Los orígenes del Águila de Tortosa se remontan a la Edad Media y se cree que podría representar a la Casa de Aragón por su vinculación con el conde-rey y con la facción de los gibelinos del Imperio Romanogermánico, tal como apunta la hipótesis de Josep Pijoan. El águila acostumbra a representar la virtud de la justicia, un símbolo de poder, y es empleada, muy a menudo, en la heráldica, por eso aquí aparece representada con la corona ducal. Además, las águilas se consideran animales sagrados desde el Antiguo Egipto porque son las aves que son capaces de volar más cerca del Sol y, por lo tanto, las que consideran que estaban más cerca de Dios.
En este caso, sólo les era permitido a las ciudades poder contar de la figura del águila en el bestiario festivo como símbolo de dominio hacia los otros pueblos. Ahora bien, esta águila originaria tortosina no se ha podido documentar como era exactamente, pero en un documento del siglo XVI se explicaba que era muy grande y pesada, ya que la tenían que llevar un portador y tres ayudantes.
Ante esta problemática, en el año 1556 decidieron hacer otra “de bulto” que fue decorada por uno de los miembros de la saga de pintores tortosinos del siglo XVI, los Dezi, y que empleó el pan de oro para la confección de las plumas. Su propio constructor, Mossèn Boteller, era quien la hacía bailar y desfilar por las calles de la ciudad.
En los años ochenta hicieron una reconstrucción, pero la nueva águila pesaba tanto que sólo pudo salir un único día a la calle. Finalmente, en 1976, construyeron el Águila actual, hecha con fibra de vidrio en Valencia, pero de autor desconocido. Sus dimensiones son: 2,20 m de anchura (de ala a ala) y 1,70 m de longitud (de la punta de la cola a la corona).
El Águila tiene un baile propio y, hoy en día, actúa en las festividades de las Fiestas de la Cinta y en la Fiesta del Renacimiento, porque ya entonces formaba parte del cortejo. También es uno de los elementos que desfila en la procesión del día del Corpus. El motivo de la existencia de estos elementos, conocidos como Entremeses, en las procesiones del Corpus es porque años atrás las procesiones eran larguísimas y la Iglesia consideró oportuno inventarse alguna distracción para que la gente no se aburriera. Las figuras de las águilas, los leones y los bueyes eran las que procesionaban detrás de la Cruz porque se consideraban símbolos sagrados del Evangelio vinculados con el Tetramorfo. El águila, más concretamente, era la figura que hacía alusión al evangelista St. Joan. Mientras que, delante de la Cruz, desfilaban las bestias consideradas profanas o domesticadas como lo serían todas las bestias de fuego, las tarascas, cucaferas o víboras.
El Baile del Águila
Es el baile más solemne que tenemos como ciudad y la pieza musical es la más solemne que interpretan también los dulzaineros de la Colla Gegantera. Es un baile de inauguración que se hace, por ejemplo, en el acto inaugural de la Fiesta del Renacimiento, pero también sirve para dar la bienvenida a autoridades importantes. Cuando Tortosa ha sido designada sede de los World Sports Games, Ciudad Gegantera o Capital de la Cultura Catalana se ha efectuado este baile delante de las autoridades y, aún en la Fiesta del Renacimiento, se vuelve a hacer el baile en el acto de recepción de las Familias Nobles de la ciudad.

Pero, quizás el momento más icónico de todos es el baile que hace delante del Altar Mayor de la Catedral de Tortosa el día de la Cinta, una vez acabada la misa solemne. Es un momento muy emotivo, también para los portadores del águila. En 1996 fue la primera vez que se hizo el baile dentro de la Catedral, antes había sido prohibido porque se veía como un hecho pagano. La música de la partitura es de Jordi Bonilla.
Las historias de las parejas de gigantes tortosinos
- Rufo, Rubí (los cristianos) y la Cucafera:
Explica la leyenda de la época que Rubí, la hija del rey, había sido encantada por un brujo y escondida en una cueva cerca de Tortosa. En aquella cueva vivía la Cucafera, una bestia que sacaba fuego por los ojos y broma por la boca. Unos duendes le explicaron a Rufolet que para poder liberar a la princesa tendría que cortarle la cola y las orejas a la Cucafera y entonces, la bestia se volvería mansa. Finalmente, Rufolet convirtió la Cucafera en un animal pacífico y liberó a Rubí y ésta se enamoró de Rufolet.
Cuando ellos volvían hacia Tortosa se encontraron con una comparsa de dulzaineros, gaiteros y tambores que iban por las calles de la ciudad con motivo de la celebración del día de Corpus. A los ciudadanos les hizo tanta gracia la fiera que a partir de aquel momento pasó a formar parte de todas las fiestas. Actualmente, la cucafera ya no es de carne y huesos porque Rubí y la Cucafera se fueron con Rufolet a su país y nadie los vio más.
Esta es la leyenda, pero la tradición popular explica como una gran tortuga marina se quedó embarrancada en la desembocadura del Ebro y unos pescadores de Tortosa, que quedaron fascinados al verla, la reprodujeron y lucieron por las calles de la ciudad en la festividad del Corpus.
Actualmente, hay tres cucaferas que simbolizan la madre y sus dos hijas. Las cucaferas datan de principios del siglo XX. Su cabeza es de madera tallada y el cuerpo es de metal y está recubierto por una lona policromada que imita el caparazón de una tortuga.
Por lo que respecta a los gigantes, fueron construidos en 1957 por el escultor Pedro Aixendri Chavarria, ya que, los originales desaparecieron durante la Guerra Civil. Cuando los fabricaron medían cuatro metros y eran los más altos de Cataluña, pero como que pesaban mucho no los podían hacer bailar y tuvieron que reducirlos. En 1980 les rebajaron la altura y confeccionaron unos nuevos vestidos mucho más ligeros. Al cabo de unos cuantos años los reformaron de nuevo haciéndolos de la altura original y más ligeros y les cambiaron los vestidos porque se habían estropeado por el paso del tiempo. Hace unos años hicieron unas réplicas para preservar las piezas originales y volvieron a renovar el vestuario, el peinado y las joyas de la pareja original.
- Caxixa y Bonjuhà (los judíos):
Fueron construidos en 1999 y representan la cultura judía de nuestra ciudad. La Caxixa era una judía tortosina y en Bonjuhà un judío bautizado. La Caxixa vivía en la Suda y se dice que un ciudadano de Tortosa la fue a buscar para que se pudiera bautizar, pero no consiguieron hacerle la conversión. Entonces la hicieron volver al castillo y los procuradores de la ciudad acusaron al ciudadano y el vigilante por este hecho.
- Nabil y Zoraida (los moros):
Fueron construidos por el escultor Pedro Aixendri en 1958. Más tarde se les cambiaron los vestidos y accesorios, igual que a los gigantes cristianos, y el año pasado también fueron restaurados por el taller Avall de Reus.
Se dice que en Nabil era un mensajero del Reino de Taifas y que éste viajó a Valencia para hablar con el rey del califato y se enamoró de su hermana, Zoraida. Un general del rey valenciano estaba muy celoso del amor entre ellos dos y mató al rey para poder casarse con Zoraida. Una esclava de Zoraida, que era de Tortosa le dijo a Nabil que reclutara un ejército de la ciudad y rescatara a Zoraida. Finalmente, en Nabil luchó con el general en una justa y lo pudo vencer. Nabil y Zoraida marcharon hacia Tortosa y vivieron en la Corte del Castillo de la Suda, donde reinaron durante mucho de tiempo.

- Cristòfol Despuig y Mariana Curto (los gigantes del Renacimiento):
Se construyeron en 1996 con motivo de la celebración de la primera Fiesta del Renacimiento. En Cristòfol Despuig era un doncel cuando se casó el año 1530 con Mariana Curto, hija de una familia de la oligarquía tortosina. El año 1548 Despuig fue procurador de la ciudad y posteriormente fue nombrado caballero. El 1557 acabó de escribir “Los Col·loquis de la insigne ciutat de Tortosa”, una de las obras literarias más importantes del Renacimiento catalán. Así pues, esta pareja de gigantes representa el humanista tortosino y su esposa, aunque, recientemente, unos estudios han descubierto que el nombre original de la mujer era “Maciana” y no “Mariana” y fue un error en la transcripción de la caligrafía de los documentos, lo que creó esta confusión.
Los otros entremeses
- El Buey: Proviene del entremés del Nacimiento, vinculado con el evangelista de St. Lluc. Es una figura divertida y ahora se puede ver en ceremonias de fiesta, correfocs y actos solemnes. Está hecho de fibra de vidrio y lo construyeron en 1982.
- Los Cavallets: Hechos de cartón piedra y que se encuentran documentados a partir del siglo XV. Sus portadores llevan cascabeles en las piernas para enfatizar el ritmo de la danza. Con su coreografía representan una lucha entre moros y cristianos. Los actuales cavallets son del año 1982 y actúan en las diferentes festividades, pero sobre todo en la Fiesta del Renacimiento.
- Los Nanos aparecen en las celebraciones de Cataluña y de Valencia a mediados del siglo XVIII y surgen como contraposición de los gigantes, por su altura y el papel divertido y burlesco. En 150 años se han hecho una sesentena.
Queda bien patente que Tortosa tiene una gran riqueza patrimonial y escultórica con un variado folclore y un bestiario festivo muy estimado por la ciudadanía y por la colla gegantera que los custodia. En los últimos años, sin embargo, se han construido otros gigantes que pertenecen a otras collas de la ciudad como, por ejemplo, los de Pepeta, la paisana y Ramon, el barbero, de la Colla de Diables y Tambors de Lo Golafre; Aina y Et, de los Gaiteros del Aguilot o Ramon Berenguer IV y Peronella de Aragón, de la Colla Jove de Dolçainers de Tortosa. Ahora bien, la semana pasada, desde la cuenta de Twitter de un concejal del grupo de la oposición de Junts per Tortosa, próximos a la Colla Jove, se anunció que esta formación quiere construir el entremés del León. Con todo, la polémica vuelve a estar servida porque desde la Colla Gegantera, Cort de Bestias y Dolçainers de Tortosa consideran que el León, en caso de recuperarse, tendría que ser un elemento de titularidad municipal, igual que el Buey y el Águila, y, por lo tanto, estar custodiado por ellos y no convertirse en una figura de titularidad privada custodiada por otra colla. Así pues, veremos si Tortosa acabará teniendo león o no o quizás, siguiendo la costumbre de esta formación, seremos la primera ciudad a tener dos leones, igual que tenemos dos cucaferas grandes o, en su día, dos hombres de las narices. Por lo tanto, si una cosa está clara es que tratándose del folclore y de la cultura de una ciudad, se tendría que ir siempre a una en vez de buscar la división y la polémica.