La Audiencia de Barcelona ha condenado a 9 años de prisión a un entrenador de fútbol de Sant Joan Despí por abusar sexualmente de forma continuada de una adolescente de 16 años a la que entrenaba. El hombre negó los hechos, pero la versión persistente de la víctima y varios mensajes de Whatsapp han convencido al tribunal.
El acusado habría controlado totalmente la vida de la chica, a la que obligaba a llamarle "papá", era su representante legal, tenía acceso a su dinero y acabó violándola varias veces. La menor llegó a España en 2008 procedente de Marruecos con la familia, que se estableció en Sant Joan Despí.
El hombre ejercía funciones de organización y entrenamiento en un club de fútbol femenino entre 2010 y 2011, cuando tenía unos 40 años. Allí conoció a la víctima, que tenía entre 13 y 14 años. Como la chica vivía cerca del club, la llevaba a menudo a casa y la relación se estrechó y también con su familia, de origen magrebí. Llegó a asumir "responsabilidades pseudoparentales". De hecho, el 1 de marzo de 2012 el padre de la chica firmó un documento que otorgaba al acusado la capacidad de representación de la niña ante todas las instituciones privadas de España. También consiguió ser cotitular de una cuenta bancaria de la menor. De hecho, el hombre hacía que la chica le dijera "papá" incluso en público. El hombre iba a menudo a casa de la chica y la menor también iba a menudo a casa del hombre, donde también tuvo una relación estrecha con la mujer y la hija del acusado.
La sentencia dice que la relación era "de contenidos claramente desproporcionados e incluso extravagantes", que llevó al hombre y a la menor a caer en un "estado de dependencia afectiva y emocional". De 2013 a 2015 el hombre pasó de tener ascendencia sobre la chica solo profesional a tenerla en todos los sentidos, y ejercía una "presencia constante, autoridad y control sobre todo lo que hacía ella". De hecho, el tribunal considera que el control era muy superior al habitual entre unos padres y su hija adolescente, porque incluía el chantaje o la amenaza permanente de cortar la relación o dar determinadas informaciones a sus padres. Incluso la amenazó con matarla o dejarla embarazada.
A finales de la primavera de 2013, cuando la menor tenía 16 años, el hombre empezó a mostrar su deseo sexual hacia la menor. Primero le dio un beso en la boca, otro día le dijo que le tocara el pene dentro del coche, pero la chica pudo huir. En enero de 2014 el hombre violó analmente a la menor en su piso, y la chica tuvo que ir a urgencias del hospital. En aquella ocasión y cinco más en el hospital Moisès Broggi de Sant Joan Despí, la chica fue diagnosticada de "dolor abdominal" entre junio de 2013 y noviembre de 2015, siempre ocultando el origen del dolor.
La sentencia relata que las violaciones anales fueron continuas y después pasaron a ser vaginales. Las agresiones ocurrían tanto en el piso de él, como en su coche e incluso en un descampado, siempre contra la voluntad de la chica y bajo amenazas. Las agresiones pararon cuando en diciembre de 2014 la madre de la chica sorprendió al acusado acariciando los pechos de la menor en la habitación de ella.
En febrero de 2015 la chica intentó suicidarse con una sobredosis de ansiolíticos, cosa que en noviembre siguiente repitió. Esta segunda vez sufrió una lipotimia y fue atendida en el hospital, donde confesó las agresiones sexuales a una hermana y una amiga. La chica sufre desde entonces estrés postraumático, insomnio, intentos de suicidio y dificultades para relacionarse, entre otros.
En el juicio, el acusado atribuyó el relato de la víctima al resentimiento, porque él habría querido dejar de cubrirla ante la familia cuando empezó una relación con un chico. El acusado aseguró ante el tribunal que no tuvo relaciones sexuales, ni con consentimiento ni sin él, con la víctima, y negó haber estado solo en casa con ella. También afirmó que no se quedaban solos en el coche cuando la llevaba a casa después de los entrenamientos, ya que había más jugadoras.
En cuanto a los mensajes de móvil que le envió, respondió que no estaban bien extraídos del dispositivo, no los recordaba o bien dio algún tipo de explicación, como uno en el que afirmaba que estaba "enamorado" y dijo que se refería a su pareja.
Por todo ello, el tribunal le condena a nueve años de prisión por un delito de agresión sexual y le impone también 14 años de prohibición de acercamiento y comunicación con la víctima, libertad vigilada durante cinco años después de salir de prisión y tres años de inhabilitación para ejercer cualquier cargo que conlleve contacto regular y directo con menores. Además, deberá pagar 50.000 euros a la víctima por los daños morales. El hombre ha quedado absuelto del delito de apropiación indebida.