La supermanzana literaria de Barcelona ha crecido este año y va camino de asentarse como una nueva tradición de Sant Jordi. Después de la acogida del año pasado, este plan de peatonalización puntual ha crecido en dirección montaña, por Gràcia, y hacia el mar, por La Rambla. Comerciantes y vecinos opinan que este espacio se está consolidando como nuevo epicentro del día a pesar de las aglomeraciones y los momentos de caos vividos puntualmente esta mañana en zonas donde había circulación de coches, como la calle Aragó.
El buen tiempo y el hecho de que la jornada fuera en domingo ha sumado más visitantes al corazón del Eixample. Con más espacio para caminar, se han multiplicado los que curioseaban entre puestos de libros y rosas, estands de partidos políticos y grupos de turistas.
"Es muy bonito ver a toda la gente en la calle", explicaba desde la calle Mallorca Pere, un vecino de la capital catalana que apostaba por aplicar esta idea en otras jornadas de marcado carácter ciudadano, como la Mercè o la Diada del 11 de septiembre. "Esto se tiene que mantener e incluso ampliar", reconocía mientras paseaba por los alrededores del paseo de Gràcia. No muy lejos, Xavier destacaba también "el ambiente fantástico" que se generaba con calles convertidas en zona de peatones y la comodidad de tener espacio para caminar más allá de las aceras.
"Creo que es muy buena idea, hay gente y es una manera de que se reparte más, se puede caminar y mirar paraditas", añadía Roser, venida desde Terrassa con su amiga Sheila. Para Bàrbara, de la floristería Singular de Sarrià, el modelo de la supermanzana literaria funciona y está bien organizado. "A nosotros nos va bien porque la gente sí que pasea, mientras que en La Rambla o paseo de Gràcia se acumulan. Aquí todo es más tranquilo", resaltaba desde la parada de rosas que había instalado en plena calzada.
Para Bàrbara, Sant Jordi es un día tan fuerte, comercialmente hablando, que sería grande con supermanzanas o sin. Por otro lado, celebra que en esta zona de calles cortadas con bloques de hormigón y vallas de control sólo se puedan vender rosas los floristas profesionales. Esto contrasta con el resto de la ciudad, donde las esquinas, los chaflanes y las plazas se han llenado de vendedores improvisados, sean particulares o de asociaciones y entidades.
A pesar de las buenas críticas que este modelo recibe entre muchos vecinos y comerciantes, también hay quienes se muestran escépticos ante una iniciativa que, a veces, ha movido paradas que hacía muchos años que estaban establecidas en el mismo lugar. Es el caso de Amalia Sanchís, de la editorial Parnass, que desde su estand reconocía que estaba mejor antes de esta iniciativa.
"Más que una evolución ha sido una cosa que nos hemos encontrado de repente", lamentaba rodeada de libros. En este sentido, resaltaba que es pronto para ver si les han afectado los cambios en las ventas. "Vamos viendo cómo evoluciona, de momento parece que hay bastante público", afirmaba. "Para mí, ojalá volviéramos a aquello de antes", agrega. En su caso, resaltaba que aún es pronto para saber si este modelo se ha consolidado o no.
