Marc Schmidt Pujol es un profesor de matemáticas en un instituto de secundaria de Sant Quintí de Mediona que ha denunciado las condiciones en las que trabajan muchos docentes.
Este ingeniero de 33 años ha explicado en sus redes sociales que está "harto" de las "faltas de respeto" que sufre, tanto él como otros compañeros, y ha afirmado que, si no se pone remedio", dejará la docencia.
Según ha explicado, el hecho que acabó con su paciencia fue una clase con chicos y chicas de entre 12 y 13 años que estaba "fuera de control". Eran dos profesores dentro del aula y fueron incapaces de controlar a los jóvenes. De hecho, uno de los alumnos mandó callar al profesor y le dijo "que le pagan para aguantarlos".
"Tengo que dejar pasar conductas de faltas de respeto, disciplina e interés. Es un clima realmente lamentable, es triste. Veo a los alumnos como si estuvieran en el parque, gritando, hablando y sin ningún tipo de disciplina ni hábitos de trabajo. No quiero continuar engañando porque soy un engranaje del sistema", afirma Marc en sus redes.
La situación es especialmente preocupante porque, en su caso, él era ingeniero en Volkswagen y dejó el trabajo para perseguir lo que realmente era su sueño: ser profesor y "ayudar a personas".
"He intentado oponerme y poner disciplina, pero ha sido imposible. Paso de continuar y mirar a otro lado, que es lo que pasa a la mayoría de profesores. Han perdido todo tipo de vocación y esperanza", afirma.
"El curso pasado, un joven se encaró conmigo porque le puse una incidencia. Tenía problemas de agresividad, que aún no conocíamos, y estaba molestando en clase. Me negué a quitársela y me empujó. No reaccioné, informé al equipo directivo y aún no he recibido una disculpa", continúa el joven.
Asegura que "estoy a tiempo de cambiar de profesión. No será una cosa tan humana, pero dejo la educación secundaria. Si continúo, tengo que aceptar dar clases de una forma en la que no estoy preparando al alumnado para el futuro".
A pesar de todo, Marc tiene claro que el problema no viene por parte de los alumnos, sino "del Departamento de Educación, las familias y los mismos docentes, que agachan la cabeza". Insiste en el hecho de que "la ESO se ha convertido en una guardería, si llamas a las familias te dan las culpas por no saber gestionar a los hijos o cuestionan lo que dices". "Antes, si tú llegabas a casa y habían llamado al profesor, te caía la bronca del siglo. Ahora, las familias pasan, les molesta que llames, se ponen del lado de sus hijos. Es una locura", declara.
