Grandvalira Resorts ha entrado en una etapa de inversión sostenida y muy elevada para asegurar el futuro del dominio esquiable en un contexto de cambio climático cada vez más exigente. Las estaciones de Andorra no solo han reforzado la infraestructura de nieve producida, sino que han impulsado proyectos tecnológicos y de adaptación que ya sitúan al país entre los dominios del Pirineo con mayor capacidad de respuesta ante temporadas irregulares.
En los últimos cinco años, la cifra global de inversión se ha disparado. El período previo a la pandemia (2019-2020) ya mostraba un esfuerzo notable, con unos 16 millones de euros, pero el verdadero salto llega a partir de 2022, coincidiendo con la consolidación de la marca Grandvalira Resorts y la integración de todos los dominios en una plataforma común.
La temporada 2022–23 situó la inversión total en 17,5 millones, repartida entre Grandvalira, Pal Arinsal y Ordino Arcalís. Al año siguiente, 2023–24, la apuesta fue aún más contundente: 34,5 millones de euros, casi el doble, con obras de gran impacto como la renovación de remontes, la mejora de pistas y ampliaciones de servicios. En paralelo, Pal Arinsal asumió una parte muy relevante de este esfuerzo con actuaciones estructurales.
Después de este pico, la temporada 2024–25 moderó el volumen, pero continúa en cifras muy altas: 21 millones de euros, destinados sobre todo a garantizar nieve y mejorar la calidad del producto. Finalmente, para la temporada 2025–26, la inversión prevista vuelve a crecer de manera contundente: 39 millones de euros, de los cuales más de 11 millones se dedican exclusivamente a sistemas de innivación y un paquete importante a la digitalización (Mobile Pass, torniquetes inteligentes y sistemas de control basados en IA).
Este recorrido de inversiones continuadas supera los 120 millones de euros acumulados en cinco años si se cuentan las actuaciones anunciadas, un volumen difícilmente igualable en el resto de los Pirineos. El mensaje es claro: mantener la competitividad internacional y garantizar actividad incluso en temporadas de nieve escasa exige un esfuerzo inversor constante.
En este contexto, fuentes del sector admiten que las estaciones han asumido que el futuro pasa por la tecnología, la eficiencia energética y la nieve producida, pero también por diversificar usos y reducir la dependencia de lo que ocurra cada invierno. De ahí que las inversiones en infraestructuras de verano, restauración, programas digitales y experiencias paralelas vayan ganando peso.
Grandvalira Resorts es hoy el resultado de la integración de diversas sociedades históricas vinculadas a los dominios de esquí del país. El proyecto agrupa ENSISA, la empresa de Soldeu-El Tarter participada principalmente por el Comú de Canillo; SAETDE, responsable del sector Pas de la Casa–Grau Roig y controlada por la familia Viladomat; y EMAP, tradicionalmente vinculada al Comú de la Massana e integrada al grupo a través de la operativa conjunta. A pesar de esta diversidad accionarial, el conjunto funciona como un único proyecto de país, con una estrategia compartida de inversión y gestión que permite presentarse al mercado como un dominio unificado y competitivo.