La agricultura del Neolítico al oeste del Mediterráneo sería muy parecido a la actual

Los primeros campesinos del Mediterráneo occidental, hace unos 7.000 años, seleccionaban los suelos más fértiles disponibles, cultivaban variedades de cereales muy parecidas a las tradicionales cultivadas durante el siglo XX y ya usaban de forma moderada estiércol de animales domésticos.
Así lo afirma una investigación donde ha participado la Universidad de Lleida (UdL) que acaba de publicar la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

En el estudio, liderado por la Universidad de Barcelona (UB), también ha participado personal investigador de la unidad de investigación conjunta CTFC-Agrotecnio, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Valencia, el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), la Universidad de Basilea (Suiza) y el Instituto Arqueológico Alemán.

Comprender los detalles de la explotación del nuevo sistema de subsistencia agrícola es fundamental para entender el proceso más general de cambio económico, cultural y social del Neolítico.
El nuevo trabajo “apuntala los modelos arqueológicos existentes de difusión de las prácticas agrícolas en el occidente del Mediterráneo, basada fundamentalmente en la migración de los antiguos agricultores. En especial, denotan un campesinado consolidado en términos de buenas condiciones agronómicas y características evolucionadas de los cultivos en el momento en que la agricultura llega al oeste del continente”, subraya el catedrático de la FGSHSCSP e investigador de la unidad conjunta CTFC-Agrotecnio, Jordi Voltas.

El equipo, encabezado por el catedrático de la UB e investigador de Agrotecnio Josep Lluís Araus, ha analizado restos del yacimiento neolítico de la Draga (Banyoles): 318 cariopsis (grandes) de trigo, común (Triticum aestivum) y duro (Triticum durum); 27 granos de cebada (Hordeum vulgare subsp.
distichum ) y 22 restos de carbón vegetal de roble (Quercus sp.).
Después las han comparado con las de 17 asentamientos de la misma época en la península Ibérica y Francia; así como con muestras agrícolas actuales.

El personal investigador ha aplicado técnicas de reconstrucción paleoambiental y arqueobotánica para identificar las condiciones de este poblado, testigo de las primeras sociedades agricultoras y ganaderas peninsulares.
Los isótopos de carbono (Δ¹³C) y de nitrógeno (δ¹⁵N), así como la estimación del peso de los cariopsis, han permitido reconstruir las características del cultivo, las condiciones de gestión y el rendimiento alcanzable.

Los resultados sugieren que el principal factor que contribuyó a aumentar el rendimiento fue garantizar una gestión adecuada de los cultivos en términos de agua y nutrientes.
“Las condiciones de crecimiento y la prevalencia de rasgos de cultivo mejorados indican que la agricultura estaba bastante consolidada cuando llegó al extremo occidental de Europa desde el Creciente Fértil, en el Oriente Medio”, afirman los autores del artículo. “Esto sugiere una evolución de los métodos y el material genético a lo largo de su migración por el continente”, añaden.

Además, los resultados avalan que el peso del grano y la morfología de las espigas eran comparables a los cereales contemporáneos.
“Las condiciones de cultivo parecen haber sido favorables, posiblemente por una elección deliberada por los agricultores de los terrenos más adecuados. Los cultivos no parecen ser demasiado diferentes de las variedades tradicionales que se han cultivado en los milenios siguientes”, destaca Araus.

Las especies que se cultivaron principalmente en la Draga son el trigo duro y el casco.
Adicionalmente, aparece también la cebada desnuda -siempre en pequeñas cantidades- y de manera puntual, algunos restos de espelta pequeña, espelta gemela y trigo Triticum timopheevii.
Además, las proporciones entre los cereales durante las fases de ocupación prácticamente no varían.
En torno al yacimiento crecía una vegetación bastante diferente de la que encontramos ahora. El robleda y los bosques de ribera donde abundaban los laureles habrían dominado el paisaje.
Este tipo de vegetación requiere condiciones climáticas más húmedas que las actuales.