Antonio, el asesino que mató a su yerno —agentes de los Mossos d'Esquadra— a sangre fría en medio de la calle en Lleida llamó a su hija justo después del crimen para explicárselo. Así lo detalla ‘elCaso.cat’, que también recoge que el hombre habría planificado su crimen con mucho cuidado debido al odio que tenía hacia su propia familia.
El origen del asesinato podría encontrarse en un posible conflicto familiar entre el asesino, un hombre de 78 años jubilado, y su familia, concretamente su hija y el marido de ella, con quien no se hablaba. De hecho, la pareja había prohibido al hombre ver a sus dos nietas, de 9 y 14 años, un hecho que habría motivado finalmente el crimen.
El hombre estudió los pasos que daba su yerno en su día a día para planificar exactamente el día y la hora en que pondría fin a su vida. En el trayecto para dejar a las dos niñas en la escuela y volver a casa, Antonio lo interceptó en medio de la calle y disparó varios tiros que mataron a Víctor, que no pudo hacer nada para protegerse. El asesino llevaba un revólver escondido en una bolsa de supermercado junto con una sábana que usó para tapar el cadáver una vez ejecutado.
El hombre sabía que pasaría la noche en prisión por su crimen
Lejos de huir, el hombre tenía muy claro que su destino sería la prisión, así que se cubrió el cuerpo y cogió su teléfono. Según ‘elCaso.cat’, Antonio hizo dos llamadas: una al 112 para confesar el asesinato, y otra a su propia hija para explicarle que acababa de matar a su marido. Después, esperó a que llegara la Policía y se entregó sin oponer ningún tipo de resistencia. De hecho, en la misma bolsa donde llevaba el revólver también había llevado un peine y un cepillo de dientes por si pasaba la noche en la prisión, como finalmente pasó.
Una vez detenido, el hombre fue trasladado a la comisaría de los Mossos de Lleida, donde se acogió a su derecho a no declarar. Este jueves se registró su piso, y está previsto que el sábado pase a disposición judicial. Mientras tanto, los Mossos continúan investigando un crimen que ha conmocionado la ciudad de Lleida y también Mollerussa, donde Víctor estaba destinado y donde su muerte ha dejado una huella imborrable.
