El hombre que asesinó ayer a sangre fría a Víctor Sanz Cañelles, el Mosso de 47 años estimado y apreciado por todos sus compañeros y padre de dos hijas de 14 y 9 años, su suegro, había mantenido disputas con la víctima y con toda su familia, por su talante autoritario y controlador, según revela la periodista Maika Navarro en La Vanguardia.
Todo empieza cuando la ahora viuda de Sanz, abandonó, tan pronto como pudo, su casa para alejarse del padre despótico. Poco después lo haría su mujer, la suegra del Mosso asesinado.
A pesar de todo, la familia de Víctor tenía que soportar a menudo las salidas de tono de su suegro, un elemento perturbador de la vida familiar.
Y, finalmente, ayer, cuando Víctor iba a buscar a sus hijas al colegio, en la calle Doctora Castells del barrio de Cappont, cerca de su domicilio, fue abatido por su suegro que, con una actitud fría y distante, como si la cosa no fuera con él, sacó una sábana de flores de dentro de una bolsa de supermercado que llevaba, y la extendió sobre el cadáver.
Él mismo llamó al 112 para explicar los hechos y, con el mismo móvil, fotografió el cuerpo inerte de su yerno. Esperó impávido al lado del cadáver hasta la llegada de los compañeros de Víctor, que no se explicaban cómo aquello había acabado tan mal.
Víctor Sanz, estaba destinado en la oficina de atención a las víctimas de Mollerussa (Pla d'Urgell) y sus compañeros lo definen como 'una excelente persona y un policía vocacional y ejemplar'. De hecho, adoraba a sus hijas y se implicaba mucho, ya que una de ellas padece una de las llamadas enfermedades raras, por lo cual formaba parte de diversas entidades dedicadas a recoger fondos para avanzar en la investigación de esta enfermedad.
Una familia destrozada y bajo vigilancia psicológica por una muerte sin sentido. La investigación ahora se centra en averiguar cómo el suegro de Sanz consiguió el arma que acabó con la vida de su yerno.