Nos encontramos inmersos en la celebración de las Fiestas de la Cinta, unas fiestas que se han convertido en las fiestas mayores de la ciudad de Tortosa y, al mismo tiempo, en el homenaje más grandilocuente que se le rinde a la Virgen de la Cinta, la que es considerada la patrona de nuestro municipio desde el siglo XVIII.
Pero, ¿por qué se inició en Tortosa el culto a la Virgen de la Cinta? ¿Conoce la ciudadanía qué pasó más allá del milagro? Y, sobre todo, ¿cuáles son las piezas de arte litúrgico que ya no forman parte de nuestra historia?
Nos adentramos en el Archivo Capitular de la Catedral de Santa María de Tortosa para hablar con los estudiosos y los expertos que nos tienen preparadas algunas de estas curiosidades que, cuando menos, consideramos oportuno que se den a conocer en el marco de una festividad tan importante.
El milagro:
Dice la tradición oral que en el año 1178 se produjo el milagro de la aparición de la Virgen a un prebístero de la Catedral, justo el año en que se estaba empezando a construir el nuevo templo. Como muestra de agradecimiento, la Virgen le dio una cinta de tela para que lo pudiera explicar y se lo creyeran. La cinta es la que da nombre a la Virgen y, a partir de aquí, se inició de manera progresiva su culto y también algunos milagros registrados. Ahora bien, no podremos determinar nunca con certeza si este hecho es verídico o si era una manera ingeniosa de aquella época de hacer llegar un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía que necesitaba poder espejarse con algo intangible para dar explicación a cosas que no tenían, o bien, para pedir ayuda por los problemas y enfermedades que sufrían sus seres más queridos. Lo que sí sabemos es que la historia que se explica en Tortosa es, salvando las distancias, idéntica a una que se narra en las escenas ilustradas de un armario tabloide italiano y, por lo tanto, podría estar inspirada, como bien apuntaba el historiador Hilari Muñoz, recientemente desaparecido.

La fundación de la Archicofradía de la Virgen de la Cinta:
Estando en su mandato el obispo Lluís de Tena, en el año 1616, se fundó la Archicofradía de la Cinta. La fundaron los canónigos, gente del clero, procuradores de la ciudad y 227 seculares.
Entonces, se hacían once procesiones los segundos domingos del mes en honor a la Cinta e iban los cofrades con las velas encendidas. La fecha oficial de la celebración era el segundo domingo de octubre y, por la mañana, se celebraban los oficios y, por la tarde, una solemne procesión donde se llevaba la Santa Reliquia en una urna de plata bajo palio.
La primera estatua de la Cinta y su corona:
El Archivo del Cabildo Catedralicio se puso en contacto con el platero valenciano Agustí Roda, que ya había trabajado previamente en muchas otras poblaciones, para que hiciera una corona de plata para la imagen de madera de la Virgen de la Cinta en el año 1635. Se ha podido saber que la corona era obra de este platero a raíz de los esmaltes ovalados de color azul cielo y las ornamentaciones que presenta con unas cabezas de ángeles y aún se conserva en la Exposición Permanente de la Catedral.
Como hemos dicho, la corona tenía que ser para la imagen de talla policromada, datada de 1617, que había realizado el escultor Onofre Fuster. La figura era de madera policromada y representaba la Cinta de pie que cogía la cinta de tela con las dos manos. Al principio, estaba dentro del nicho de la tumba del obispo Tena, pero, más tarde, se puso encima de una cajonera de la Sacristía de la Catedral. No se ha conservado hasta nuestros días porque fue víctima del incendio de la quema de iglesias de 1936, con el estallido de la Guerra Civil, en el momento en que se quemó el Convento de la Rápita de la plaza de St. Jaume, donde residían las monjas de la orden de San Juan, ya que, poco tiempo antes, en 1930, la imagen había sido cedida a la comunidad de monjas sanjuanistas por parte del Obispado.

La Capilla de la Cinta:
Aunque las primeras referencias de la Cinta, datan de 1177, no fue hasta finales del siglo XVI que empezó a haber más devoción y no fue hasta el siglo XVIII, en el año 1860, que se la consideró la nueva patrona. Antes de este hecho, los patrones y patronas de nuestra ciudad hasta el siglo XVI habían sido el Ángel Custodio y las conocidas como Santas Máximas de Santa Cándida y Santa Córdula.
Así pues, se puso la primera piedra de jaspe de la Capilla de la Cinta el 25 de abril de 1672 y se lanzaron monedas y una inscripción latina a los cimientos. Hasta aquel momento, el jaspe de Tortosa era conocido como jaspe del Escorial antes de construirse la Capilla de la Cinta. A partir de este hecho, se empieza a popularizar el nombre de Jaspe de la Cinta.
Antes, a la Capilla se entraba por una puerta (hoy aún conservada) con una reja que daba al claustro de la Catedral y allí había una pila bautismal de la cual la Cinta, cuando se apareció, dicen que cogió agua con sus manos.

El traslado de la reliquia a la nueva Capilla de la Cinta:
El traslado de la reliquia a la nueva Capilla de la Cinta se tenía que hacer el 14 de octubre de 1725, pero el rey dijo que se haría el 1 de mayo. Durante el octavario de la festividad, el Ayuntamiento encarga a los gremios que adornen las capillas y los altares de sus conventos y que hicieran cosas para divertir al pueblo como: fuegos artificiales, bailes, danzas, toros... e, incluso, que hicieran venir una compañía de bailarines de la Vila de Catí y otra de cómicos para representar y escenificar la bajada de la Cinta al Templo.
Aquel día la Catedral pusieron muchos damascos y telas de color carmesí y 120 luces con candelabros de plata iluminando la reliquia. Desde el Claustro hasta la puerta de la Olivera pusieron tapices de Flandes y colgantes de raso y en medio del claustro había un laberinto de mirto.
A las ocho de la mañana se hizo la recepción de la reliquia y la misa y, más tarde, desde el Ayuntamiento ordenaron que salieran los colegiales a caballo a anunciar la festividad por toda la ciudad y, consta en los documentos que, delante del caballo iba la “tarasca”, es decir, la cucafera, y también los gigantes bailando al son de la dulzaina y de las coplas de música de la ciudad. Y es que, según hemos podido saber, en 1850 la cofradía de San Antonio de los Campesinos, que era la que custodiaba la cucafera, decidirá donarla a la Archicofradía. Esta encomendó construir las cucaferas mediana y pequeña en 1861, mientras que será en 1857 cuando el Ayuntamiento pedirá que se haga una réplica de su cabeza. En muchos de estos documentos se habla de la cucafera con el nombre de tarasca que es lo mismo que tienen este tipo de bestias en municipios como Reus o Tarragona.
La festividad de la reliquia se acabó a las 21 h de la noche con unas danzas y unas ruedas de fuego, truenos y fuegos de artificio que se lanzaron desde las torres de la Catedral.

La imagen procesional de la Virgen de la Cinta:
A partir del 6 de julio de 1704 empezaron los contactos entre el Cabildo de la Catedral y el platero barcelonés, Francesc Via. Via era uno de los mejores plateros de su época y ya había realizado otras piezas para la Catedral como la urna del Jueves Santo o un crucifijo para un altar.
Se le pidió que fabricara una imagen “moderna” y que fuera “de todo garbo”, es decir, “de elegancia en el gesto, vivacidad del movimiento, sereno semblante y airosa vestimenta”; de acuerdo con los principios estéticos e iconográficos de los canónigos y tortosinos.
También indicaban que se tenía que representar sin el niño Jesús y tomando de modelo la Inmaculada Concepción de la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona. De este modo, es evidente que no se pretendía que la imagen fuera una Virgen embarazada y que esto fue fruto de una errónea interpretación posterior derivada de la palabra castellana “encinta” que significa “embarazada”. Es por esta razón que no constan imágenes de la Cinta embarazada hasta el siglo XX.
Durante este proceso de fabricación de la imagen, Francesc Via presentó dos dibujos para que los canónigos decidieran qué esbozo les gustaba más y, por eso, los expusieron en el claustro de la Catedral para poder conocer la opinión del pueblo.
Para realizar la obra se fundieron una gran cantidad de piezas del tesoro de la sede y una imagen más pequeña de la Cinta. La actual figura, pues, está hecha con 627 onzas de plata, es muy ligera y representa una Virgen que, cuando la observamos a la misma altura que nuestros ojos nos muestra un rostro con una expresión de clemencia, mientras que, cuando se eleva al paso procesional y se mira desde abajo, se convierte en una mirada de superioridad y de dominio hacia el pueblo.
Destaca por la presencia de pliegues en la ropa que le dan movimiento a la figura y por el detallismo de los claveles grabados en el mantón de la Virgen. Al pie de la escultura hay cuatro cabezas de ángeles, uno a cada lado.
Un carillón con campanitas y la emotiva entrada del paso:
Sin ningún tipo de duda, el momento más emotivo o más impactante del Día de la Cinta es el de la entrada del paso procesional en la Catedral, una vez ha finalizado la procesión. Es en el punto en que el paso cruza la portada principal de la fachada barroca orientada al río cuando empieza a sonar sin parar un instrumento muy bonito que, a menudo, pasa desapercibido para todo el mundo y que solo se lo puede escuchar este único día al año. Estamos hablando de un carillón en forma de rueda de madera que lleva unas campanitas y que data del siglo XVII. Desconocemos el autor de esta curiosa pieza de museo que, originariamente, se había entregado a la Catedral para que sonara el día de la Pascua de Resurrección. Pero el instrumento solo tampoco tendría el mismo simbolismo que el que ahora tiene, cuando todos los feligreses asistentes al templo empiezan a cantar en bucle, una vez y otra, el Himno de la Cinta hasta que el paso procesional consigue llegar al Altar Mayor. Una estampa única, de incierto origen, que va transmitiéndose generación tras generación de tortosinos (y de los venidos de todas partes) y que es uno de aquellos rasgos distintivos que diferencian las Fiestas de la Cinta de cualquier otra fiesta de adoración mariana que haya en nuestro país.