El frenazo de los vientos en las latitudes más altas o septentrionales debido al cambio climático puede retrasar la caída de las hojas en estas zonas. Así lo recoge un estudio publicado en 'Proceeding of the National Academy of Science' (PNAS) que alerta de que la falta de viento puede retrasar el envejecimiento y la caída de las hojas en otoño en estas latitudes (de Londres hacia arriba en el caso de Europa). De hecho, el estudio constata que la calma de los vientos provocada por el cambio climático afecta al momento de la caída de las hojas de forma comparable a como lo hacen la temperatura o las precipitaciones. Por ello, apunta que las dinámicas de los vientos deben introducirse en los estudios que miden cómo el cambio climático afecta a los ritmos de la naturaleza.
Josep Peñuelas, investigador del CSIC y del CREAF, es uno de los autores del artículo. Peñuelas explica que el viento seca las hojas y las lleva hacia la senescencia -envejecimiento biológica- y la caída típicas del otoño. Por eso, que haya menos viento puede explicar la ralentización.
Efectos positivos Según el investigador, la calma de los vientos y esta ralentización están favoreciendo la productividad de la vegetación y podrían ser un hecho positivo para mitigar el cambio climático. Cuanto más crece la vegetación, más CO2 retira ésta de la atmósfera para producir troncos, ramas y hojas. Este hecho se debe a que, por un lado, cuanto más tiempo tienen hojas las plantas más tiempo hacen la fotosíntesis. Por otro, el trabajo demuestra que la disminución de los vientos reduce la evapotranspiración, lo que se traduce en menos pérdidas de agua del suelo y, en consecuencia, en condiciones de crecimiento más favorables a finales de otoño. Además, con menos viento hay menos enfriamiento de las superficies de las hojas y se podrían, por tanto, reducir los daños por heladas. Sin embargo, el estudio ha dado lugar a un algoritmo útil para los modelos que predicen la evolución del ciclo de carbono que dibuja un escenario totalmente contrario hacia el 2100, donde la caída de las hojas podría adelantarse de nuevo y esto agravaría el cambio climático. El estudio ha analizado 183.448 observaciones fenológicas en 2.405 emplazamientos, medidas a largo plazo de vapor de agua, de dióxido de carbono y 34 años de datos de satélite que miden el verdor del paisaje. Además, se han comparado las diferencias interanuales que se han vivido en estos lugares en el momento de caída de las hojas (la fenología del otoño).