Las islas Canarias son conocidas en todo el mundo por su clima suave, sus parajes volcánicos y la gran biodiversidad de sus ecosistemas. Lo que mucha gente no sabe es que también son un referente mundial en el mundo del vino. Solo en la isla de La Palma hay siete variedades exclusivas de viña de las cuarenta que se pueden encontrar repartidas por el archipiélago.
Una de las razones de la riqueza vitivinícola de La Palma es su geografía. Esta propicia la existencia de diversos microclimas que permiten cultivar diferentes variedades y que, a la vez, afectan a las características de la uva y el vino que se elabora. El aislamiento de este ecosistema insular es otro factor que, con el paso del tiempo, ha contribuido a que en ningún lugar del mundo convivan tantas variedades diferentes.
Entre esta riqueza trabaja un equipo investigador del Departamento de Bioquímica y Biotecnología de la URV, liderado por Francesca Fort, que lleva muchos años estudiando la identidad genética de las viñas de Canarias. Esta vez estudiaron 96 muestras de viña de La Palma para identificar nuevas mutaciones y potenciales variedades desconocidas. Todo comienza con una llamada del personal técnico agrónomo de la isla, que pide a los agricultores y agricultoras que reporten cualquier viña de la que no sepan identificar la variedad. Después de visitarla —y solo si lo consideran oportuno— los técnicos toman muestras leñosas, las identifican y las envían a los laboratorios de la URV.
De la sarmiento al ADN
Una vez en el laboratorio, Fort y su equipo las preparan para extraer el ADN. El primer paso es descartar la parte leñosa externa y la médula —el algodón interno— del sarmiento. Con lo que resta se hace polvo, mediante un molino especial que enfría la muestra hasta los -180 grados con nitrógeno líquido. “Hay que trabajar a bajas temperaturas para inhibir las enzimas que degradan el ADN”, detalla Qiying Lin-Yang, investigadora predoctoral en la URV.
Este polvo se somete a un protocolo muy específico y complejo para extraer el ADN, que la investigadora de la URV ha confeccionado durante muchos años de experiencia. Una vez extraído este ácido nucleico, que contiene la información genética que caracteriza a los individuos, es necesario amplificar algunas regiones para poder analizarlas, en un procedimiento que denominan “reacción en cadena de la polimerasa”.
También llamada PCR, esta técnica crea millones de copias de regiones específicas del ADN que el personal investigador puede analizar en el secuenciador, un aparato que les permite comparar la similitud genética de las muestras: “Si encontramos una muestra con diferencias genéticas superiores al 15% la consideramos una nueva variedad; si no llega, la catalogamos como mutación”.
Tres variedades desconocidas
Los resultados del análisis revelan que entre las 96 muestras que recibieron había 44 perfiles genéticos diferentes. Esto implica que 52 muestras, es decir el resto, eran redundantes. Entre estos 44 perfiles únicos, el equipo investigador ha podido identificar 31 variedades diferentes, de las cuales 28 les son conocidas: “Podemos hacer este tipo de estudios gracias a que siempre hemos estudiado las mismas regiones del ADN. Esto hace que tengamos una de las bases de datos más completas del mundo en este ámbito”, explica Fort.
Así pues, tres de las muestras analizadas correspondían a variedades que, aunque han sido cultivadas durante años, eran desconocidas para la Administración y la comunidad científica. Las han denominado Aromática Eufrosina, Cagarruta de Oveja y Viñarda Rosada.
Por otro lado, la investigación también ha detectado 16 mutaciones de vid hasta ahora desconocidas: 14 a través de diferencias en el ADN y dos por el color de la uva. Fort explica que, como no secuencian la totalidad del genoma de la planta, puede ser que no se detecten diferencias de ADN en los fragmentos que analizan, pero que las haya en otras partes de la doble cadena.
Las viñas bajo el volcán
La última erupción volcánica de La Palma comenzó en el parque natural de Cumbre Vieja el 19 de septiembre de 2021. El episodio duró 85 días, durante los cuales el volcán expulsó cerca de 200 millones de metros cúbicos de material, que afectaron a más de 1.200 hectáreas de la isla. Los campos dedicados al cultivo vitivinícola no fueron una excepción. Se calcula que, de las 480 hectáreas de viñedo de la isla, 40 quedaron totalmente sepultadas.
De las 96 muestras que recibió el equipo de la URV, catorce provenían de ejemplares que quedaron enterrados por la lava o la ceniza de la erupción. Entre estas, el equipo investigador registra cuatro mutaciones: tres se encuentran en otras islas del archipiélago, pero hay una que era única de la zona afectada. Aunque Fort revela que no sería imposible reproducir la planta a partir de la muestra que guardan, también indica que la mutación es muy similar a la variedad original y, por tanto, las plantas resultantes serían casi idénticas a las que ya existen.
