Esta que hoy finaliza es la duodécima semana que vivimos pendientes de la evolución de una crisis sanitaria de alcance planetario que nos ha cambiado la vida mucho más allá de lo que habíamos sido capaces de prever hace tan solo tres meses. Estamos aprendiendo a convivir con el virus y las medidas de seguridad que necesitamos para frenar su expansión en casa, los lugares de trabajo, la calle y las administraciones. Ya escribí que la Covid-19 nos estaba obligando a replantear nuestras prioridades, las públicas y las privadas, y creo que todos lo estamos observando en nuestros entornos; pero así como es lógico que nos resistamos de entrada a darnos dos besos o la mano, hay quien también está mostrando una cierta falta de agilidad al entender que muchas cosas ya no serán como antes y que es necesario reordenar actitudes y predisposiciones que, de hecho, antes del coronavirus ya ocupaban también algunos espacios de reflexión crítica.
En estas semanas no ha faltado quien exigía una lluvia de millones a diestro y siniestro como forma de paliar unos efectos económicos negativos por el obligado parón del planeta que nos ha impuesto el virus. Pero es que, si somos justos, esta lluvia de millones tampoco ha faltado, pero ya conocemos el dicho: nunca llueve a gusto de todos. Con la economía prácticamente paralizada como nunca antes habíamos visto dos generaciones de personas, no ha sido fácil para nadie saber encontrar el punto exacto en el que se debían movilizar el dinero público.
En el caso de la Diputación de Lleida, nos han movido dos principios: dotar de liquidez a los entes municipales, para facilitar que sean los pueblos los que inyecten el dinero en sus entornos socioeconómicos más inmediatos, y no detener las otras líneas de subvenciones que ya teníamos previstas pero que restan efectivamente 'contagiadas' por los efectos de la pandemia. Establecer prioridades equivale a retrasar algunas líneas de acciones no tan prioritarias con el fin de dar agilidad a las que entendemos como más urgentes. Y mientras tanto, preparar los tiempos de recuperación que confiamos poder iniciar pronto.
Ya antes de esta crisis, muchas personas y colectivos con quienes me reunía me han oído decir una frase que quizás suena áspera pero es irrefutable: el presupuesto de la Diputación de Lleida también es finito. Pero, además, debe ser transparente y ajustado a las necesidades que debe cubrir. Y no todas las administraciones debemos hacerlo todo, porque correríamos el riesgo de dejar de hacerlo todo a base de responder solo a impulsos en caliente. Creo en un cuerpo público colaborativo, e incluso federal, en el que cada administración debe hacerse cargo de sus competencias propias y asumir las llamadas impropias cuando razones extremas así lo requieran.
El principal objetivo que impulsa el Plan de Choque de la Diputación es que los ayuntamientos no detuvieran la contratación de servicios a sus proveedores, mayoritariamente empresas locales cuyos trabajadores suelen ser vecinos de las mismas localidades. Y el mundo local de las tierras de Lleida, el Alt Pirineu y el Aran se ha comprometido en esta tarea, porque nadie como una alcaldesa o alcalde sabe lo que supone que su pueblo se paralice, y no nos lo podíamos permitir.
Gracias al esfuerzo de las estructuras de salud del país, podemos respirar un poco respecto de la crisis sanitaria y ahora por ahora nos toca abordar la económica. Es una de las otras cosas que estábamos preparando, especialmente desde los patronatos de Turismo y de Promoción Económica. Los dos lanzarán ahora campañas de promoción del consumo local, tanto turístico como de todo tipo de servicios. Hay quien pensará que este dinero, que es mucho sumados los dos patronatos, estaría mejor destinado a ayudas directas. Pero la verdad es que, repartidos entre todos los actores económicos del territorio, la ayuda no sería lo suficientemente importante para cada una de las empresas.
De la campaña que el Patronato de Promoción Económica hará pública a partir del lunes en la práctica totalidad de los medios escritos, radios, webs y televisiones de todas nuestras comarcas −"de la plana al Pirineo", como dice uno de sus eslóganes− quisiera destacar la sensibilidad que ha sido capaz de recoger el equipo creador: más de 50 experiencias reales de pequeños establecimientos locales que nos explicarán, sin poner ficción, cómo han podido superar el bache personal y económico de estos meses de la Covid-19 porque han tenido la suerte de tener cerca a sus vecinos. Sé que algunas de las historias nos conmoverán: Laura de la Pobla, Jordi de Bell-lloc, Julita de la Fuliola o Josep Ramon de Alcarràs saben de primera mano lo que significa el hashtag que popularizarán, #jopertuitupermi.
Estoy convencido de que el conjunto de nuestro empresariado se beneficiará mucho más de este esfuerzo por inundar el espacio público de la necesidad de consumir los productos que elaboran nuestros propios vecinos, redescubrir nuestras comarcas más cercanas y apostar por poner en valor aquello que conocemos y, por tanto, sabemos de su calidad a pesar de que no tengan detrás una marca regada con millones de publicidad. Tenemos la suerte de tenerlos cerca, tenemos la suerte de teneros cerca. Que vuestra lluvia de experiencias nos ayude a comprender el auténtico valor de la proximidad.
Joan Talarn i Gilabert
Presidente de la Diputación de Lleida y alcalde de Bellvís