La figura del León, más allá de ser seña de distinción de la ciudad, guarda una estrecha relación con la figura de Santa Tecla. En Tarragona, las referencias de este elemento durante el siglo XV se encontraban en la llamada Roca de Santa Tecla, un carro de grandes dimensiones que explicaba los diversos pasajes de la patrona. En este caso concreto, se trata del pasaje en que lanzaron a Tecla a las leonas -que no leones-, pero éstas no se la comieron. De hecho, en el retablo está esta escena representada con la patrona y dos leonas a los pies.
Con la recuperación de bailes y bestias a finales del siglo pasado, el León fue el último elemento sin fuego en aparecer en escena. La Asociación de Vecinos Virgen del Carmen quería formar parte de las fiestas y la Comisión Asesora del Séquito Popular les propuso recuperar esta figura en 1993. El encargo lo tomó la escultora Dolors Baena, pero tuvo algunas complicaciones en el proceso. “Presentamos el proyecto a la Asesora y no gustó. El León no tenía este posado majestuoso y serio que tiene actualmente”, relata Francesc Martorell, actual jefe de Colla de la Asociación de Portadores del León de Tarragona.
Las modificaciones dieron un giro de 180 grados al elemento y lo convirtieron en una de las bestias que imponen más solemnidad y respeto del séquito. En esta presencia final que ha tenido el León destacan sus ojos penetrantes. Su esmaltado es obra de Judith Guinovart. Además, el diseño de su corona, de Joan Serramià, está repleto de detalles, con la presencia de todas las bestias del séquito excepto la Víbria (también creado en 1993) y el Griu (2014).
Una asociación familiar
Aunque la Asociación de Vecinos Virgen del Carmen fueron los encargados de recuperar el León, Francesc explica que un “vacío” en la asociación les dejó “desamparados”. Entonces, registraron la Asociación de Portadores del León Tarragona para que se hiciera cargo del elemento. El cambio, sin embargo, no hizo que la bestia se distanciara del barrio. “No nos hemos desvinculado nunca del barrio. Cuando son las fiestas, hacemos una de las pocas salidas extras”, destaca el jefe de Colla. Como el León representa la ciudad, sus salidas fuera de Santa Tecla están muy protocolarizadas y es complicado verlo rondar por el país, como sí que ocurre con las bestias de fuego. Entre las pocas salidas fuera de la Fiesta Mayor, la entidad destaca la que se realizó para celebrar la declaración de Patrimonio de la Humanidad en la ciudad -primera vez que actuaban en invierno- o la primera salida fuera de Cataluña en 2022 en Ontinyent (País Valenciano).
La asociación no sólo mantiene el vínculo con el barrio de sus inicios, sino que también tiene un marcado carácter familiar. Francesc recuerda que durante los primeros años de vida del León “el Ayuntamiento daba muy pocos trajes”, un hecho que obligaba a actuar en un formato reducido. Además, debido a la falta de gente, tenían que pedir a amigos y compañeros que les echaran una mano para sacarlo en algunas ocasiones.
Sin embargo, el jefe de Colla explica que a los 10 años decidieron cambiar sus trajes: “eran de una especia de seda que provocaba mucho calor y también se quemaba fácilmente con las chispas. Aprovechamos que el Ayuntamiento pagaba algunos más y la gente que quería unirse se los pagó también”. El crecimiento de la entidad ha sido exponencial y ahora mismo está en su límite. Francesc remarca que desde su creación nadie ha marchado de la asociación y no quieren acabar con turnos rotativos. Por eso, la mayoría de las nuevas incorporaciones provienen de la cantera del Lleonet o en algunos casos del entorno cercano. Actualmente, disfrutan de una “buena hornada de jóvenes que desde hace dos años empiezan a sacar adelante con todo y regeneran el León”.
Un lugar para los más pequeños
La creación del Lleonet, que este año celebra su 20º aniversario, también mantuvo estos vínculos familiares que caracterizan al León. En el momento de impulsarlo tuvieron que juntar hijos, sobrinos, amigos o gente del barrio para construir la primera generación de portadores. Un grupo de niños que han crecido y han dejado paso a nuevas incorporaciones que les han tomado el testigo.
Uno de los mejores ejemplos del paso reciente por el Lleonet son Nur (11 años), Kais (10 años) y Àidan (7 años). Tres hermanos que fueron a parar al Lleonet cuando un amigo de sus padres les ofreció venir a la entidad. Los tres lo han llevado alguna vez y sueñan con llevar el León cuando crezcan.
De hecho, Nur ya no puede ir debajo de la figura pequeña por las dimensiones de la bestia. “El Lleonet es la bestia más pequeña del séquito y, cuando los niños crecen un poco, ya no lo pueden llevar”, señala Francesc. El problema es que el impás entre llevar el pequeño y poder participar activamente en el grande es bastante amplio. Una circunstancia que complica este relevo, aunque intentan mantener a sus miembros activos con tres años de acoplamiento a partir de los 16.
En el caso de Nur, recuerda que llevar una bestia de Santa Tecla la hacía sentir especial y reconoce que lo echará de menos. Los tres nos explican que bajar por las escaleras de la Catedral es uno de los hitos más divertidos para los portadores. El año pasado fue el último año en que Nur disfrutó de aquella sensación, pero lo pudo hacer con un factor especial. El acompañante en el interior del Lleonet fue precisamente su hermano Kais, que este 2023 también vivirá su último Séquito Pequeño. Después de esto, dentro de la familia únicamente quedará Àidan como portador. Aunque de momento sólo ha estado en las patas traseras del Lleonet (las de delante soportan más peso), ya espera su momento para afrontar nuevos retos y seguir el camino de sus hermanos.
Momentos para recordar
Entre los momentos especiales en la colla, Nur se queda con el día en que gente de fuera de la entidad puede entrar dentro del León. “Me hace ilusión ver cómo otras personas también tienen la oportunidad de llevarlo”, asegura. En cambio, Kais reivindica la bajada por las escaleras de la Catedral como el momentazo del Lleonet y Àidan reconoce que le encanta cuando los niños cuelgan sus chupetes a la bestia.
En cuanto a Francesc, destaca uno de los momentos más tranquilos de la fiesta, con un punto de nostalgia. “La mayoría te dirá que la entrada del brazo es su momento preferido, pero para mí el más emotivo es cuando vamos a oficio. Eres tú, la bestia, la banda y la calle”, describe. El jefe de Colla también recuerda que hace 20 años había mucha menos gente y esta soledad en la calle estaba más presente. Como sabían que había poco público, se relajaban un poco más en su tradicional almuerzo de espineta con caracolillos, que se sigue celebrando hoy en día. “Entre chupito y chupito de Chartreuse nos dábamos cuenta de que íbamos tarde y teníamos que salir corriendo. Suerte que los más jóvenes no venían a almorzar y, cuando llegábamos, ya lo habían sacado”, rememora sonriendo.
Este año, celebran todos estos recuerdos que conforman las tres décadas de historia del León y los 20 años del Lleonet. El vermut musical, la elaboración de un tríptico para explicar las características de la figura en las escuelas, el merchandising infantil y la exposición en el Espacio Kesse servirán para encapsular la trayectoria de una de las figuras más distinguidas de nuestro séquito.
