No sólo ha muerto el hombre más viejo del pueblo, como en la famosa canción de la Ludwig Band, sino su último habitante. Y con él el alma del pueblo, su memoria. Así Ramon Grau Piró, de casa el Tat, fue despedido y enterrado en su pueblo natal, Bretui, un núcleo del municipio de Baix Pallars (Pallars Sobirà) a más de 1.000 metros de altura, que queda deshabitado, informa Pallars Digital.
El Tat, como era conocido entre los vecinos, nació en Bretui en 1924 y durante muchos años ha sido el único habitante. Como en muchos otros pueblos pirenaicos la despoblación a lo largo del siglo XX ha sido radical. En Bretui el éxodo comenzó en los años sesenta del siglo pasado.
TESTIMONIO DE LA DESPOBLACIÓN
El Tat era una persona de gran carisma y con una gran memoria, fue un testimonio excepcional de tiempos convulsos, como la Guerra Civil o la posguerra. Hizo de pastor, de campo, tabernero e incluso llevó lana de contrabando hasta Andorra durante los años cuarenta. Su fama en la contrada y, sobre todo, su condición de último de Bretui, hicieron que la revista digital La Mira le dedicara una entrevista/reportaje, escrita por Ferran Canosa, que lo dio a conocer por toda Cataluña.
“Cuando yo era pequeño, aquí, en Bretui, había una seguidilla de personas”, explicaba el Tat en esta entrevista. Diecinueve casas que, de estar habitadas por cuatro o cinco personas cada una, ahora han quedado vacías.
Cuando le preguntaron por la gente que emigraba del pueblo el tat explicaba: “Sí, me afectaba. Y ahora llevo todo el pueblo, todo el pueblo, todo lo pueblo lo llevamos nosotros. Debe haber 180 vacas. Y antes ordeñamos, y íbamos a ordeñar porque se bajó mucho. Muñábamos ochenta o noventa vacas”.
HOMENAJEADO POR EL CENTENARIO
El año pasado, con motivo de su centésimo aniversario (el 10 de abril), cerca de un centenar de personas se reunieron en Bretui para homenajearlo. La alcaldesa de Baix Pallars, Anna Sentinella, y el entonces coordinador de Derechos Sociales en el Pirineo, Josep Lluís Piqué, le hicieron entrega de la medalla centenaria de la Generalitat.
Ahora, con la marcha del Tat, Bretui queda vacío. Sin ningún padrino que pueda explicar su historia y las historias cotidianas de sus antiguos habitantes. Dicen progreso, pero perder una parte del país, por minúscula que sea, dudo que nos haga avanzar en nada.