Lo he podido escuchar con frecuencia directamente. En el Parlamento. Como diputada socialista por Tarragona. Cada vez que se habla de cualquier cosa -de vivienda, de seguridad, de educación, o de lo que sea- aparecen los portavoces de la extrema derecha (y últimamente demasiado a menudo los de la derecha, digámoslo, tradicional)- “alertando” sobre los peligros de la “invasión”, que según ellos estamos sufriendo, y atribuyendo todos estos problemas a “la avalancha” de personas que “vienen de fuera”.
Hay que leer un poco de historia. El tema no es nuevo, y la mentira menos. Tampoco es un discurso demasiado elaborado, en realidad es muy simplista posiblemente porque sus creadores no dan para mucho más. Vendría a ser algo así: nuestra cultura -la cultura “propia”- está en peligro, amenazada por identidades foráneas que son incompatibles con “la nuestra”.
Es decir, se crea una falsa dicotomía: “nosotros” versus “ellos”. “Ellos”, está claro, son los inmigrantes, especialmente los musulmanes, que son presentados como una amenaza para “nuestra identidad”.
Y a partir de aquí las falacias. Y a partir de aquí los discursos de odio. Y a partir de aquí la xenofobia. ¿Qué hay delitos? Claro, son “ellos” los que traen la inseguridad y la protagonizan. “Ellos” son los delincuentes, “ellos” son los terroristas, “ellos” son los violadores.
Os pongo un ejemplo: la retórica que vincula las mezquitas como centros de radicalización terrorista... también es más viejo que la historia: primero, identificar a una minoría que actúe de chivo expiatorio (de “chivo expiatorio”), alguien a quien responsabilizar de todos los males de la sociedad.
O sea, primero se atiza el miedo entre la gente alertando sobre que estamos “al borde del colapso” de nuestra sociedad por la “invasión” demográfica y cultural que “estamos sufriendo”.
A continuación se identifica un “enemigo interno” que, además, es “protegido” por las izquierdas y el progresismo que “promueven la invasión”.
Añadid a esto un discurso directamente de odio hacia la izquierda, en general, y hacia el Partido Socialista, en particular. En el caso del presidente Pedro Sánchez este mensaje -literalmente- de odio furibundo ha llegado al paroxismo más absoluto por parte del Vox-PP (a los hechos objetivos me remito). Es un discurso de deshumanización: se presenta al considerado como otro, no como un adversario político, sino como un delincuente que amenaza nuestras libertades y nuestro estilo de vida. Tremendo...
Finalmente, la última guinda, la connivencia hacia la violencia “justificada”. No gritan directamente a la violencia desde la tribuna parlamentaria, cierto, pero sí que crean un clima donde la violencia ejercida por “nosotros” se considera como un acto de autodefensa legítimo. Así, la falta de una condena clara actúa como elemento legitimador.
Está claro, ¿verdad? Pues bien, en pocas palabras: todo este discurso de la extrema derecha se basa en mentiras. Mentiras objetivas, como decir que hay “invasión” que pondrá en riesgo la identidad de los “autóctonos”. Es falso, así de claro.
Cataluña ha sido siempre un país de acogida. Cataluña es una sociedad abierta, multicultural, orgullosa de su pluralidad. Este es el ADN de Cataluña, su generosidad, su voluntad de acogida.
Tanto el PSC, como el Gobierno de la Generalitat, como el presidente Illa, seguirá defendiendo esta sociedad diversa en procedencias pero unida en torno a unos objetivos de excelencia social, donde todos y todas somos iguales en derechos y deberes. Iguales también quiere decir que estos recién llegados deben cumplir con las mismas obligaciones que tenemos el resto de ciudadanía. Ni más, ni menos.
Asimismo, seguiremos combatiendo los discursos de la extrema derecha que buscan dividir y polarizar la sociedad catalana, camino seguro de la decadencia del país.
¡No lo conseguirán!