Los internos de las prisiones catalanas son pillados con droga tres veces al día

Desde 2014 se han producido un total de 13.447 intervenciones de estupefacientes, entre las que destaca el cannabis

12 de agosto de 2025 a las 07:53h

Las prisiones catalanas confiscan droga a los internos una media de tres veces al día. Datos del Departamento de Justicia obtenidos por la ACN a través de una solicitud de información pública recogen 13.447 intervenciones de estupefacientes entre 2014 y junio de 2025. El cannabis y sus derivados dominan las confiscaciones, tanto en número como en peso, ya que 11.510 del total de acciones (un 85%) están relacionadas con esta planta. En este contexto, el programa libre de drogas que impulsa el Departamento de Justicia atendió a 2.746 reclusos en 2024 y este 2025 ya ha ayudado a 1.555. Ofrece un enfoque voluntario, personalizado e integral que, aparte de la abstinencia, busca la reinserción y la reducción de la reincidencia delictiva.

Un total de 5.545 confiscaciones en el mismo período han sido de hachís, 3.009 de resina de cannabis, 1.187 de tetrahidrocannabinol –el principal compuesto psicoactivo que se encuentra en la planta–, 859 de restos de cannabis y ha habido un millar más etiquetadas como marihuana o cannabis. Entre las otras sustancias estupefacientes más intervenidas se encuentran la heroína (en 864 ocasiones), la cocaína (523), fármacos para tratar la ansiedad (diversas benzodiazepinas que suman unas 200 confiscaciones), o drogas sintéticas como el MDMA (40) y la ketamina (29).

En cantidad capturada, el cannabis y derivados también son dominadores, con 127 kilos en la última década en centros penitenciarios, prácticamente la totalidad de los 132 confiscados. La heroína (1,7 kg), la cocaína (1,6 kg), las benzodiazepinas (cerca de medio kilo) o el MDMA (310 gramos) son las otras sustancias habituales.

En la última década, exceptuando una caída coincidiendo con los años de la covid, el número de intervenciones anuales siempre se ha movido entre las 1.200 y las 1.500 –entre tres y cuatro cada día–, y el año pasado se llegó al récord: 1.516. En el primer semestre de este año, se han notificado 526. El número de comunicaciones al juzgado también tocó techo en 2024, con 469 casos que han llegado a la justicia. Por el momento, en la primera mitad de 2025 se han contado 88.

Crecen los tratamientos por adicciones a drogas

Por otra parte, hay una ligera tendencia al alza en el número de inicios de tratamiento ambulatorio por drogodependencias. Según datos de los informes anuales del Departamento de Salud sobre el tema, se iniciaron 699 tratamientos en los Centros de Atención y Seguimiento a las Drogodependencias (CAS) de los centros penitenciarios en 2023, el último año con datos. Se trata de la cifra más alta desde 2018 (720), y supera todos los años pandémicos y el resto de años como mínimo desde 2016. En 2023, los tratamientos iniciados a internos representaron alrededor del 5% del total en los CAS del país. Se trata de una proporción similar al número de personas en tratamiento con metadona, 399 del total de 6.512 en Cataluña en 2023 (6,1%).

La droga que principalmente motiva el inicio de los tratamientos por adicciones a los estupefacientes entre rejas es la heroína. Lo fue en el 52,5% de los casos en 2023, en la línea de los años anteriores. La cocaína es el principal instigador en el 24,3% de los casos, por delante del tabaco (7,3%), el cannabis (7,15%) o el alcohol (0,57%). En cambio, en el conjunto de CAS del país, casi todos fuera de las prisiones, el alcohol es el mayoritario (44,4%), seguido por la cocaína (23,6%), el cannabis (13,8%), la heroína (4,5%) y el tabaco (4,1%).

Programas de tratamiento y deshabituación

El Departamento de Justicia ha recordado a la ACN que el tratamiento de las drogodependencias en las prisiones depende del Departamento de Salud. El sistema penitenciario catalán cuenta con dos Centros de Atención y Seguimiento de las drogodependencias intrapenitenciarios. Uno está en Brians 1 y el otro en Brians 2 y ofrecen un servicio equiparable al que proporcionan las unidades que existen fuera de las prisiones. Estos espacios están ubicados dentro del centro penitenciario, aunque se trata de un recurso sociosanitario de la Red de Atención a Drogodependientes. Se encargan de organizar y ejecutar las diferentes modalidades de tratamiento toxicológico y de coordinar esfuerzos para racionalizar todas las intervenciones que se hacen en la prisión.

Ha detallado que se trata de un enfoque personalizado e integral, que no está condicionado al tiempo de la condena: "A la persona que entra en la prisión con una conducta adictiva grave enseguida se le debe ofrecer el abordaje terapéutico por un tema de derechos y de calidad de vida", ha manifestado. El responsable de Justicia ha defendido que cualquier interno pueda beneficiarse del programa libre de drogas y ha dicho que éste comienza con la firma de un contrato terapéutico "totalmente voluntario".

A partir de aquí, se hace una evaluación del estadio de cambio de la persona, utilizando herramientas como una entrevista motivacional para saber en qué situación se encuentra el recluso y cuál es su potencial de reintegración. Una vez se hace este trabajo, se le ofrecen "itinerarios y programas que hacen que se cuestione el consumo como parte de su problema”, ha señalado.

El recorrido terapéutico incluye un programa psicoeducativo de 21 sesiones, con apoyo de un equipo multidisciplinario formado por juristas, psicólogos, educadores, personal sanitario y otros profesionales. También incorpora actividades motivacionales complementarias, como propuestas deportivas, artísticas o culturales, que tienen un papel clave en el refuerzo positivo, el autoconocimiento y la consolidación de nuevos hábitos. A lo largo de todo el proceso se realizan controles periódicos de orina, que permiten, tanto a los profesionales como a los reclusos, hacer un seguimiento del consumo y de la evolución hacia la abstinencia. Asimismo, ha explicado que una parte del tratamiento está enfocada en lo que pasa más allá de los muros de la prisión, de forma que también se abordan posibles "factores de riesgo" que los internos deberán afrontar cuando empiecen a tomar contacto con el mundo real. Así, ha dicho que varias entidades sociales, grupos de voluntariado y equipos profesionales acompañan a estas personas en el proceso de reinserción.

Recaídas como parte del proceso y alternativas

Jordi ha explicado que una de las características clave del modelo es que contempla las recaídas como una fase más del proceso terapéutico. "No puede haber un castigo ni contingencias", ha afirmado el especialista, que ha dicho que la abstinencia es muy compleja durante el primer año. Así, ha valorado que esta clase de episodios deben servir para que el interno entienda que todos los profesionales que le acompañan lo hacen con la mirada puesta en su recuperación y que ésta se consolida cuando entran en juego los permisos penitenciarios. "En aquel momento los internos deben poner en práctica los aprendizajes y ponerse a prueba para saber si la conducta adictiva sigue siendo un problema y puede traducirse en una reincidencia delictiva", ha expuesto Jordi. Por todo ello, el programa psicoeducativo suele ir acompañado de planes específicos para trabajar el mantenimiento de la conducta de abstinencia y también las recaídas.

En este sentido, ha señalado que cuando una persona no está preparada para dejar el consumo de manera inmediata, se la puede derivar a un programa de reducción de daños (REDAN), que contemplan tratamientos con metadona o intercambio de jeringuillas para evitar que los reclusos compartan o reutilicen estos elementos y contraigan enfermedades.

Prevención y alcoholismo

Dentro de los programas psicosociales también hay intervenciones de promoción de la salud y de prevención del consumo de drogas destinado a internos que se encuentran en el estadio precontemplativo y contemplativo para aumentar la percepción de necesidad de mejora de la salud física y mental y de mejorar las estrategias vinculadas a la prevención. En este sentido, se realizan talleres y programas de una duración de entre 1 y 3 meses.

Asimismo, existe el programa de alcoholismo, destinado a internos cuya problemática nuclear es el abuso o la dependencia del alcohol. A menudo este abuso es concomitante al abuso o dependencia de otras sustancias, pero se incluye en este programa a aquellos internos en que el alcoholismo ha influido o es la base para la comisión del delito o es la sustancia primaria que ha llevado al consumo de otras drogas. Acostumbra a durar unos 6 meses.

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