El pasado sábado, el Museo del Corcho inauguró la exposición “Bellos bosques viejos”. Se trata de una propuesta del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa que cuenta con una treintena de fotografías de Pep Sau de los bosques viejos de toda Cataluña. La exposición quiere concienciar sobre la conservación de los bosques centenarios y se podrá visitar hasta el 9 de julio.
La exposición Bellos bosques viejos, nace en 2020 cuando la Agrupación Naturalista y Ecologista de la Garrotxa (ANEGx), con el apoyo del Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural de la Generalitat de Cataluña, impulsó el Proyecto SIMBIOSI que proponía la revalorización de los bosques maduros. Con este objetivo se llevaron a cabo diversas acciones para sensibilizar a la población sobre la importancia de la conservación de estos bosques a través de materiales y acciones para promover su estima y también, de la mano del sector sanitario, se promovió su potencial terapéutico.
La muestra está formada por más de una treintena de fotografías de los bosques viejos de Cataluña. Desde los alcornocales cerca del mar hasta los abetales del Pirineo, pasando por los bosques de ribera que recorren ríos y arroyos a lo largo de nuestro territorio. Se complementa con un libro, diversos poemas y una composición visual, editada por Ferran Font.
Tal y como dice Anna Sanitjas, directora general de Ecosistemas Forestales, “los bosques de Cataluña atesoran vida, trabajo y esfuerzo de aquellas personas que trabajan en ellos, que los gestionan y conservan. Bosques que nos ayudan a afrontar la emergencia climática; por su resistencia a la sequía, la capacidad de almacenamiento y fijación de dióxido de carbono”.
Esta exposición remarca el valor de estos espacios desconocidos y a la vez tan necesarios. De hecho, en el sector mediterráneo, el conjunto de seres vivos y sus relaciones son producto de una gestión secular de la masa forestal y, hoy, el bosque que nos rodea no es virgen sino que existe la huella de la intervención humana a lo largo de la historia.
En cambio, tal y como dice Joan Montserrat, técnico forestal del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, “los bosques maduros son excepcionales porque son naturales, han alcanzado una edad centenaria sin perturbaciones significativas y tienen una riqueza excepcional tanto en especies animales como vegetales”.
Así pues, se convierten en un nicho ecológico único donde se reúnen taxones especializados propios de los bosques más evolucionados con otros colonizadores que viven en los claros provocados por la caída de los árboles viejos. La caída de un árbol viejo da paso al renacimiento del bosque. La descomposición del tronco da vida a multitud de organismos que lo transformarán en los nutrientes indispensables para alimentar a los árboles más jóvenes en una dinámica cíclica y en un equilibrio que pocas veces encuentran en la naturaleza intervenida. El conocimiento de la dinámica natural de estos bosques debe ser la base para gestionar de una manera sostenible el resto de bosques del país.