Eduard Boada se convirtió en una auténtica institución en Tarragona y, después de dejarnos en diciembre de 2024, todavía sigue presente. Al cariño de los ciudadanos, sumó durante su trayectoria homenajes y distinciones como la medalla al Mérito Cultural del Ayuntamiento, la medalla al trabajo Presidente Macià o el honor de ser pregonero en las fiestas de Santa Tecla. Ahora suma una nueva, esta vez a título póstumo: hijo adoptivo de Tarragona. La distinción se ha entregado a sus dos hijos en un sentido homenaje donde tarraconenses y representantes públicos de la ciudad no han fallado.

"Hoy se hace justicia porque hacemos a Eduard Boada hijo adoptivo, pero al mismo tiempo se hace una injusticia porque es una ofensa que no sea hijo predilecto", ha afirmado el alcalde Rubén Viñuales al inicio de su parlamento. Aunque el mítico 'tascaman' era más que reconocido como un pilar de la ciudad, él nació en Nulles y vino a Tarragona de pequeño. Aquí creció en el Bar Casa Boada, fundado por sus padres en 1947, y después fue él quien tomó el relevo. "Siempre decía que había estudiado en la Rovira i Virgili. No en la universidad, sino en la calle Rovira i Virgili (donde estaba ubicado el bar)", recuerda la consejera de Cultura, Sandra Ramos.

La consejera, encargada de glosar a Eduard Boada, ha subrayado que su establecimiento se convirtió en una "institución informal de la Tarragona del siglo XX" y "una ágora donde confluían todas las tarragonenses posibles". Ramos ha elogiado su papel para la cultura popular en la ciudad, siendo uno de los impulsores del carnaval, y su legado gastronómico. "Cuando conmemoramos el 25 aniversario de la declaración de Tarragona como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, es especialmente oportuno recordar que el señor Eduard Boada también es patrimonio. No de piedra, sino de pan, vino y palabra", afirma.

Sabiduría popular y ternura
Uno de los parlamentos que han radiografiado mejor el talante del señor Boada ha sido el de Enric Garcia, autor del libro Señor Boada. Con una barra de pan bajo el brazo, recordando a Boada que "hoy he traído yo el pan", ha recordado el poco amor de tascaman por las prisasy la icónica pared llena de recortes de prensa. "También colgaba artículos que lo criticaban, pero lo hacía arriba del todo. Porque ser honesto no significa ser tonto", ha bromeado.

"El señor Boada era la sabiduría popular y el escepticismo que te escudriñaba con las gafas un poco bajas, pero también esa ternura y ese fondo idealista que persistía", describe. Enric considera que mirar su figura desde el localismo o como un personaje folclorizado es un error. "Boada era un gran narrador, dignificaba las historias que no salían en los libros. Convirtió el bocadillo en un objeto de culto", destaca. Además, apunta que "la tradición es lo que lo hizo creativo" a nivel gastronómico.

El escritor recalca que después de que el señor Boada alimentara generaciones de tarraconenses, ahora es el momento de la ciudad "de alimentar su recuerdo". Y ha cerrado su discurso de la misma manera con la que Boada se despedía en los audios de whatsapp que tanto echa de menos: "bueno, adiós".
Bocadillo y Amparito Roca
Sus dos hijos han sido los encargados de recibir la distinción de hijo adoptivo, emocionados por los diversos parlamentos y recibiendo el cariño de todo el público durante el acto y en los minutos posteriores. "Son cosas bonitas que mi padre nunca hubiera imaginado. Una persona no muere si no la dejan de recordar", ha dicho su hijo.

Además de los discursos, el acto ha tenido un toque musical con diferentes canciones de temática tarraconense y un Amparito Roca final en homenaje al señor Boada que ha hecho levantar a todos los asistentes de sus sillas. Además, la nota gastronómica no ha faltado a la cita. Ha sido de la mano de Ol’Dirty Smash, un establecimiento que emula sus bocadillos y que ha traído algunos para recordarlo. Sin prisa y degustando un buen bocadillo entre anécdotas, la mejor manera de tenerlo presente.
