En latitudes medias, a nueve kilómetros sobre el nivel del mar, da la vuelta al mundo una corriente de aire a gran velocidad. Los expertos lo llaman 'jet stream' y hace que las masas de aire frío del ártico no viajen fácilmente hacia el sur. Por diversos motivos, esta corriente no circula en línea recta, sino que ondula, del mismo modo que lo hace un río en su curso bajo. Y al igual que en el ámbito fluvial, cuando estas oscilaciones son extremas, puede pasar que un brazo de la corriente se desprenda del flujo principal, generando lo que se llama una cálvea —en el caso de un río, un brazo muerto. Una vez fuera del jet stream, la masa de aire frío es libre para desplazarse hacia el sur. Es lo que llamamos DANA, el acrónimo de depresión aislada en niveles altos.
En otoño mediterráneo, el agua del mar todavía es bastante caliente y, en consecuencia, el aire que hay encima, también. Esta masa de aire tiene bastante capacidad de retener vapor de agua y, cuando se desplaza a tierra firme, topa con cordilleras y macizos y no puede hacer otra cosa que ascender.
Si cuando lo hace topa con una DANA, la humedad del aire se condensa rápidamente y se producen precipitaciones. "Se generan tormentas de alta intensidad que se suceden; un levante agravado, por decirlo de alguna manera", explica Javier Sigró, investigador del Departamento de Geografía de la URV.
Debido al cambio climático, estos fenómenos meteorológicos, ya conocidos en los países mediterráneos, serán cada vez más frecuentes y golpearán el litoral con más virulencia. El Centro en Cambio Climático (C3) de la URV es un grupo de investigación de referencia que estudia, precisamente, la evolución del cambio climático y sus consecuencias. "Nos hemos especializado en recopilar datos meteorológicos, digitalizarlos e incorporarlos a las bases de datos", dice Sigró. Esta información permite alimentar modelos matemáticos y de inteligencia artificial y comprobar su efectividad. De esta manera, cuando se les pide hacer predicciones, éstas pueden ser más cuidadosas y fieles a la realidad.
Disponer de datos sobre el cambio climático permite a la comunidad científica avanzar en la investigación sobre su impacto en muchas otras disciplinas. Además, esta tecnología abre la puerta a desarrollar herramientas de predicción con capacidad de identificar posibles situaciones de peligro y alertar a las administraciones antes de que pasen: "Hay muchas posibilidades, desde herramientas de predicción de casos de golpes de calor hasta modelos capaces de prever inundaciones en lugares concretos".
En el caso de Valencia, las predicciones eran fiables, pero "algo ha fallado en el sistema de transmisión de la información", opina Sigró, que considera "incomprensible" que una alerta meteorológica disponible desde la mañana no llegara a la población hasta cuando ya era demasiado tarde. El investigador de la URV apunta la necesidad de estudiar el protocolo que se siguió y averiguó por qué no funcionó.
Los datos muestran cómo en alguna estación del País Valencià se registraron más de 600 litros por metro cuadrado en 24 horas y se batieron récords de precipitación, de hasta 185 litros por metro cuadrado en sesenta minutos. Cuando todo este volumen de agua se dirige a los canales de evacuación habituales, estos no pueden asumir su caudal y se desbordan. Si, además, el agua encuentra obstáculos, naturales o artificiales, el torrente se expande provocando inundaciones importantes, sobre todo en las zonas más planas.
"Cuando esto ocurre solo podemos hacer el seguimiento y alertar, de la forma más inmediata posible, de las acumulaciones de agua", reflexiona Sigró, y recalca que desde que se registran precipitaciones hasta que hay inundaciones "hay tiempo para alertar". Sin embargo, remarca que el trabajo más importante es previo a que sucedan estos fenómenos. El diseño de protocolos que activen los servicios de emergencia y avisen a la población es determinante en este sentido, así como identificar y cartografiar las zonas con riesgo de inundación ante una cierta cantidad de precipitación.
Plantar cara a las consecuencias del cambio climático exige a la comunidad científica buscar respuestas a problemas complejos, que tienen implicaciones en campos de conocimiento muy diversos. El Instituto Universitario de Investigación en Sostenibilidad, Cambio Climático y Transición Energética (IU-RESCAT), se ha convertido en un punto de encuentro para grupos de investigación de diversos ámbitos que les permite trabajar en proyectos transversales, que afronten los retos de la emergencia climática de forma multidisciplinar. "En la URV tenemos un gran número de grupos de investigación que trabajan de manera excelente; el IU-RESCAT plantea la posibilidad de sumar especialidades en ámbitos muy diferentes para abordar nuevas oportunidades y nuevos proyectos de forma coordinada", explica Enric Aguilar, director del Instituto.
Aparte de estudiar la ciencia básica del cambio climático, el programa de investigación del IU-RESCAT incluye líneas de investigación como la economía ambiental y climática, la gobernanza y el derecho ambiental y de la transición energética, los riesgos para la salud y las soluciones tecnológicas para el desarrollo sostenible. En este sentido, el Instituto ajusta su investigación a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y vela para que sea respetuosa con los derechos humanos y tenga en consideración criterios de justicia ambiental y ecológica, inclusión social y perspectiva de género. Además, en su actividad, pone una atención especial a los colectivos y las personas más vulnerables, buscando crear estructuras resilientes y sostenibles.