Josep Maria Mainat, figura clave de la televisión catalana y uno de los creadores de programas de éxito como Operación Triunfo o Crónicas Marcianas, vuelve a ocupar titulares por un motivo bien distinto del profesional. El exintegrante de La Trinca, de 79 años, ha iniciado un ambicioso proceso de rejuvenecimiento que ha despertado mucha curiosidad.
La vida de Mainat cambió drásticamente el verano de 2020, cuando estuvo a punto de morir después de que su entonces pareja, Ángela Dobrowolski, le provocara una grave hipoglucemia mientras dormía, aprovechando que él es diabético. El episodio lo llevó al coma y marcó un antes y un después en su trayectoria personal.
Superado aquel momento, el productor ha explicado en diversas entrevistas que su objetivo es alargar la vida tanto como pueda y, sobre todo, hacerlo manteniendo un aspecto juvenil. Por ello ha emprendido un conjunto de tratamientos y hábitos que le han comportado un cambio de imagen impactante, hasta el punto de que una fotografía que compartió en las redes generó incredulidad entre los seguidores, que sospechaban de un retoque digital. Él mismo lo desmintió.
El nuevo aspecto de Mainat: 200.000 euros para parecer más joven
Mainat ha detallado que su proceso incluye pérdida de peso, una mejora dental integral, un implante capilar, ejercicio regular y consumo de diversos suplementos. Pero, según reveló la periodista Patricia Pardo en el programa 'Vamos a ver', estas actuaciones serían solo una parte de un plan mucho más completo.
La comunicadora aseguró que el productor estaría invirtiendo alrededor de 200.000 euros en un tratamiento antiedad basado en inyecciones de testosterona y hormona del crecimiento, una terapia que puede superar los 3.000 euros mensuales solo en medicación. Pese a las advertencias sobre posibles riesgos asociados a este tipo de hormonas, Mainat afirma que se encuentra “mejor que nunca”.
Con esta radical transformación, el productor inicia una nueva etapa vital que él mismo describe como una apuesta por vivir más y mejor, y que continúa generando debate sobre los límites —y el coste— de la lucha contra el paso del tiempo.
