Un nuevo paradigma ha aparecido en el ICIQ, demostrando que unas nuevas moléculas magnéticas pueden guardar información a temperatura ambiente. Un hecho que parecía imposible es ahora una realidad.
Para evaluar la magnitud de este descubrimiento podemos tomar como referencia los discos duros actuales que hacen funcionar nuestros ordenadores. En un disco de unos 10 cm de diámetro somos capaces de almacenar un Terabit, lo que es lo mismo, un millón de millones de bits. Con el tamaño de estos bits moleculares podríamos llegar a almacenar el equivalente a 1000 Terabits o mil discos duros actuales, ocupando la misma superficie.
El ahorro en espacio y energía es potencialmente enorme. En los discos duros que conocemos, un campo magnético se encarga de escribir o borrar la información. Las moléculas que nos incumben en este nuevo trabajo científico funcionan de la misma manera. A día de hoy, las moléculas representan la unidad de miniaturización definitiva, pero hasta ahora, en la comunidad científica, se consideraba imposible mantener el efecto memoria magnética en el ámbito molecular, ya que este se pierde rápidamente como consecuencia de fenómenos térmicos.
Por ejemplo, para exhibir esta propiedad, los imanes unimoleculares (SMM; del inglés Single Molecule Magnets) requieren temperaturas extraordinariamente bajas (– 193 ºC). En este trabajo, publicado en la revista Chem se demuestra que el efecto memoria en una molécula tiene lugar incluso cuando esta se encuentra disuelta y en condiciones ambientales. Esto se ha confirmado gracias a múltiples evidencias experimentales, entre las cuales destacan técnicas magnéticas y espectroscópicas.
Estos resultados representan el éxito del trabajo en equipo de casi ocho años, de los grupos del prof. José Ramón Galán-Mascarós, la prof. Mónica H. Pérez-Temprano y el prof. Julio Lloret-Fillol. Para la explicación de este descubrimiento también se ha contado con cálculos teóricos realizados por el prof. Eliseo Ruiz (Universidad de Barcelona).
“Las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias, que solo nos pueden ser dadas gracias al esfuerzo complementario de múltiples técnicas y experimentos. El ICIQ lideró el proyecto, pero también tuvimos la suerte de reunir un equipo único e interdisciplinario”, dice Galán-Mascarós. “Nuestra amplia experiencia en Resonancia Magnética Nuclear para dilucidar los mecanismos de reacción fue clave para investigar este nuevo fenómeno. Un problema muy diferente que pudimos abordar con éxito abriendo nuestras mentes, tratando de pensar más allá”, concluye la Prof. Pérez-Temprano
El comportamiento de estas moléculas estaba prohibido según la teoría clásica admitida hasta el momento. Aunque la teoría anterior no está siendo refutada, la aparición de esta propiedad molecular, totalmente inesperada, no se había podido explicar hasta ahora. El descubrimiento de este proceso es ahora ciencia básica de laboratorio, pero estos resultados abren un abanico de posibilidades para el almacenamiento de datos moleculares a temperaturas tecnológicamente relevantes. Se ha descubierto una nueva forma de almacenar información multifuncional (óptica o magnética) y todo apunta a que se trata de la punta de un gran iceberg para futuras tecnologías. Lo imposible es la ciencia que aún no se ha descubierto y en el ICIQ un imposible ha pasado a ser ciencia.
