José Reyes y Antonio Trallero: "Lo más duro para un policía es decirle a una familia que su hijo ha muerto en un accidente"

12 de mayo de 2020 a las 07:52h

Después de 40 años como policías locales ha llegado el momento de la jubilación. ¿Cómo está siendo esta nueva etapa? 

J: Muy bonita. Ahora entiendo el concepto de la palabra libertad, el hecho de poder hacer lo que quiera o ir a donde quiera.

A: La verdad es que muy bien, la tranquilidad de no tener que depender del reloj, madrugar porque quieres, ahora cada día son sábado excepto los domingos. Y tienes tiempo para todo, la gente decía que me aburriría y que no sabría qué hacer, pero la realidad es que los días se te hacen cortos.

¿Por qué os decidisteis a ser policías? 

J: Todo el mundo acostumbra a decir que para ayudar a la gente. Pero es que en nuestra época este trabajo era vocacional. En parte por el jornal, porque lo que nosotros cobrábamos en un mes, un obrero lo cobraba en una semana. Cuando entramos no había tantos coches como hay ahora, ni tanta facilidad para moverse. Teníamos que patrullar por Vila-seca a pie toda la noche. Era una época en la que ser policía te tenía que gustar, si no no entrabas.

¿Ha cambiado mucho la policía desde entonces? 

J: Dios mío. Era totalmente diferente, como si fueran tiempos de los romanos. Querías hacer más cosas pero no podías porque estabas limitado por la falta de material. Pero lo suplías con ganas. Éramos cuatro, pero lo llevábamos todo de maravilla.

A: Nosotros entramos con la tecnología analógica y ahora ya van por la digital. Los atestados los hacíamos con la máquina de escribir y si te equivocabas, lo arreglabas con típex. Así tres copias. Piensa que entramos con 24 y 21 años, pero los compañeros que había entonces eran muy buenos y nos enseñaron. Y tú acabas haciendo de maestro a los jóvenes que van entrando como ellos hicieron con nosotros.

¿Cuál es la función de un policía local?

J: Muy amplia. Desde ayudar a unos niños o una persona mayor a cruzar un paso de peatones para darles seguridad a enfrentarnos a terroristas yihadistas. Estamos expuestos a todo.

A: Más allá de la seguridad ciudadana también se hace de policía administrativa, haciendo cumplir todas las ordenanzas municipales. Incluso a veces tienes que hacer de psicólogo porque sobre todo la gente mayor quiere hablar contigo y les tienes que escuchar.

¿Cuáles son los delitos a los que más os habéis enfrentado?

J: Hurtos y peleas. Al estar Pacha aquí cerca también ha habido peleas tumultuosas. También hemos hecho prevención de drogas o detenido a gente buscada por estamentos extranjeros. Hemos hecho muy buenos servicios.

A: Sobre todo robos. Ahora lo que hay también es mucha ocupación ilegal y estamos empezando a trabajar en eso porque ha aumentado considerablemente.

¿Ha cambiado mucho Vila-seca en estos 40 años?

A: Vila-seca y Salou era el mismo municipio hasta que se segregaron en 1989, entonces la mitad de los policías se quedaron en Salou y la otra mitad vinimos a Vila-seca. Pasamos de ser un pueblo muy importante a ser dos pueblecitos, aunque han crecido muchísimo. Desde entonces Vila-seca ha cambiado una barbaridad, sobre todo el centro histórico que antes eran unas calles estrechas que por la acera sólo cabía una persona y ahora, con la plataforma única, ha quedado precioso. También ha crecido mucho en población y, al ser más gente, también los problemas, pero se trabaja muy a gusto. Por muy grande que sea no deja de ser un pueblo y todo el mundo se conoce.

J: Somos ciudad, pero realmente somos pueblo. Yo salgo de casa a hacer la compra con mi mujer y antes de llegar al supermercado te han parado 30 personas y te explican sus problemas. Aún lo hacen ahora que nos hemos jubilado, pero un buen policía nunca deja de ser un policía porque nuestro trabajo se vive.

¿Qué quieres decir con que ser policía se vive?

J: Dentro de un coche durante 8 o 10 horas pasas frío, calor, miedo, buenos momentos, malos momentos, angustia, nervios, estrés... Entras en lugares en los que no entraría ni el hombre más sucio de sanidad. Das abrazos a gente enferma. Das apoyos a los heridos de un accidente que están llenos de sangre. De hecho, los acostumbras a atender primero tú porque somos los primeros en llegar. Lo mismo pasa con los incendios. Le damos mucho valor a la vida de los demás porque nos hemos hecho la idea de que nuestro deber es proteger y eso es lo que más nos influye en nuestra tarea. Y nunca dejaremos de ser policías. Yo voy por la calle y veo alguna infracción y mi mujer me tiene que parar. Pero supongo que es lo que hay, nunca dejaremos de ser policías.

Como agentes a pie de calle habéis interactuado mucho con la gente. ¿Cómo son los vecinos de Vila-seca?

A: He estado más de 20 años como agente de proximidad y la gente te busca. Sabe que estarás a la salida de la escuela y te viene a buscar cada vez que tienen un pequeño problema y te están esperando. Es un trabajo que evita las aglomeraciones de gente en el Ayuntamiento para presentar quejas y soluciona los problemas sobre el terreno. A mí la gente de este pueblo me ha maravillado, aunque siempre hay el típico problemático. Muchas de nuestras funciones las hemos llevado a cabo por las informaciones que nos da la gente. Si no fuera por ellos no haríamos ni la mitad de las cosas. Además, problemas que son una tontería como una farola sin luz en la puerta de una casa que haces que la arreglen con una llamada, para la familia que vive allí es un auténtico problema y después te están muy agradecidos. También haces de árbitro en peleas familiares o en discusiones por el perro del vecino, estar a pie de calle hace que tengas mucho contacto con la gente y todo el mundo te conozca.

J: También he estado muchos años en seguridad ciudadana y tratamos con delitos nuevos. En un pueblo como este la gente colabora al máximo, en el robo en una casa ves como el vecino te indica por dónde ha escapado el ladrón, en intervenciones donde una patrulla está esperando refuerzos la gente se acerca para ayudar y les tienes que parar los pies porque no es su trabajo. Vila-seca en este aspecto es un pueblo maravilloso.

¿Cuál es la experiencia más dura que habéis tenido que vivir?

A: Los accidentes mortales con vecinos del municipio, cuando después tienes que ir a comunicar la tragedia a sus familiares. Lo mismo pasa con los suicidios. En Vila-seca conoces a la gente y es un golpe muy duro, interactuar con su familia es horrible porque no sabes cómo se lo tienes que explicar.

J: Totalmente de acuerdo. Cuando llamas a la puerta y le tienes que decir que su hijo ha muerto en un accidente no le puedes mentir. Estás obligado a decirle la verdad, no puedes decirle que está malherido en el hospital, tienes que buscar el tono de voz adecuado, el momento justo... Por otro lado, en el ámbito personal mi peor experiencia fue en Salou en 1981 cuando tuvimos una pequeña riña con armas de fuego.

¿Qué anécdota divertida recordáis?

A: Una que no olvidaré nunca fue en La Pineda. Un hombre salió corriendo de un supermercado y me empezó a gritar: "¿Va a multar usted a un aficionado del Betis?". Me puse a reír y lo dejé marchar. Como esta he tenido muchas, sobre todo por la altura porque soy muy alto, y siempre ha habido alguna broma.

J: Una anécdota muy buena es que paramos a un coche medio destartalado en un control y mi compañero se acercó. En el interior iba una familia gitana con el conductor, su mujer al lado y detrás dos o tres hijos con el perro, el gato y cargados de cosas. Mi compañero le avisó de que le iba a multar por no haber pasado la ITV, pero el conductor le respondió: "¿Por qué? Si el coche funciona". Yo, que también soy gitano, me acerqué y cuando me lo volvió a decir a mí le contesté: "Marcha de aquí que lo mejor será que no tengamos más problemas". En 40 años hay muchas así.

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Julio Collado
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