¿Las tradiciones navideñas: en peligro de extinción?

03 de enero de 2024 a las 13:59h

Castañada, Halloween, Castaween... ¿Qué celebramos en Cataluña? En los últimos años, las castañas, los boniatos y los panellets han ido perdiendo terreno, engullidos por un Halloween más atractivo y global. De hecho, las escuelas se han convertido en uno de los pocos reductos castañeros que mantienen viva la tradición entre los pequeños, cada vez más cautivados por la tradición de ir casa por casa a buscar caramelos.

“Siempre les digo a mis estudiantes: no hay nada que cambie tanto como la cultura”, reflexiona la antropóloga de la URV, Montserrat Soronellas sobre esta transición hacia Halloween. Estas transformaciones constantes no suceden solo con tradiciones como la castañada, sino que también se dan a la hora de incorporar nuevo léxico y nuevas maneras de hacer, vestirnos o comunicarnos. Según explica, podemos ver la cultura desde dos visiones, que normalmente se entrelazan entre sí: una visión esencialista o una dinámica. Es decir, “la sociedad combina esta realidad abrumadora -la cultura se transforma cada día- y a la vez le da un poco de miedo el cambio”.

A pesar de las resistencias que puedan construirse en contra de estas evoluciones, Soronellas recalca que “los cambios son imparables”. Uno de los principales motores de las transformaciones culturales es que hay una economía del mercado detrás. “Hay una economía global detrás que globaliza. Por un lado, homogeneiza, pero curiosamente también provoca reflexiones sobre la cultura propia”. O sea, la fuerte presencia de Halloween o de Papá Noel en nuestra sociedad nos hace reflexionar y poner en valor rituales más tradicionales como la castañada o el Tió de Nadal.

Aparte del mercado, Soronellas también apunta al mundo tecnológico como una herramienta que “nos acerca al resto de culturas”. Esto provoca que el cambio cultural sea mucho mayor que antes y nos ofrece la posibilidad de ver cómo celebra el resto del mundo más fácilmente.

Además, la llegada de personas de fuera es otro factor que ha modificado estas tradiciones, incorporando a nuestro imaginario “rasgos culturales diferentes”. En este sentido, Soronellas critica también la mala gestión de la integración que últimamente se ha querido implementar: “La integración no es que las personas que vienen de fuera se integren y asimilen los elementos culturales de aquí. Sino que incorporemos sus elementos, que provocan un cambio y nos hacen entrar en un proceso de hibridación cultural”. Ahora bien, señala que normalmente nos resistimos más a la entrada de estos cambios que a los que vienen impuestos por el mercado.

 

Navidad, en transformación

Aunque de una manera menos evidente que con la castañada, la Navidad catalana también ha sufrido en los últimos años cambios sustanciales. Sin embargo, no se trata de algo que viene de ahora, sino que ha ocurrido siempre: “Todos los elementos de la cultura se han incorporado en algún momento. Por ejemplo, el árbol de Navidad. ¿Cuándo decidimos que es un elemento nuestro? ¿Cómo de antiguo debe ser?”, explica la doctora Soronellas. Tal como remarca, las sociedades “hacemos una selección consciente sobre qué nos identifica, como los villancicos; pero hay tradiciones que se acaban perdiendo, como el verso sobre la silla”.

Seguramente, Papá Noel es el elemento de reciente incorporación más claro, pero las cabalgatas de los Reyes Magos o incluso la importancia del Tió son cuestiones que han mutado a lo largo de los años. “El Tió lo tenemos de manera generalizada desde los años 70-80. Antes, la gente de ciudad no lo hacía tanto porque no era habitual tener un tronco de leña”, explica Soronellas. Su canción también es un rasgo que se ha modificado hasta tener una letra unificada y un Tió que es ya una seña de identidad catalana.

“Es un elemento emblemático porque representa las esencias de la cultura catalana. Lo que tiene el Tió por encima del resto es que no lo hace nadie más, es catalán y un ritual muy nuestro. Por lo tanto, todos alimentamos esta tradición porque vamos a buscar el hecho diferencial y lo que nos singulariza respecto a la globalización. Es aquello que podemos aportar al mundo y nos sitúa en el mapa”, dice la antropóloga.

A pesar de su actual arraigo, también podría estar sometido a futuros cambios. Por ejemplo, el hecho de golpear con un palo el Tió se podría ver en un futuro como una actitud demasiado agresiva, lo cual podría obligar a modificar la tradición. “La cultura no para nunca y los valores son el tronco de esta cultura. Si hay un choque entre el ritual y los valores, al final el ritual no sobrevive. Sin embargo, si nos gusta y nos singulariza, lo que hacemos es transformar el ritual para que perdure”, apunta.

Estos valores modernos ya apuntan a tradiciones como los correbous, que podrían llegar a prohibirse. El cambio de mentalidad también ha hecho que nos horrorice el llamado blackface (pintar de negro al rey Baltasar). “Hemos empezado a valorar que los reyes son pintados desde que convivimos con gente de diferentes colores. Ahora lo consideramos un acto colonial y denigrante, pero antes no teníamos estos valores porque no veíamos ninguno de cerca”, recalca Soronellas sobre este cambio de chip. En esta línea, considera que se podría dar el caso en que solo cantáramos el villancico del Tió sin pegar con los palos. Un futuro que de momento queda muy lejano.

El belén es otro elemento que también apunta al cambio. De hecho, este año se celebran 800 del denominado como el primer belén, el de Francisco de Asís. Sobre su prevalencia, la tarraconense Maria Antonia Martorell, presidenta de la Federación Española de Belenistas, considera que “el belén y el belenismo no se está perdiendo porque es una tradición muy arraigada a nuestra cultura y a la de muchos países”. Incluso en 2022 se declaró Manifestación representativa del patrimonio cultural inmaterial.

Este ha sufrido una evolución en todos estos años, ya que “es un elemento de identidad y, como tal, manifiesta la cultura, la tradición y las costumbres de quien lo hacen”, apunta Martorell. En este sentido, destaca que ha experimentado cambios en los materiales y la iluminación, pero también conceptuales. Por ejemplo, en un Congreso celebrado en Málaga este año se pudieron ver escenas del nacimiento sin Virgen María y con dos hombres. “El momento actual requiere esta adaptación. Sin embargo, también hay sectores más ortodoxos que lo ven diferente”.

Las escuelas y la religión

Como ocurre con la castañada, las escuelas son en muchas ocasiones estos reductos donde perduran tradiciones que cada vez tienen menos peso en nuestra sociedad. Salvador Grané, jefe de estudios del Colegio César Augusto de Tarragona, indica que intentan que la escuela “sea un espacio de transmisión de la cultura propia, como es el caso de la castañada”.

Con todo, remarca que trabajan la Navidad, pero “no se celebra el nacimiento de Jesús, no profundizamos en el origen”. Grané argumenta que en tradiciones como Todos los Santos no solemos buscar su origen para entenderlo y que con Navidad plantean la misma posición. “Nos centramos en la celebración porque nos estructura el curso y nos sirve para trabajar tradiciones”.

 

Entre los diferentes actos que hacen se encuentra el Tió, los villancicos (uno de ellos en inglés), la decoración de los pasillos y la llegada del paje. Este último es uno de los momentos más especiales en la escuela. “Hacen una entrada monumental y muy solemne. La directora los recibe y los niños leen un texto que han preparado. Entonces, le dan las cartas, donde intentamos que no sea algo material, sino de valorar lo que tenemos. Trabajamos la Navidad como un espacio de deseos y de unión de la gente, no religioso”, desgrana el jefe de estudios.

Quienes sí lo tratan son los de clase de religión, que hacen un belén y se centran también en el ámbito creyente.

La profesora Soronellas explica que es habitual esta pérdida del valor religioso de las tradiciones. “Hay un momento que el proceso de mestizaje hace que se descompongan los rituales, se segrega la parte sagrada y podemos verlos de manera secularizada. En estos casos, hay rituales que se pierden, como la misa del gallo”, señala. En todo caso, se muestra partidaria de que se explique el trasfondo religioso de las tradiciones y que, a la vez, se normalice también la explicación de rituales religiosos de otras creencias que conviven en las aulas.

En una posición opuesta a la de la escuela pública está el Colegio Lestonnac-La Enseñanza de Tarragona, marcados por “el humanismo cristiano”. En su caso, el adviento toma un papel preponderante como preparación de la Navidad mediante “la oración y la reflexión”. Jesús Blanco, uno de los profesores del centro, asegura que durante este proceso intentan trasladar el mensaje de humildad de Navidad y una visión menos enfocada al “tener y comprar” y más al “vivir y ser”.

Además, su calendario navideño también incorpora representaciones teatrales con fondo evangélico, el canto de los villancicos (como en la escuela pública, incorporando alguno en inglés), el belén, la invitación a una celebración eucarística o incluso actos solidarios como la recogida de juguetes o alimentos. Si bien intentan marcar la “esencia de la Navidad” y su vertiente religiosa, Jesús Blanco apunta que es una tarea cada vez más difícil. “Antes las mentes estaban más preparadas para recibir el mensaje de Navidad, pero hoy en día están más despistadas por culpa de lo que nos ofrece la sociedad de consumo. Somos una sociedad muy poco reflexiva”, considera.

De hecho, las dos escuelas tratan de hacer perdurar tradiciones navideñas, pero desde posiciones muy diferentes. Sin embargo, ambas tratan de ver este momento del año como un espacio de unión y alejarlo del evidente espíritu consumista que lo vehicula. Dos visiones diferentes de la Navidad que confluyen en un punto: ir a contracorriente de la tendencia de un mercado que no se detiene y transforma nuestras tradiciones.

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Disseny sense títol (5)
Adrià Miró
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