La llegada del invierno vuelve a situar el sensellarismo en el centro del debate social en Lleida. Con las bajas temperaturas, la Paeria ha activado un año más el dispositivo de atención invernal de urgencia, con refuerzos en la acogida nocturna y mejoras en los equipamientos municipales, según ha informado el Ayuntamiento. Aun así, las entidades que trabajan en primera línea alertan de que la realidad de la calle supera, con creces, la capacidad de los recursos existentes.
Actualmente, 146 personas durmiendo a la intemperie están siendo atendidas por Arrels Fundació – Centre Obert de Lleida, una cifra que, según la entidad, no refleja toda la magnitud del problema. “No quiere decir que haya menos personas en la calle que el año pasado”, explica Iris Ortega, educadora social del centro. “Lo que ha pasado es que hemos estado prácticamente un año con las acogidas cerradas porque el servicio estaba completamente desbordado y no podíamos asumir más casos sin perder calidad en el acompañamiento”.
Durante este periodo con las acogidas cerradas, 170 personas pasaron por el servicio de Arrels pidiendo ayuda sin poder ser acogidas ni hacer seguimiento. Hay que tener en cuenta, además, que este registro se empezó a mediados de marzo, cuando la entidad detectó la necesidad de documentar todas las demandas recibidas, incluso aquellas que no podían atender. “Si hubiéramos podido registrar todo el año, la cifra real sería aún más alta”, señala Ortega.
Hace aproximadamente un mes y medio, Arrels ha podido reabrir las acogidas y, en este corto período de tiempo, ya se han incorporado 34 personas nuevas. Todas ellas se encuentran en situación de sinhogarismo o viviendo en infraviviendas en estado muy precario, sin suministros básicos y completamente inadecuadas. “Este volumen de entradas en tan poco tiempo da una idea clara del boom de necesidad que estamos viviendo”, afirma la educadora.
Desde la entidad también remarcan que no están atendiendo a personas que ya hayan sido derivadas previamente a recursos como el proyecto Iglú a través de Servicios Sociales. Es decir, se trata mayoritariamente de personas que no han accedido a otros dispositivos o que han quedado fuera del sistema de atención.
El perfil de las personas sin hogar es cada vez más diverso. Aparte de casos cronificados, hay personas con problemas de salud mental, personas migradas sin red social ni dominio de la lengua, jóvenes y personas que han perdido la vivienda a raíz de la precariedad económica. “La línea entre tener un techo y no tenerlo es muy frágil”, alerta Ortega.
El invierno intensifica aún más esta vulnerabilidad. En Arrels, el centro de día se convierte en un espacio clave: duchas, lavandería, ropero, consigna y espacios climatizados como el conocido “café calor”. “Es mucho más que un café; es un lugar donde parar, donde sentirse persona”, explica.
La Navidad, sin embargo, es un momento especialmente delicado. Por eso, el próximo 23 de diciembre, los mismos usuarios del centro pueden asistir a una comida de Navidad comunitaria, que organiza la entidad. Además, Arrels participa en iniciativas solidarias como la entrega de regalos en la víspera de Navidad. “Son días muy cargados emocionalmente. Estas actividades no solucionan la situación, pero hacen que, al menos, se sientan vistos y tenidos en cuenta”, destaca la educadora.
Mientras tanto, el debate político continúa abierto. El grupo municipal de ERC ha reclamado recientemente a la Paeria medidas urgentes para proteger a las personas más vulnerables ante el frío, advirtiendo que los recursos actuales son insuficientes. Desde Arrels coinciden en que los dispositivos de invierno son necesarios, pero insuficientes si no van acompañados de políticas estructurales de vivienda e inclusión social.
“Las personas sin hogar son el último peldaño del fracaso de todos los sistemas”, resume Ortega. Y hace una llamada clara a la ciudadanía: “Solo mirarlos, reconocerlos como personas, ya es un primer paso”.
