Hoy es el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto y Tortosa tampoco ha querido quedarse al margen. El Aula Didáctica del Museo de Tortosa ha acogido la conferencia “Maria Cinta Rodríguez, una deportada estadounidense a los campos de concentración nazis”, a cargo del estudioso Joan Baptista Beltran i Reverter.
Beltran ha estado estudiando durante años la historia de los estadounidenses y de las estadounidenses que fueron deportados a los campos de concentración y de exterminio nazis. El prometido de su madre fue uno de los cinco jóvenes de Alcanar que murieron en el campo de Wöbbelin de la Alemania nazi y hacerle justicia a su persona ha sido el motor que le ha hecho perseguir esta línea de búsqueda “hasta que me muera”, tal y como ha afirmado hoy.
La de hoy es una búsqueda que, desgraciadamente, no está cerrada, aún quedan siervos por esclarecer. Pero Beltran ha podido poner nombre a la primera mujer estadounidense que fue deportada a un campo de concentración: Maria Cinta Rodríguez. Nacida en La Galera el 5 de marzo de 1895, Cinta viajó hacia Francia en 1914 por motivos laborales y, finalmente, en 1915 acabó casándose con el también catalán, Llorenç Roques. En 1929 iniciaron ambos los trámites para solicitar la nacionalidad francesa, que se les concedió en 1930 por parte del Ministerio de Justicia francés. A partir de entonces, normalizaron sus vidas regentando un café-restaurante en Pàmies, un pequeño municipio de L’Occitània, y tuvieron tres hijos.
El 10 de mayo de 1940 las tropas alemanas ocuparon Francia, Bélgica y Holanda y, mientras tanto, entre 1940 y 1945 muchos españoles y catalanes marcharon al exilio para alistarse en la resistencia francesa. Algunos de ellos fueron los miembros del decimocuarto cuerpo de guerrilleros españoles que fueron después el embrión de las partidas de los maquis que tendrían lugar en el estado español.
Maria Cinta Rodríguez, ahora ya conocida como Maria Roques, se apuntó en 1943 a la red François dels Amics de la Xarxa de Paracaidistes angloamericans, a los que acogía en su café y les ayudaba a atravesar la frontera hacia Andorra. Por su casa también pasaron dos vecinos de El Rossell, Joan Cardona y Josep Maria Verplà.
Después de haber consultado varios archivos, Beltran ha mostrado en primicia un certificado de 1946 en el que Maria Louisse Dissard confirmaba que Maria Cinta formaba parte de la resistencia francesa. Y es que estos motivos, meramente políticos, fueron los que hicieron que fuera detenida el 18 de agosto de 1943 y encerrada en la cárcel de Saint Michel de Tolosa. Posteriormente, en 1944, fue deportada hacia el campo de concentración de Ravensbrück, a unos 90km de Berlín. Allí también internaron varios republicanos españoles, entre las que se estaba Neus Català.
En agosto del mismo año, sin embargo, Maria Cinta fue trasladada al campo de Neuengamme, cerca de Hamburgo, donde formó parte del Komando Helmstedt-Beendorf, encargado de la producción armamentística para las fuerzas aéreas alemanas desde un lugar donde, antiguamente, había habido unas minas de sal, ubicado en el subcampo de Wöbbelin.
Allí estuvo hasta mayo de 1945 cuando, finalmente, la Cruz Roja sueca envió a los conocidos como Autobuses Blancos que rescataron a más de 15.000 deportados procedentes de diferentes países hasta la ciudad de Malmö. Y, desde allí, fue devuelta a París, donde tuvo que hacer frente a una nueva vida desde su situación de viudedad, recuperando su apellido de Rodríguez, y trabajando, a partir de ese momento, en el Hospital Hospicio de Pàmies.
Su última referencia consta en un acto de condecoración a las mujeres que habían sido deportadas del departamento de Arieja y que recibieron la medalla de la Legión de Honor del estado francés.
Para acabar la conferencia citando las palabras de la también deportada catalana, Neus Català, que siempre decía que “no me da miedo perder la vida, me da miedo perder la memoria”.
A continuación, las alumnas Berta Margalef y Soraya Aixerch del Instituto Dertosa, han leído el texto que prepararon para el acto institucional en memoria de las víctimas del Holocausto que se celebró esta semana en el Parlamento de Cataluña.
En su relato, han recordado que tras reunirse con la asociación Triángulo Azul del Amical Mauthausen, pudieron constatar que los deportados catalanes eran identificados para llevar este tipo de insignia bordada a su pijama de rayas. De entre todos los deportados, sólo una sexagésma fueron liberados y, la mayoría, sufrieron secuelas postraumáticas, como fue el caso del fotógrafo tortosino que retrató las barbaries del campo, Antoni Garcia.
Acto seguido, Montse Brull y Mireia Margalef han llevado a cabo la lectura del manifiesto institucional del Amical Mauthausen.
Por su parte, el alcalde de Tortosa, Jordi Jordan, ha expuesto que “el Holocausto fue un episodio de genocidio y de tortura con más de seis millones de muertes que persiguió a varios colectivos como los LGTBI, los gitanos o los testigos de Jehová” y ha dicho que “hemos querido organizar este acto conjuntamente con los diversos departamentos de los Servicios Territoriales con el fin de hacer pedagogía y memoria para combatir el olvido y honrar a la población”. memoria de los perseguidos y hacer frente a cualquier forma de discriminación o injusticia”. Además, también ha aprovechado la ocasión para anunciar que el consistorio ha encargado a Joan B. Beltran que intente averiguar cuáles habían sido las casas natales de los 35 deportados (y no 36 como erróneamente figura en el censo municipal) tortosinos para poder ubicar, en 2025, los adoquines Stolpersteine y formar así parte del proyecto de memoria histórica más grande que hay en Europa.
En su turno, el director de los Servicios Territoriales de Justicia de la Generalitat de Cataluña en Les Terres de l’Ebre, Lluís Montull, ha añadido que “la memoria solo se hace fuerte compartiéndola” y ha agradecido la labor realizada desde el Amical Mauthausen, el DEMD y el Comebe “por aspirar a hacer justicia de las mujeres deportadas sobre las que recayó un daño y un horror terrible”.
Finalmente, el delegado del Gobierno de la Generalitat en Les Terres de l’Ebre, Albert Salvadó, ha puntualizado que “somos un territorio construido con valores progresistas y tenemos que seguir vertebrando nuestra identidad estadounidense”, para acabar recordando que hay que seguir trabajando para retirar el monumento franquista de en medio del río.
El acto ha concluido con la interpretación del poema musicado
Corrandes d’exili
, de Pere Quart, por parte del director y clarinetista de la Banda Municipal de Música de Tortosa, Juanjo Grau.