De los niños al rey Jaime I: los bailes del Esbart Santa Tecla, el corazón que hace latir la fiesta

Tarragona dispone de un rico catálogo de bailes en su séquito popular, impulsados principalmente por los dos esbarts de la ciudad. Cuatro de ellos están de aniversario

21 de septiembre de 2025 a las 07:00h

La fiesta de Santa Tecla renació de las cenizas con la llegada de los primeros ayuntamientos democráticos y sobre todo con el impulso de una ciudadanía tarraconense que respiraba aires de cambio. Una de las piezas fundamentales para tener hoy en día uno de los séquitos más completos fue el trabajo de los dos esbarts. De ellos salieron la mayoría de bailes que participan en los pasacalles del 22 y 23 de septiembre y a la vez se han convertido en clave para dar un carácter global a la fiesta. “Formar parte de una entidad como el esbart da sensación de conjunto, lo que queremos que tenga Santa Tecla”, afirma Rosa Llorach, presidenta del Esbart Santa Tecla. 

Precisamente, su Esbart cuenta con varios aniversarios. Cuatro de los cinco bailes que tienen presencia en el séquito cumplen años este 2025. Los 50 del Cos de Bastoners, los 45 del Ball del Patatuf, los 40 del Ball de Cercolets y los 35 del Ball de Turcs i Cavallets

El baile más inclusivo

Después de que en 1975 el Esbart Santa Tecla sacara adelante el Cos de Bastoners para no perder la tradición del Ball de Bastons en Tarragona, fue el momento de uno de los bailes más diferenciados del séquito: el Patatuf. En un principio y ante la falta de documentación al alcance que permitiera reencontrar los bailes genuinamente tarraconenses, se optó por introducir bailes de otros lugares. Los responsables de interpretarlos entre 1981 y 1984 fueron los esbarts, pero en 1985 se decidió sustituirlos por bailes tarraconenses. 

De aquella etapa, el único que perduró es el Ball del Patatuf. Aunque no se tiene constancia de que hubiera formado parte del Séquito, era un baile extendido en la Cataluña Nueva y, al verlo por primera vez en Santa Tecla, hizo florecer los recuerdos de la infancia de muchos de los teclers.

De hecho, se trata de el único baile del séquito que está interpretado por chiquillería. Un rasgo que permitió la participación de este segmento de la población antes de que se creara el séquito pequeño. “Cuando pasan veis el futuro de la Fiesta Mayor. Son la chiquillería que de aquí a unos años saldrán con otros elementos y bailes”, resalta Mariona Prunera, monitora del Patatuf. Ella empezó a bailarlo en 1988, cuando tenía 10 años. Después de pasar por otras secciones del Esbart acabó como monitora del Patatuf hace 20 años. 

Foto: Carles Cubos

A pesar de que el resto de bailes de Santa Tecla están interpretados por adultos, el Patatuf no ha cambiado nunca. “Era un baile que normalmente se bailaba con los abuelos y abuelas, era un juego para los niños. No tenía mucho sentido que fuera para adultos”, comenta Mariona. 

Aparte de contar con niños, el baile tiene otro hecho diferencial. Es el único que tiene canción y melodía, mientras que el resto únicamente disponen de melodía. Además, desde 2022 la letra de la canción está interpretada en lenguaje de signos. “Hablando con las monitoras pensamos que sería una buena idea y entonces nos la preparó una persona intérprete de lenguaje de signos. Adaptamos los signos al baile para que fuera más fácil y funcionó”, relata. 

El único momento en que los bailadores no lo interpretan es cuando se hace el lucimiento del 23 de septiembre por la mañana sobre la tarima de la plaza de la Font. En este caso es una pareja quien lo firma y nunca faltan voluntarios. “Siempre hay bofetadas para hacerlo", bromea Mariona. 

Los ojos puestos en el capitán

El primer baile recuperado con raíces en el séquito no llegó hasta 1985. En aquel momento, el Ayuntamiento pidió tanto al Esbart Dansaire de Tarragona como al Esbart Santa Tecla que dieran vida a un baile para el pasacalle. Los primeros optaron por el Ball de Gitanes, mientras que los segundos eligieron el Ball de Cercolets

Los círculos o arcos ya aparecen en el Séquito tarraconense el año 1577, concretamente con una pandilla de bailadores del Gremio de Sant Marc, de los zapateros, que tuvo continuidad hasta 1804.  El baile mantiene una estrecha relación con las ceremonias agrícolas y en Tarragona tuvo continuidad hasta 1891. Con todo, durante el siglo XX constan algunas actuaciones esporádicas, como el año 1954.

Judit Guasch, miembro del Ball de Cercolets, reconoce que uno de los momentos más especiales durante el baile es cuando hacen la bota y suben al niño. Es el instante en que todo el mundo aplaude y se convierte en el centro de las miradas y los fotógrafos. Curiosamente, Judit está ligada al Esbart casi desde su nacimiento, cuando fue protagonista de este momento como capitán pequeño. Después se marchó a los Diables pequeños y, en el impás entre grandes y pequeños, decidió volver a los Cercolets. “Quería seguir viviendo Santa Tecla desde dentro y era lo que me llamaba más la atención”, comenta. De aquí ya no se ha movido.

El Ball de Cercolets se ha convertido en el baile juvenil dentro del engranaje del Esbart. Los más pequeños tienen a su disposición el Patatuf y las réplicas del séquito pequeño. Normalmente, una vez superada esta etapa, algunos marchan a Cercolets. El siguiente paso ya acostumbra a ser Turcs i Cavallets o el Ball de Valencians. Además, muchos de ellos también pasan en algún momento por el Cos de Bastoners. 

Un paso más allá

En 1990 el Esbart volvió a recuperar un nuevo baile. En esta ocasión, Rosa destaca que querían hacer “una cosa más grande” y el escogido fue el Ball de Turcs i Cavallets. Esta danza es especialmente importante en Tarragona. En 1383 ya había referencias de caballetes en la ciudad y son considerados los más antiguos de Cataluña. Entrados en el siglo XV, ya se enfrentan a los Turcos y tienen continuidad hasta 1804. 

En definitiva, se trata de la representación de las batallas entre turcos y cristianos en los Países Catalanes. Las turcas son siempre mujeres, llevan un turbante, escudo y espada. Mientras que los caballeros cristianos están integrados en unos caballetes de fibra de vidrio y llevan casco, espada y el escudo de armas. Estos representan las siete casas señoriales tarraconenses y el octavo caballero es el rey Jaime I. De manera anecdótica, otros años uno de los caballetes ha llevado colgada una bolsita con turrones de azúcar, ya que uno de sus portadores era diabético. Cuando había algún niño curioso que preguntaba por la bolsa, él siempre le respondía: “es para el caballo”. 

Más allá de caballetes y turcas, el baile cuenta con un último integrante que es el arcángel y se intercambia la espada y el banderín con el rey. “El momento más especial es cuando el angelito dice un verso, da el arma a Jaime I y empieza la batalla”, recalca Mireia Pous, miembro del baile. 

La batalla por norma general tiene a los cristianos como ganadores, pero dispone de contadas excepciones. “Cuando cumplimos años las turcas matan a los caballeros. Ha sido fruto de la evolución y se ha quedado así”, explica. Por lo tanto, este año veremos como las vencedoras son las turcas. 

Sin embargo, Mireia no podrá estar presente porque está embarazada.  “No me imagino una Santa Tecla sin bailar, pero este año me tocará. Para mí, Santa Tecla es Esbart”, reconoce. Su bebé será posiblemente uno más dentro de la familia del Esbart Santa Tecla y, de hecho, su primera hija ya ha seguido sus mismos pasos: “Me apuntaron al nacer, hice de capitán pequeño en los Cercolets y he ido pasando por todos los bailes menos Valencians. Mi hija empezó en los Cercolets pequeños haciendo de capitana y, con dos años y medio, esta será su tercera Santa Tecla”. 

Más protagonismo para los bailes

Santa Tecla está llena de momentos mágicos y la lluvia es normalmente sinónimo de anécdotas. Mariona explica que a los del Patatuf de vez en cuando les gusta que llueva en algún séquito, ya que les permite cobijarse en espacios donde no entrarían habitualmente. “Son momentos especiales y la chiquillería se lo pasa teta. Un año tuvimos que quedarnos en Casa Balcells y pusimos a todos los niños en las escaleras. Cuando los venían a buscar, los aplaudíamos y les decíamos cosas”, recuerda con una sonrisa. 

Sin embargo, una de las fotos más especiales es la bajada por las escaleras de la Catedral después de la entrada del brazo. Las tres coinciden en que es un momento muy bonito, pero la falta de gente hace que quede un poco deslucido. Esto cambiará este 2025, dado que los bailes bajarán después de los elementos de fuego y las bestias quedarán al final. Aparte de permitir optimizar el tiempo, el cambio dará protagonismo a los bailes, que verán la plaza de las Cols y las escaleras llenas a rebosar cuando pasen

Mariona apunta que será una gran ayuda para los niños, que tenían que estar parados casi una hora en el pla de la Seu. “Siempre preguntan cuándo bajaremos, es un momento muy especial. Pero la bajada de bestias es mucho más lenta que la de los bailes y estábamos una hora de reloj esperando. Será mucho más rápido y estas evoluciones hacen que el séquito esté vivo. No podemos estar encorsetados”. 

Por su parte, Judit y Mireia creen también que los bailes brillarán mucho más. “Si ya es impresionante con poca gente, cuando tengamos a todo el mundo mirándonos aún será mejor. Ya era hora de que se nos diera un poco de importancia”, recalca la bailarina de Cercolets. “La gente se esperará a l’Àliga y verá que el séquito es mucho más. Los bailes también estamos”, comenta Mireia.

Rosa, que formó parte de este impulso para recuperar la fiesta, considera que a los bailes siempre se les ha considerado los “hermanos pobres” y que falta “pedagogía” para reforzar la “unidad del séquito”. Una pedagogía que debería poner en valor uno de los auténticos corazones que hace latir Santa Tecla y que ofrecen a la ciudad un abanico de cultura popular prácticamente inigualable. 

Un rompecabezas

A pesar del largo catálogo de bailes de la fiesta mayor y su actividad habitual, el Esbart Santa Tecla ensayan en un pequeño local de la calle Soler. Estos días la agenda está tan apretada que tienen que hacer auténticos malabares para que todo el mundo pueda encontrar su momento. A pesar de salir adelante, reclaman un local social y no tener que utilizar la mayor parte de su presupuesto en el alquiler.