El Instituto de Estudios Ilerdenses ha ofrecido este miércoles una visita guiada a la exposición ‘N-II. Un museo imaginario ‘, una muestra que se puede ver en la sala La Gótika hasta el 8 de diciembre. La visita ha corrido a cargo del propio artista, el fotógrafo Santos Montes, y del historiador especializado en la N-II, Humbert Ros, que ha colaborado en el proyecto.
‘N-II. Un museo imaginario’ es un recorrido fotográfico de Santos Montes por una carretera en desuso como es la Nacional-II, y que se ha materializado en una exposición conceptualizada por la Fundación Vila Casas, producida por el IEI y que se instaló en La Gótika el pasado 11 de octubre.
Santos Montes considera que la N-II es “un espacio de decadencia” que, en su momento, vivió una gran actividad, pero que, al dejar de existir como vial, económicamente supuso un desplome para la zona. La exposición se articula como un ejercicio de contemplación poética del paisaje que ha quedado tras aquel descenso.
En sus fotografías, Santos Montes (Santander, 1949) trasciende la nostalgia de lo que se ha perdido para focalizarse en la potencia creativa de lo que ha dejado de tener su función original. De esta manera, el autor vuelve a visitar la antigua arteria que fue la carretera N-II, con puntos especialmente atractivos para Santos Montes, como es la zona entre Bellpuig y Bell-lloc, que es “una mina fotográfica”. Todo ello reflexionando sobre la huella del hombre en el paisaje, la mutabilidad de nuestro entorno y la transitoriedad de todo ello, y lo hace a través de una seguidilla de fotos y tres vídeos con entrevistas con gente de la zona, uno de los cuales es el propio Humbert Ros.
Por su parte, Humbert Ros añade a su condición de historiador la de vecino de la zona y aficionado a los coches antiguos, y un tema, la antigua N-II, que siempre le ha interesado y del que es un gran conocedor. Es a partir de ahí que entró en contacto con Santos Montes, a quien ofreció detalles que hoy ha compartido con los visitantes de la exposición. Por ejemplo, que el concepto N-II salió a raíz de un ministro de Franco que, en 1939, al acabar la Guerra Civil, quiso reordenar las nomenclaturas de las diferentes carreteras. Aquella denominación no cuajó demasiado, dado que la gente de la zona siempre decía “la carretera de Zaragoza” o “la carretera de Barcelona“, según la dirección que tomara. En cualquier caso, Ros considera que exposiciones como esta deben servir para que “no se pierda la carretera”, un vial que tiene unas particularidades constructivas muy especiales y que sería una lástima que quedaran completamente engoladas por la maleza.
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