Una conclusión clara
Con uno de los costes más altos de toda España y un servicio que, a ojos de muchos, no funciona, la ciudad afronta una crisis de confianza. Los gerundenses reclaman gestión real, menos discursos y una respuesta urgente a un problema que ya no se puede ignorar.
La ciudad paga como una capital de excelencia. Los vecinos exigen, simplemente, que también lo parezca.