El Reggaeton Beach Festival (RBF), que se presenta como el mayor espectáculo de música urbana de Europa, ha vuelto este julio a Barcelona con una edición marcada por el cambio de ubicación: la Fira de Barcelona. Este espacio que debía ser un salto cualitativo en confort y logística ha acabado convirtiéndose en una experiencia sofocante para un gran número de asistentes.
Decenas de vídeos en redes sociales y testimonios han denunciado la falta de ventilación, el exceso de aforo y una organización que, según muchos, no estaba preparada para acoger la avalancha de público en pleno episodio de calor extremo.
Una entrada caótica: colas kilométricas y más de una hora de retraso
La jornada ya empezaba con mal pie. Cientos de personas se vieron atrapadas en una cola interminable para acceder al recinto. Bajo un sol implacable y sin ninguna zona de sombra, muchos tuvieron que esperar más de una hora para entrar, mientras el festival ya acumulaba un considerable retraso respecto al horario anunciado. “Nos tuvieron una hora bajo el sol, sin ninguna información ni ningún punto de agua mientras la gente empezaba a descomponerse en la cola”, relata Mónica, de 24 años. “Cuando entramos ya nos encontrábamos mal. Y dentro... fue aún peor.”
La joven, que asistió al festival con un grupo de amigas y no esconde su indignación: “Nos metieron como sardinas en un recinto cerrado. El calor era irrespirable, la gente sudaba mucho por la falta de ventilación. Mi amiga se mareó y nadie nos ayudaba. Parecía una rave en una sauna.”
Otro asistente, un chico que prefiere mantenerse en el anonimato, resume así su vivencia: “Era un horno. El techo retenía todo el calor y no corría nada de aire. Había gente estirada en el suelo, mareada. En aquellos momentos, pensé: hoy seguro que venden el agua como si fuera oro líquido. No era un festival, era una prueba de resistencia.”
Marina: “Había chicas llorando y gente intentando salir por la desesperación”
Marina, de 20 años, explica que en algunos momentos sintió miedo. “No había manera de respirar. Te movías y te topabas con alguien, estabas pegada a desconocidos, todo era sudor y gritos. Vi a dos chicas llorando por la ansiedad. Hubo un momento en que mucha gente intentaba salir a la vez. Era agobiante, nos sentimos atrapados.”
Un éxito de asistencia y de polémica
Con más de miles de personas repartidas en dos días y un cartel de estrellas de gran renombre musical, el RBF 2025 pretendía consolidarse como una cita imprescindible en la agenda musical veraniega. Pero lo que ha dejado es una estela de quejas, indignación y una imagen muy cuestionada.
A medida que pasan los días, aumentan las demandas de responsabilidades y la pregunta que planea sobre Barcelona es clara: ¿puede la ciudad permitir este tipo de festivales en espacios cerrados y masificados en plena crisis climática?
Para muchos, lo que debía ser una fiesta urbana se ha convertido en una experiencia que querrían olvidar. Y el nombre del festival —“beach”— suena, ahora más que nunca, como una broma de mal gusto.