Los pescadores de Tarragona siguen indignados y atados de manos: la mitad de la flota no tiene más días para pescar

Con la cuota actual que marcó la Comisión Europea de entre 100 y 130 jornadas, los trabajadores solamente pueden salir a la mar uno de cada tres días

05 de noviembre de 2025 a las 07:58h

La mitad de la flota de arrastre de la demarcación de Tarragona ya ha consumido todos los días de cuota y no podrá volver a salir a pescar hasta el año que viene. Lo constata la Federación Territorial de Cofradías de Pescadores de Tarragona, que reúne a las nueve cofradías del litoral y una setentena larga de unas 90 embarcaciones de esta modalidad. A principios de año, la Comisión Europea fijó cuotas de entre 100 y 130 jornadas anuales según el tamaño del barco, un límite que el sector considera insuficiente porque, en la práctica, solo permite trabajar uno de cada tres días. La federación confía ahora en que Bruselas amplíe los días de pesca basándose en un informe reciente que indica una regeneración del Mediterráneo.

El secretario de la Federación, Xavier Domènech, prevé que esta semana la mayoría de artes de arrastre agoten los permisos, lo que les dejará sin margen para Navidad, período de mejores precios. Según denuncia, a principios de año el Estado les transmitió que, a pesar de las cuotas, pescaran “con tranquilidad y normalidad” porque se buscaría resolver la falta de días. “Sabíamos que así no llegaríamos a final de año; con otras reglas del juego, habríamos dosificado mejor las salidas”, razona. Con el actual volumen de flota, Domènech defiende que como mínimo se deberían autorizar 180 días anuales.

En cuanto a las salidas posibles, el Gobierno español admite que en los próximos días se podría flexibilizar el sistema. Hay dos vías: que la Comisión Europea conceda días adicionales —a la vista del informe del Comité Científico, Técnico y Económico de la Pesca que acredita una mejora de las especies en el Mediterráneo occidental—, o bien que el ejecutivo estatal permita anticipar días de 2026, como ya se hizo en el caso de la pesca de gambas (hasta un 10%).

El sector recuerda que ha cumplido las exigencias de las administraciones —reducción de días, menos capturas, malla más grande—, pero lamenta la incertidumbre reguladora: “las reglas cambian cada año”, lo que dificulta invertir y planificar. También denuncia competencia desleal en el Mediterráneo: mientras los países europeos están sometidos a normas estrictas, en el norte de África las restricciones son mucho más laxas. Esto, sumado a la falta de relevo y de marineros, ha llevado a la venta de embarcaciones catalanas hacia aquella orilla.

Domènech propone, como paliativo, autorizar pesca controlada de atún. Asegura que la especie se ha expandido y, por su carácter depredador, consume pescado azul y distorsiona artes como el cerco: si un atún entra en la red, “el resto del pez huye”. “Si seguimos así, solo quedarán atunes”, advierte, comparándolo con la plaga de jabalíes en el campo.

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Ismael Lobo
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