Las cuencas mediterráneas españolas están llegando al límite. No hay suficiente agua dulce para garantizar la seguridad hídrica, es decir, para cubrir las necesidades humanas y a la vez mantener una buena salud de los ecosistemas naturales; especialmente en un contexto de cambio climático y una menor aportación de agua desde las cabeceras de las cuencas. Así lo señalan los expertos de una red de investigación financiada por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Agencia Estatal de Investigación, liderada por el profesor de la Universidad de Lleida (UdL) Ramon J. Batalla.
Los resultados, que se acaban de publicar en la revista Environmental Research Letters, plantean que las políticas centradas en aumentar la oferta construyendo más embalses o fomentando la desalinización y la regeneración del agua son insuficientes. Por ello, entre otras medidas, proponen contener la demanda en las áreas sometidas a mayor tensión, evitando la implantación de grandes industrias y complejos turísticos.
“La demanda de agua no puede crecer ilimitadamente porque la oferta es limitada, aunque se agreguen las lluvias, los acuíferos, el agua desalada y la regenerada”, insisten los autores del artículo. “Incluso inversiones destinadas a mejorar la eficiencia del riego pueden derivar, si no se controlan de manera sistemática, en un aumento de la superficie irrigada sin conseguir un ahorro real de agua”, destaca el catedrático de Geografía Física de la UdL.

En el estudio han participado expertos de las universidades de Barcelona, Girona, Rovira i Virgili, Cantabria, Islas Baleares, Valencia, el País Vasco y Alcalá de Henares; así como del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA), el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC) y el Instituto de Evaluación Ambiental y Estudio del Agua (IDAEA-CSIC).
La diagnosis señala que actualmente en las cuencas mediterráneas entre el 50 y el 70% de los recursos hídricos se destinan a necesidades humanas: agricultura, agua potable, industria y turismo. En algunas cuencas costeras este porcentaje alcanza el 90%. “Este uso intensivo, unido a la frecuencia de las sequías y al efecto del cambio climático y los cambios en los usos del suelo, están degradando ecosistemas emblemáticos como la Albufera o Doñana, que ya muestran signos de estar cerca del colapso”, alertan los expertos.
Esta presión sobre los ecosistemas también conlleva “la intrusión salina en acuíferos costeros, una baja dilución de contaminantes o la proliferación de especies invasoras, con pérdidas significativas de biodiversidad”, recogen en el artículo. “El uso intensivo del agua —concentrado en la agricultura, el turismo y ciertos sectores industriales— está empujando los ríos, los acuíferos y los humedales a un punto de no retorno”, destaca Ramon J. Batalla. Las cuencas que superan el umbral del 40% en nivel de estrés hídrico corren el riesgo de sufrir escasez crónica de agua. Aunque los principales problemas se concentran en el Mediterráneo, muchas de las cuencas atlánticas presentan ya los mismos problemas durante los meses de verano.
“La escasez de agua está avanzando y esto exige soluciones estructurales y a largo plazo”, insiste el profesor de la UdL. Entre las propuestas de los expertos destacan la limitación de nuevas actividades que consumen agua en las regiones con más estrés hídrico, generar más agua azul (la que alimenta los acuíferos y va a parar a los ríos) cambiando el modelo de gestión forestal, promover la agricultura de conservación (reduciendo la degradación del suelo y aumentando la eficiencia hídrica y energética), minimizar las pérdidas no deseadas (tanto en los sistemas de agua agrícolas como en los urbanos) y planificar respuestas colectivas a las extracciones ilegales del agua. También consideran que hay que aprovechar la financiación de los planes para restaurar los ecosistemas de agua dulce, como los que se mencionan en la Ley de restauración de la naturaleza (Comisión Europea 2024), que se deben desarrollar a través de los Planes Nacionales de Restauración por los estados miembros europeos durante el 2026.