Dos años de cambio en Barcelona, Lleida, Tarragona y Girona

Hace apenas dos años el cambio se oficializaba en los ayuntamientos de las cuatro capitales de provincia. Se trataba de un acontecimiento prácticamente inédito, ya que desde la llegada de los ayuntamientos democráticos nunca había coincidido en que las cuatro ciudades escenificaran un relevo en la alcaldía.

Los movimientos venían precedidos del shock que supusieron las elecciones municipales del 28 de mayo, donde el PSC arrasó en Cataluña y ganó en Tarragona, Lleida y Girona. El crecimiento de los socialistas venía acompañado del hundimiento de Esquerra Republicana, que perdía multitud de alcaldías en todo el país, entre las que destacaban Tarragona y Lleida.

Si nos centramos en las capitales de provincia, el panorama postelectoral dejaba dos certezas y dos dudas. Tanto en Lleida con Félix Larrosa como en Tarragona con Rubén Viñuales no había ninguna alternativa viable y ambos tenían la alcaldía atada. En cambio, Sílvia Paneque (PSC) en Girona y Xavier Trias (Junts) en Barcelona tendrían que buscar apoyos si no querían que les pisaran la vara. Al final, ninguno de los dos sería alcalde.

Jaume Collboni recupera el timón socialista en Barcelona

Entre las incógnitas, la más agónica sería la de Barcelona. Xavier Trias, con un concejal y unos 17.000 votos más que el PSC, cerró un acuerdo con una ERC debilitada y veía el anhelado regreso a la plaza Sant Jaume muy cerca. Sin embargo, los acontecimientos se precipitarían el mismo 17 de junio de 2023. El Partido Popular, espantado por el pacto con los republicanos, optó por dar su apoyo a Jaume Collboni (PSC) con la condición de excluir Barcelona en Comú del gobierno. Pese al veto, los de Ada Colau, que habían quedado terceros a un centenar de votos de los socialistas, decidieron apostar por un alcalde de izquierdas en detrimento del juntaire. Todos sumados permitían al PSC recuperar la alcaldía después de 12 largos años.

En minoría, Collboni ha tenido que hacer equilibrios para sacar adelante el mandato. Con quien mejor se ha entendido ha sido con Elisenda Alemany (ERC), actual mano derecha de Junqueras. De hecho, los republicanos estuvieron a un paso de entrar en el gobierno, pero la poca acogida de la militancia hizo que la dirección retrocediera en el último momento y la opción no se ha llegado ni a votar. Está ya descartada. En el flanco izquierdo los comunes tampoco son una opción, aunque Ada Colau ha dejado la primera línea. Y a su derecha Junts ya tiene los ojos puestos en 2027.

En estos primeros dos años, ha mantenido la línea de los anteriores gobiernos en movilidad y medio ambiente, pero ha marcado perfil en seguridad o desarrollo económico. Entre las medidas más destacadas, está el Plan Endreça para abordar la limpieza o el plan Barcelona Impulsa que prevé la creación de puestos de trabajo y el impulso de sectores estratégicos de la ciudad.

Félix Larrosa gobierna plácidamente con Juntos

De las tres alcaldías socialistas, seguramente la más tranquila es la de Félix Larrosa en Lleida. Las municipales dejaron un panorama fragmentado, con el PSC claramente primero y un triple empate en la segunda plaza entre PP, ERC y Junts. Precisamente, han sido los juntantes liderados por la exconsejera Violant Cervera su muleta durante todo el mandato. Con ellos tienen un pacto de estabilidad desde fuera y han acordado los dos presupuestos y los principales proyectos.

La limpieza y la seguridad han sido dos de los caballos de batalla de Larrosa. La primera, con un nuevo contrato y la campaña intensiva Barrio a Barrio. Y, la segunda, con el nuevo plan de seguridad que pretende cubrir este flanco. Además, la transformación urbanística ha tenido un fuerte peso en este primer tramo de mandato. El avance del POUM camina para definir el futuro de Lleida, mientras que las principales actuaciones en cartera son el Plan de la Estación, la Operación Rambla, el Palacio de Cristal o la renaturalización de la calle Riu Ebre, la avenida Doctor Fleming y la renaturalización de las Balsas de Alpicat.

Rubén Viñuales, maestro equilibrista

Quien parecía que lo podía tener peor era Rubén Viñuales en Tarragona. Descartada la opción de una relación estable con ERC, debido a los recelos de los republicanos con los socialistas en la ciudad, el nuevo alcalde necesitaba dos partidos como mínimo para sacar adelante las votaciones. Pero eso le ha importado muy poco. Junts y En Comú Podem han sido sus socios más fiables para pactar tanto la subida de tasas como los dos primeros presupuestos. Incluso en las primeras cuentas consiguió sumar Esquerra, que habían quedado desdibujados en la negociación de las ordenanzas fiscales. Cuando los morados se han puesto de perfil, como en las votaciones sobre el contrato de la basura, el socialista ha tenido de su lado a los dos consejeros no adscritos o la abstención del PP.

El principal problema que tiene actualmente sobre la mesa es el contrato de la limpieza y la basura, que está parado judicialmente. Además, el reto de este segundo tramo del mandato será ver si pueden aprobar el Plan de Ordenación Urbanística Municipal (POUM), donde los consensos son complejos, y ligar la llegada de la biblioteca provincial a La Tabacalera, que ya cuenta con una inversión de 21 millones de euros. Este año también estará marcado por la ejecución de los fondos Next Generation, que tienen como buque insignia la desaparición del “mamotreto” y la posterior renaturalización de la playa de El Miracle.

Lluc Salellas, la única alcaldía independentista

La única alcaldía que no cayó en manos de los socialistas fue la de Girona. Aunque su candidata Silvia Paneque ganó, se quedó con la miel en los labios. El PSC empató a concejales con Guanyem –marca blanca de la CUP- y fue la izquierda independentista quien se llevó el premio. Lluc Salellas eligió un tripartito independentista y el 17 de junio se convirtió en el primer cupaire que encabezaba el gobierno municipal de una capital de provincia. El mandato pasado había sido la CUP en Tarragona los primeros en formar parte del ejecutivo municipal de una de las cuatro capitales catalanas.

La vivienda ha sido una prioridad desde el primer día con el freno a los pisos turísticos y el compromiso de construir 800 nuevos pisos a precios asequibles. En cuanto a las polémicas, la última tiene que ver con el parque. Los vecinos se han alzado en pie de guerra después de que, según apuntan, con la ordenación urbanística del nuevo Trueta y el Campus de Salud se perderán más de 5.000 metros cuadrados del parque.