El icónico juego del pinball parece que ha desaparecido de nuestras vidas. Lo han borrado prácticamente del mapa y, si alguien todavía encuentra una máquina, seguramente acaba frustrado porque el flipper no funciona o el tablero está hecho un desastre.
De poco ha servido que España –y especialmente Cataluña– fuera uno de los países punteros en la fabricación de estas máquinas. Petaco, Juegos Populares, Playmatic o Joctronic en el Ebro son algunas de las marcas que les daban forma. Ahora, la inmensa mayoría ya no existen o se dedican a otros productos.
Aun así, la comunidad pinballera mantiene pequeños reductos de resistencia y se encuentra en crecimiento. En 2012, el número de jugadores en el Estado no llegaba a los 160, mientras que ahora la cifra ronda los 400. En Cataluña hay tres enclaves que se han convertido en puntos de encuentro: Esplugues, Mollet y Tarragona. De hecho, actualmente hay un ‘boom’ del pinball catalán, con tres torneos mensuales y la llegada de una nueva iniciativa a Lloret.
Un espacio en expansión
En el caso tarraconense, la asociación sin ánimo de lucro que gestiona el local se creó en agosto de 2024 y el número de asociados ha crecido hasta los 46 en este año y medio. En poco tiempo han conseguido tejer una comunidad diversa, agrupando personas de Barcelona, Lleida, el País Valenciano y, naturalmente, Tarragona. Además, el amplio abanico de edades no ha sido un impedimento para consolidar un espacio marcado por la convivencia y la pasión compartida. Si miramos entre sus miembros, los más jóvenes superan por poco la veintena de años y el mayor ya está jubilado. Con todo, la edad media se sitúa entre los 47 y los 55 años.
Los orígenes
Muchos de ellos se conocían desde hacía años por coincidir en diversos torneos por España, pero la provincia de Barcelona era la que concentraba las asociaciones catalanas. No fue hasta 2024 cuando una circunstancia fortuita se convirtió en la excusa perfecta para crear Tarraco Pinball.
Todo empezó cuando un aficionado al pinball tuvo que buscar un nuevo espacio para las múltiples máquinas de su colección porque el propietario del local donde las guardaba quería subirle el alquiler. Este hecho empujó a un grupo de pinballeros a ponerse manos a la obra y dar forma a la primera asociación de la demarcación: “Decidimos juntarnos entre todos, crear la asociación y pagar nosotros el alquiler de una nueva nave hasta llegar al punto en que la asociación se mantuviera sola”, explica Carlos, tesorero de Tarraco Pinball.
La intención no era lucrarse, sino fomentar un espacio de buen rollo y un punto de encuentro para los amantes del pinball. “No tenemos ánimo de lucro, es simplemente un lugar con máquinas operativas donde jugar y aprender a reparar y restaurar. Actualmente, 12 de los 46 somos coleccionistas; el resto son aficionados a los que les gusta el pinball”, asegura.
En el local tienen casi un centenar de máquinas operativas y una cuarentena más pendientes de ponerse a punto. Aproximadamente un 98% de ellas son de uno de los asociados y hay tres de propiedad de la entidad. Además, la tipología es diversa, con pinballs que van desde la década de los 60 hasta el 2022. La más nueva es la de Godzilla, que se conecta online y te permite registrar tu jugador.
Prácticamente cada día la asociación abre para que sus miembros puedan pasar a jugar y, una vez al mes, celebran un torneo con visitas de otras entidades. “Hay mucha pasión por las máquinas. Nos picamos por ver quién tiene la puntuación más alta en algunas máquinas”, remarca Carlos.
Más allá del juego
La pasión de Carlos por el pinball le viene de la época adolescente, cuando empezó a interesarse por este juego. Sin embargo, en los 90 las máquinas cada vez estaban en peores condiciones y era complicado poder disfrutarlas. “Llegué a encontrar máquinas en las que la bola no corría bien o directamente no funcionaba. Era una degeneración de lo que realmente era el pinball”, recuerda.
Un tiempo después, sin embargo, se hizo un pinball virtual del tamaño de un ordenador para jugar en las máquinas que utilizaba en el bar de la época. La idea le gustó y decidió doblar la apuesta: cogió una máquina vacía y dentro colocó una pantalla para emular el juego.
De todos modos, no era lo mismo. El juego se le parecía, pero perdía la imprevisibilidad del movimiento real de la bola. Entonces, vendió el invento y se compró una de verdad. La abrió mientras hacía fotografías de todas las piezas, la limpió y la volvió a montar. El resultado fue un éxito y consiguió una máquina que funcionaba prácticamente como una nueva.
Ahora este proceso lo hace habitualmente en la asociación los sábados por la mañana. Es el momento en que algunos miembros se encuentran y dejan de lado las ganas de jugar para hacer mantenimiento y aprender sobre los aspectos más técnicos de las máquinas. “Es una mezcla entre mecánica, electrónica y bellas artes”, explica sobre estos procesos de restauración, que permiten también profundizar en la historia del juego.
La asociación Tarraco Pinball continúa en crecimiento y su próximo reto es organizar un torneo de tres días previsto para el tercer fin de semana del mes de febrero. Con todo, el objetivo que se fijaron desde el primer día se ha cumplido con creces: crear un espacio para jugar, compartir conocimiento y preservar la historia del mundo pinballero. Entre flippers, bolas metálicas y tableros luminosos han consolidado un espacio de referencia para una pasión que renace. Una demostración de que, cuando no se pierde la afición, incluso los juegos más olvidados pueden recuperar su lugar
¿Es un juego de azar?
En 1976, el periodista Roger Sharpe demostró ante las autoridades de Nueva York que el movimiento de la bola en el pinball se podía predecir y controlar. Aquella prueba pública lo separó de las máquinas de azar y evidenció que es un juego de habilidad, donde la destreza del jugador determina realmente el resultado.
Las máquinas han cambiado mucho a lo largo de los años. En la década de 1930 se empezaron a introducir sin flippers, que llegarían a finales de los años 40. Estos primeros flippers eran mucho más pequeños que los actuales, una circunstancia que dificultaba mantener la bola en el tablero. Más adelante se introdujeron sistemas de puntuación: los primeros sistemas de rodillo mecánicos. Y con la llegada de la electrónica, las pantallas alfanuméricas y de gas, que después fueron incorporando algún vídeo y, más recientemente, añadiéndole animaciones y conexión a internet. Además, su estética también ha evolucionado. En unos inicios los diseños no tenían referencias claras, pero más tarde empezaron a basarse también en películas como Godzilla y grupos de música como Metallica.