La masificación turística y su impacto sobre la sostenibilidad social, económica y medioambiental de los destinos ha sido tema de debate en los últimos años. Pero el paro obligado por el paso de la COVID-19 y las restricciones derivadas de la pandemia han acentuado aún más esta reflexión. Antonio Russo, investigador del Departamento de Geografía de la URV fue el invitado a la tercera sesión del ciclo "Desconfinados. Una mirada al mundo que vendrá". El experto habló sobre los nuevos modelos turísticos que se abren paso tras la crisis sanitaria, y sobre las perspectivas del sector, que afectarán a diferentes ámbitos como el turismo de sol y playa, los cruceros, el turismo low cost, la regulación de pisos turísticos o el cambio climático. Y también habló de la necesidad de buscar políticas para mantener un equilibrio sostenible entre el turismo y la calidad de vida de la población residente. Este es precisamente el objetivo del proyecto europeo SMARTDEST, que coordina y lidera Russo.
En su opinión, las restricciones de movilidad derivadas de la pandemia han sido una oportunidad para volver a poner en el centro de debate "la necesidad de transitar hacia un modelo turístico más sostenible y respetuoso con el espacio urbano y con la vida de los vecinos, para que puedan volver a considerar el turismo como un agente beneficioso para la sociedad y no perjudicial". Este equilibrio, según el experto, se consigue "cuando los trabajadores del sector turístico pueden permitirse vivir en su ciudad, cuando los residentes pueden dormir por las noches, podemos comprar los productos que necesitan para su vida cotidiana, cuando pueden utilizar el transporte público porque no está congestionado por turistas o cuando los vecinos no se marchan del barrio y pueden mantener su red de apoyo. Cuando todo esto deja de pasar, el turismo se convierte en insostenible".
Crisis económica y climática
Russo vaticinó una crisis "muy dura que aún está por llegar, pero que no será tan dramática como la crisis climática que nos espera". Para mitigar sus efectos, el experto apuesta por realizar cambios importantes, y uno de los primeros es revisar los sistemas de movilidad a gran escala, de los que el turismo forma una parte importante. "Estamos pagando por viajar mucho menos de lo que deberíamos pagar si queremos proteger el medio ambiente", dijo en relación al turismo low cost, que si bien ha considerado como "una gran fuerza de democratización de la sociedad que ha permitido que jóvenes o personas con pocos recursos hayan podido viajar y conocer otras culturas", también admite que la economía asociada al low cost –baja calidad y alta cantidad- es lo que perjudica a este modelo de turismo. "Cuando los destinos se llenan de mucha gente hay una tendencia natural a reorientarse a la baja calidad", y apuesta por aplicar las regulaciones necesarias para evitar este fenómeno.
En este sentido, apostó por "resolver este problema planteando sistemas de movilidad muy diferentes a los que tenemos hasta ahora. Y es posible que para resolver la crisis climática tengamos que viajar mucho menos y más cerca de casa, utilizando medios de movilidad menos contaminantes", teniendo en cuenta también el bienestar de los residentes que deben compartir espacio, consumo y experiencias de vida en los destinos turísticos con los visitantes.
De hecho, recordó que "los turistas cada vez más intentan mimetizar a los residentes para no ser vistos como turistas, y quieren hacer lo mismo que la gente local. A la vez, hay una ciudadanía urbana que continuamente está redescubriendo su ciudad", y en este sentido se mostró partidario de "vender la idea a los turistas y también a los residentes que antes de ir al Caribe de vacaciones deberías conocer mucho mejor tu comarca o comunidad autónoma, parajes naturales y pequeños pueblos de tu región que normalmente no visitarías. Y esto se promueve variando el discurso de la comunicación turística
También hizo hincapié en la tendencia hacia el turismo de interior: "Después del hecho traumático del confinamiento se hace más atractiva la oferta de ecoturismo, turismo rural o de proximidad, que está generando más interés pero esto no será la solución a la crisis económica, porque no pueden absorber tanta demanda", ha dicho.
El problema de la dependencia
"Si algo bueno nos ha dado la COVID-19 ha sido que ha puesto de manifiesto la extrema vulnerabilidad de las economías que dependen estrictamente del turismo, un sector que remunera muy mal a sus trabajadores y que está muy expuesto a crisis sistémicas como la que estamos pasando", ha afirmado Russo. En su opinión, esto pasa por la desestacionalización, pero también por promover otros sectores económicos que generen sinergias con el turismo como la industria cultural, la rehabilitación del patrimonio, la economía social o la economía verde. "Son sectores que se pueden expandir, que dan valor añadido al turismo y que nos llevan hacia un modelo más sostenible", y recordó algunas acciones que se llevaron a cabo en este sentido antes de la crisis económica de 2008, como potenciar el turismo rural o el enoturismo en el Priorat, la Terra Alta o la Conca de Barberà. "Y entonces, para recuperar la economía, en vez de seguir diversificando hemos vuelto a centrarnos en lo que ya sabemos hacer, que es el turismo de sol y playa, perdiendo de vista la ruta marcada años atrás de diversificar, buscar la sostenibilidad e involucrar a las comarcas del interior en el modelo turístico de la Costa Dorada.".
Freno a la expansión de los cruceros
Según Russo, la actividad turística de cruceros es una de las que sufrirá los recortes más drásticos en términos de número de personas que pueden ir a bordo del crucero. De hecho, la mayoría de las grandes compañías internacionales están paradas este verano. Por este motivo el experto duda de la idoneidad de plantear una expansión de la capacidad de los puertos en esta coyuntura. "Está comprobado que el turismo de crucero es un elemento disruptor de la ciudad en términos económicos, medioambientales y sociales, como ha ocurrido en el caso de Barcelona. Si bien es cierto que hay una economía de puertos importante en las ciudades, el gasto que aportan los cruceristas es muy limitado, porque todo se paga en el barco", afirma. Y apunta que en este sector turístico se está empezando a ver de forma generalizada ·que no sale a cuenta si se tiene en cuenta los sectores productivos, pero también la ciudadanía como sector social que debe mantener la ciudad".
Regulación de los pisos turísticos
Para Russo, los nuevos modelos turísticos deben pasar por una legislación que regule y prohíba el crecimiento de los pisos turísticos. "De cara al futuro habrá que plantear muy seriamente a nivel estatal que una vivienda es para vivir y no para generar una actividad económica, porque de ello se derivan problemas como la masificación turística y el aumento de los precios de compra-venta de los pisos para la población local y que en Barcelona se ha traducido en un incremento del 15%", explica.