Miquel Casellas: "El Vendrell: hacer grandes reformas para que todo siga igual"

13 de mayo de 2020 a las 13:46h
En principio, El Vendrell es la capital del Baix Penedès con una población que se aprueba a los 40.000 habitantes encajados en una superficie de 36,8 metros cuadrados. Un municipio que está en medio de todo y al final resulta que no está en ningún sitio. Estamos a caballo de Barcelona y Tarragona, pero no somos lo suficientemente importantes para tener una entidad propia y marcada. Pasan muchas vías arriba y abajo. Algunas tienen paradas, pero en otras nos tenemos que conformar con ver cómo pasan los trenes desde el ático de casa. Una localidad que tiene muchas realidades muy diferentes. Están a grandes rasgos los que viven en el núcleo del municipio con unas tradiciones más que consolidadas. Entonces tenemos un gran volumen de población que vive a lo largo y ancho del término municipal con variada y diversa implicación con lo que se cuece. Evidentemente, la inmensa mayoría de los vecinos del municipio viven bastante al margen de muchas actividades que se llevan a cabo. Los puedes ver en momentos puntuales del calendario anual como pueden ser el shopping night o el concierto de un grupo consagrado en el Botafoc. En el resto del año te tienes que conformar con su existencia cuando te los encuentras en los parkings de alguna gran superficie comercial en El Vendrell. Aparte de esta cruda realidad, se da la casualidad de que esta falta de implicación de muchos de estos vecinos que han convertido la villa en ciudad dormitorio no participan en sus estructuras asociativas. Hay muchas entidades, pero la mayoría son minoritarias y cuando pasa algo que sale de la normalidad tienen que recurrir a la caja pública para que les ayude a hacer realidad sus proyectos. Su poder es exiguo y algunas de estas están fuertemente politizadas por alguna corriente política del municipio. El Vendrell ha vivido un fuerte endeudamiento público en la época dura de la burbuja inmobiliaria que le ha obligado a reducir la inversión al mínimo y a llevar una política de cerrajero 24 horas en caso de urgencia en muchos de los aspectos municipales. El modelo Vendrell es una caja mágica donde se ponen todos los ingredientes con un envoltorio mediático y atrevido, pero a la hora de la verdad miramos a su fondo y miramos que no hay nada. Para su diseño hemos utilizado varios proyectos de planificaciones del territorio que se han quedado en el papel sin posibilidades de hacerse realidad. Si rascamos un poco la realidad veremos que no hay casi ninguna posibilidad de movimiento en las diferentes propuestas políticas porque todo el mundo se conoce demasiado y entonces con miedo de avanzar tres casillas, pero en la próxima partida tengas que retroceder cinco casi no hay movimientos en el marcador. Se aprueban mociones municipales como se escriben cartas a los Reyes Magos, pero aquí no están los papas. Hasta que no entre un partido o una persona en el consistorio que sea capaz de romper toda una red de relaciones viciadas por los años y cerrojos: amistades, familiares, intereses, empresas amigas no avanzaremos ni un centímetro. Estamos en la versión wifi censurada de la restauración española Una especie de Práxedes Mateo Sagasta y Cánovas del Castillo con una mentalidad de pueblo (en el sentido de aquí mando yo y punto) que no lleva a ninguna parte. Una capitalidad comarcal que debería ir como una locomotora de la comarca y en muchos aspectos se ha puesto irremediablemente en el vagón de cola porque otros municipios más pequeños han decidido ir a la suya y marcar su propio modelo que en muchos casos ha sido mucho más exitoso que el de la comarca. Este es el Vendrell que tenemos y que disfruta, una parte de él, de su fiesta mayor y de sus fiestas del barrio, pero muchos otros viven totalmente al margen de estos actos centrales festivos de la villa. No hace falta que hablemos de la Feria de Santa Teresa y Turismar que está anclada hace años en un camino sin salida con pequeños rasgos particulares que tienen mejor acogida que la parte central de la muestra. En el modelo Vendrell te resulta más económico una comida de menú que pagar el estacionamiento mientras estás en la mesa. Miquel Casellas