La falta de inversión perpetúa las afectaciones por cáncer en el cuerpo de Bomberos

09 de enero de 2021 a las 13:11h

A pesar de la evidencia, la Dirección de Bomberos de Barcelona sigue sin fomentar la conciencia, el primer escalón en la escala de la prevención de riesgos laborales graves. A falta de un número más elevado y preciso de cifras y estadísticas, nadie puede negar la evidencia y el rigor de las investigaciones que han proliferado a lo largo de la última década en países como Estados Unidos, Australia, Canadá, Finlandia, o finalmente, en Bélgica. El país centroeuropeo hacía públicas el pasado mes de diciembre unos datos muy clarividentes, derivadas de una nueva investigación que tomaba como hipótesis inicial el hecho de que los uniformes antiincendios podían ser la principal fuente activa de contaminación por sustancias tóxicas derivadas de la combustión. Con el objetivo de comprobar este planteamiento se dejó que diez bomberos mantuvieran puestos, durante las cuatro horas posteriores a una actuación, sus trajes de protección. Se les tomaron en este punto muestras de orina, que fueron comparadas con sus niveles habituales. El resultado fue, de media, un incremento del 48% en el cómputo de compuestos nocivos detectados. En mayor proporción se trataba de benceno o hidrocarburos diversos. Ya hace tiempo que los casos de cáncer de próstata, de riñón o de pulmón, en mayor grado, son detectados a largo plazo sobre todo en bomberos ya retirados. La ciencia ha explicado de manera clara que una combustión, un incendio, origina en condiciones neutras, vapor de agua y dióxido de carbono, en detrimento del oxígeno consumido. Unos subproductos a los que se pueden sumar otros altamente perjudiciales en gran concentración, en el caso de que esta quema tenga lugar en edificios antiguos, en ambientes cerrados, en fábricas de productos diversos o en medio de materiales fósiles inflamables. Unas circunstancias que hacen que compuestos derivados como el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno o el cianuro de hidrógeno, extremadamente tóxico, puedan ser liberados y mezclados con metales pesados, partículas en suspensión u otros productos químicos. Las máscaras de oxígeno fueron un gran avance en los años 80 para normalizar la protección durante las tareas de extinción ante la inhalación de humos. A día de hoy, sin embargo, nadie aún no ha evitado que los materiales líquidos o sólidos impregnen los trajes, y que debido a la falta de medidas preventivas, estos penetren en la piel al cabo de un tiempo y finalmente, dentro del organismo. Establecer unos protocolos de actuación, existentes ya en muchos otros países, se ha convertido en prioridad dentro de las demandas sindicales de un cuerpo de bomberos que observa con impotencia la ignorancia de una dirección que, excusa tras excusa, es incapaz de establecer un modelo coherente, sólido y profesional, y sigue poniendo en serio riesgo consecuentemente, la vida de miles de empleados públicos que realizan una tarea social imprescindible. En medio de un convenio laboral que habrá que renegociar de ahora en adelante, y en medio de otras demandas coherentes como la compensación por el salario de las guardias que se perderán por la incorporación de nuevos trabajadores, la administración ha privatizado servicios, como el 112, que depende desde el año 2017 de las normas de una empresa privada, el Grupo Norte, con dos casos de fraude que investigan a su presidente, José Rolando Álvarez Valbuena, y con varias deudas económicas, que la impulsan a reducir costes laborales en lugar de primar la calidad de la atención. El Ayuntamiento, sin embargo, no ha avanzado en formación ni en prevención, y después de 10 años de incertidumbre, sigue sin aclarar qué pasará con el Parque de Bomberos del Eixample, reubicado de manera provisional desde 2010 en los Jardines de Joan Miró, con motivo y excusa de la construcción de una nueva infraestructura en beneficio del Hospital Clínic en el antiguo solar del número 178 de la calle Provenza. Unas dependencias que aún están pendientes de ejecución, mientras que las nuevas han sido declaradas ilegales por urbanismo y tienen pues marcada ya una fecha indefinida de caducidad. "Hay menos recursos, pero sobre todo hay, en estos momentos una crisis absoluta de modelo", asegura Oriol Salvador, portavoz de Comisiones Obreras de Bomberos de Barcelona. "Antes de pedir una furgoneta nueva o nuevos trajes hay que concienciar a través de una formación continuada, que brilla por su ausencia. Para avanzar hay que primero mentalidad, y después sí, establecer unos protocolos y finalmente disponer el nuevo material que sea necesario". Se le han hecho llegar a Dirección todos los estudios existentes en materia preventiva. Documentos recientes recomiendan el uso de guantes y máscaras adicionales durante la manipulación de equipos empapados de sustancias derivadas de un incendio. También cambios de ropa o duchas inminentes y una formación más esmerada. De momento, en el Parque sólo hay un armario con trajes nuevos. Y los únicos carteles y documentos que advierten del peligro de mantener largo rato los mismos uniformes, no los ha hecho la dirección, sino los mismos empleados ante la inoperancia de la parte administrativa. Una falta de rigor y voluntad que entre otras cosas, ya ha costado graves enfermedades, y que, si hacemos caso de los datos reportados, seguirá comportando con toda probabilidad a menos que se actúe como corresponde, 5, 7 o quién sabe, 10 años de vida, a miles de funcionarios públicos necesarios, que arriesgan la salud para salvar a otras personas, y que sólo piden hacer su trabajo con la seguridad que ya empieza a valorarse de manera prioritaria en otras ciudades como son Madrid, Bruselas, Helsinki o Nueva York.

Sobre el autor
C CIUTAT
Redacció
Ver biografía
Lo más leído