El óxido nitroso (N₂O), conocido popularmente como 'gas de la risa', se ha convertido en una nueva amenaza para la salud de los jóvenes andorranos. Utilizado originalmente en entornos médicos y alimentarios, este gas incoloro se está consumiendo cada vez más en espacios de fiesta por la sensación de euforia y desconexión que genera. Pero lo que muchos consideran una 'droga inofensiva' esconde efectos peligrosos y, en algunos casos, irreversibles.
El óxido nitroso se comercializa legalmente para usos culinarios —concretamente como gas propelente para montar nata—, pero se ha colado en el mundo del ocio nocturno a través de los llamados virotes, unos pequeños cartuchos metálicos que se inhalan con la ayuda de globos. El efecto es rápido, corto y aparentemente divertido: provoca risas, sensación de ligereza y una breve desconexión de la realidad.
Sin embargo, diversos estudios y profesionales de la salud alertan de que este consumo puede conllevar asfixia, lesiones neurológicas, accidentes y una deficiencia grave de vitamina B12, sobre todo si se consume de manera repetida. También hay casos documentados de personas que han sufrido parálisis o daños permanentes en la médula espinal por un abuso sostenido.

Una moda que crece exponencialmente, pero aún lejos de Andorra
Los cartuchos de óxido nitroso se pueden comprar con facilidad por internet y, en algunos casos, incluso en establecimientos físicos. Aunque su venta para consumo humano no es legal, la regulación es difusa y difícil de aplicar, lo que facilita que circule libremente entre los jóvenes. Ocurre en las grandes ciudades del entorno, como Barcelona o Toulouse, aunque en Andorra aún queda lejos. La policía ha detectado algún caso aislado, ya hace tiempo, entre turistas ingleses en el Pas de la Casa. Sin embargo, especialmente en las zonas de ocio nocturno que frecuentan estudiantes andorranos fuera del país sí que se puede ver a menudo.
Aunque aquí aún no preocupa la situación, varios países europeos ya han puesto manos a la obra: Francia y los Países Bajos han aprobado leyes que limitan severamente la distribución y el Reino Unido ha clasificado el gas como sustancia controlada. En cambio, en España el consumo recreativo crece sin que haya un debate público o medidas de prevención en marcha.
Una de las claves de su expansión es la percepción errónea de inocuidad. Muchos adolescentes lo consideran menos peligroso que otras drogas, ya que su uso parece simple y sin consecuencias aparentes. Esto lo convierte en una opción especialmente atractiva para primeros contactos con el consumo de sustancias, justamente el perfil de riesgo que más preocupa a los profesionales.