Los arqueólogos han recuperado ánforas de hace 2.000 años con restos de salazones y han hecho un hallazgo singular en el segundo barco romano hundido en las islas Formigues. Que la madera de la nave se haya conservado a lo largo de los siglos ha permitido localizar lo que en arquitectura naval se conoce como el rayo de Júpiter. Un sistema para unir la quilla con la roda de popa y de proa donde las maderas hacen un zigzag, recreando el atributo que representaba al dios de dioses. El del Formigues II se ha encontrado en muy buen estado de conservación. Para profundizar en la historia de esta nave del siglo I a.C. y saber cómo trabajan los arqueólogos, el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC) ha recreado su hundimiento en 3D dentro de la exposición 'Naufragios. Historia sumergida'.
El fondo marino de las islas Formigues, en el Baix Empordà, atesora dos barcos de época romana. El primero, bautizado como Formigues I, transportaba vino y data de mediados del siglo I a.C. El otro derrelicto, el Formigues II, se hundió en este mismo lugar pocos años después, durante una tormenta que proyectó la nave contra el archipiélago.
Este barco, construido durante el último cuarto del siglo I a.C., no tan solo conserva el cargamento de ánforas; el fondo marino que lo ha resguardado durante más de dos milenios también ha preservado la madera del casco. Transportaba salazones y salsas de pescado procedentes de la Bética -la actual Andalucía- y seguramente, su puerto de destino era el de Arlés o el de Narbona.
El Formigues II se ha convertido en el primer yacimiento subacuático de la Península situado a profundidad que se excava con metodología científica. Es decir, no se han hecho solo prospecciones o extracciones sistemáticas; a pesar de encontrarse casi a 50 metros de profundidad, los arqueólogos trabajan como si lo hicieran en tierra firme. Pero con todos los hándicaps de lo que supone hacerlo bajo el agua.
Campaña tras campaña, los arqueólogos han ido descubriendo los secretos que guarda el Formigues II. "Debemos tener presente la profundidad a la que se encuentra el yacimiento; esto hace que los trabajos sean muy lentos y que aún nos quede mucho por conocer de este barco", explica a la ACN la responsable del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña (CASC), Rut Geli.
Este año, la excavación se ha centrado en la parte de la popa del derrelicto. Y ha sido aquí cuando, después de retirar las ánforas y dejar la madera del barco al descubierto, los arqueólogos han podido estudiar parte de su arquitectura naval. Han localizado la base de uno de los puntales que aguantaban la cubierta de la nave y, sobre todo, han hecho un hallazgo singular: el rayo de Júpiter. "Es una unión muy elaborada y sólida, que entronca la quilla, el principal eje longitudinal del barco, con la roda de popa", concreta Geli.
Para conseguir que las dos maderas acabaran fundiéndose en una sola, se encajaban mediante un zigzag. De aquí, precisamente, es de donde toma el nombre este sistema de construcción naval (porque la forma recuerda el rayo que identificaba al padre de los antiguos dioses).
Moneda como ofrenda
Que los romanos utilizaban este sistema en sus astilleros ya se sabía. Se han encontrado otros rayos de Júpiter en derrelictos del Mediterráneo, pero el del Formigues II es singular porque está en muy buen estado de conservación. Según destaca Geli, además, "tendrá características propias que debemos estudiar, ya que este sistema de unión no se hace siempre exactamente igual".
Rut Geli, además, explica que algunas veces, a la hora de encajar el rayo de Júpiter, "en medio de esta unión se ponía una moneda votiva, una ofrenda para invocar la buena suerte durante la navegación". Y precisamente, descubrir si el Formigues II llevaba una o no es lo que ha quedado pendiente para una próxima campaña. "Lo sabremos este 2023", concreta la arqueóloga en la ACN.
Jurel, caballa y bonito en salazón
Con moneda o sin ella, durante aquella tormenta los dioses no fueron propicios y el barco acabó hundiéndose. Pero ahora, 2.000 años después, los restos de aquel naufragio vuelven a resurgir. A las ánforas que los arqueólogos del CASC ya habían recuperado del fondo del mar, en esta última campaña se han añadido 25 más de completas (dejando de lado los fragmentos que también han extraído de las profundidades).
Todas iban estibadas en la parte de popa y no transportaban salsa de pescado, sino salazones. Son ánforas béticas del tipo Dressel 7 y 10. En su interior, mezclados entre los sedimentos, se han encontrado escamas y restos de pescado. Según concreta la responsable del CASC, su estudio ha permitido documentar "que unas ánforas contenían jurel en salazón, otras caballa y hay unas terceras que parece que llevarían bonito".
Aquí, los estudios de ictiofauna, y también la paleobotánica, ayudarán a saber qué contenían las ánforas. De hecho, en las del Formigues II ya se ha hecho un hallazgo único en el Mediterráneo. Porque el año pasado, por primera vez, se documentó que las ánforas se revistieron con resina de cistus o estepa negra (en vez de resina de pino). Un arbusto aromático muy apreciado en la Antigüedad para hacer perfumes o medicinas, pero del cual se desconocía también el uso para preservar alimentos.
El naufragio, en 3D
Más allá de la investigación, la arqueología también es difusión. Y precisamente, el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC) se adentra en el mundo de los yacimientos subacuáticos a través de la exposición 'Naufragios. Historia sumergida'. En la muestra, que se alargará durante todo el 2023 y que se puede ver en la sede del museo en Barcelona, el Formigues II tiene parte de protagonismo.
Gracias a las nuevas tecnologías, el MAC ha recreado en tres dimensiones cómo fue el hundimiento del barco. En el vídeo se ve cómo la nave golpea contra las rocas del archipiélago durante una tormenta, cómo se hunde y de qué manera quedó depositada en el fondo hasta que los arqueólogos llegaron al yacimiento en 2016.
"La información que hemos ido recogiendo durante estos años nos ha ayudado a hacer esta recreación", explica uno de los arqueólogos subacuáticos del CASC, Joan Mayoral. "Las imágenes muestran más o menos las dimensiones y la forma que tendría el barco, y cómo a raíz de un temporal que venía del norte, la nave fue empujada contra uno de los islotes por la tormenta", añade.
La reconstrucción en 3D se complementa con imágenes de las excavaciones subacuáticas, y con ánforas recuperadas del fondo del mar (que se pueden ver in situ en la sala del museo). El Formigues II, sin embargo, no es el único yacimiento emblemático que se expone.
'Naufragios. Historia sumergida' también recrea los hundimientos y las campañas arqueológicas que se han hecho en dos derrelictos más. El Deltebre I, un barco de transporte del siglo XIX que se hundió en el delta del Ebro durante la Guerra del Francés, y el Culip IV, un barco romano descubierto en el Cap de Creus en 1984 (y que se convirtió en el primer yacimiento subacuático de la Península a ser excavado por un equipo de arqueólogos con metodología científica y de manera completa).
La exposición, además, profundiza en la historia de la arqueología subacuática en Cataluña y expone una selección de más de 200 objetos procedentes de las excavaciones hechas por el CASC durante las tres últimas décadas. Algunos de ellos, inéditos. La escenografía de la muestra, que ocupa 1.000 metros cuadrados de la sede del MAC, evoca precisamente un fondo marino. "Lo que se quiere es que sea inmersiva, que el espectador se adentre dentro del mundo de la arqueología subacuática y la vaya descubriendo", concluye Joan Mayoral.
