En una investigación liderada por el Dr. Ben Lehner, jefe de grupo en la Unidad EMBL-CRG de Biología de Sistemas del Centro de Regulación Genómica y por la Dra. Tanya Vavouri en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol, los investigadores observaron que el impacto en los cambios ambientales se podía transmitir en los genes de hasta 14 generaciones. Los científicos estudiaban unos gusanos llamados C. elegans a los que, mediante técnicas de ingeniería genética, introdujeron un chip transgénico que es una larga cadena de copias repetidas de un gen que codifica para una proteína fluorescente.
Cuando los gusanos estaban a 20ºC, el chip transgénico era menos activo, emitiendo solo una pequeña cantidad de proteína fluorescente. Pero al cambiar los animales a un clima más cálido (25ºC), la actividad del chip trasngénico se incrementaba de forma significativa, haciendo que los animales emitieran una brillante fluorescencia cuando se les observaba con luz ultravioleta al microscopio.
Al devolver los gusanos a su temperatura ambiental habitual y más fría, sus transgenes continuaban muy activos, lo que sugiere que de alguna manera estaban reteniendo la "memoria" a su previa exposición al calor. Curiosamente, los niveles altos de actividad se transmitieron a su descendencia y hasta siete generaciones más tarde. Esto, teniendo en cuenta que todos estos descendientes solo habían estado a 20ºC y nunca fueron expuestos a calor, incluso cuando los animales de origen solo habían estado expuestos a altas temperaturas por un período breve de tiempo. El número de generaciones afectadas se incrementa considerablemente al exponer los gusanos de las cinco primeras generaciones a 25ºC.
Después, el efecto fluorescente se mantenía durante, al menos, catorce generaciones. A pesar de que este fenómeno ya se había observado en otras especies de animales – por ejemplo en la mosca del vinagre, gusanos y mamíferos, incluidos los humanos – tendía a disiparse al cabo de pocas generaciones. Estos nuevos resultados, que se publican mañana viernes 21 de abril en la revista Science, son la muestra más duradera de la preservación de un cambio ambiental en la memoria a lo largo de generaciones jamás observada hasta ahora. "Descubrimos este fenómeno por casualidad, pero demuestra que es ciertamente posible transmitir información sobre el ambiente a lo largo de las generaciones," explica Lehner. "Aún no sabemos bien por qué pasa pero podría ser una forma biológica de planificación anticipada," añade el primer autor del estudio, Adam Klosin. "Los gusanos son efímeros, con una vida corta, así que quizás el hecho de transmitir la memoria de las condiciones vividas en generaciones previas puede ayudar a sus descendientes a predecir qué ambiente probablemente encontrarán en el futuro," concluye Vavouri.
Comparando los transgenes que eran menos activos con aquellos que habían sido activados por las temperaturas altas, Lehner y su equipo descubrieron diferencias cruciales en un tipo de "marcador" molecular unido a las proteínas que se encargan de empaquetar los genes. Este "marcador" o "etiqueta" molecular se conoce científicamente como metilación de la histona*. Los transgenes de aquellos animales que siempre se habían mantenido a 20ºC tenían altos niveles de metilación de la histona, lo que se asocia a genes silenciados. En cambio, los gusanos que se habían expuesto a 25ºC habían perdido estos marcadores de metilación a la histona.
Lo más importante es que, estos últimos, aún mantenían niveles bajos de metilación a la histona cuando se volvían a 20ºC, lo que sugiere que este mecanismo puede tener un papel importante en el bloqueo de la memoria en los transgenes.** Los investigadores también descubrieron que algunos fragmentos repetitivos del genoma normal de los gusanos, que tienen cierta semejanza a los chips transgénicos, también se comportan de la misma manera. Esto sugiere que este es un mecanismo de memoria generalizado y no está restringido solo a genes diseñados de forma artificial.