La pandemia se ha ensañado con las familias más vulnerables y, sobre todo, con las monoparentales que están encabezadas por una mujer. La FEDAIA lo pone en evidencia en su último informe, que evalúa el impacto de la pandemia entre los niños y los adolescentes, y concluye que las consecuencias emocionales son "severas". Por eso, reclama a la administración más coordinación y más recursos.
El estudio, elaborado por el Grupo de Investigación GRISIJ de la Universidad de Barcelona, para la FEDAIA y la Diputación de Barcelona, se realizó durante los meses en que hubo más restricciones. Ahora, un año después del primer confinamiento, los expertos apuntan que hacen falta una serie de mejoras en la atención a la infancia y la adolescencia para revertir las consecuencias psicológicas y socioeconómicas que la crisis sanitaria ha tenido. Y apuntan que los servicios de atención han tenido que "redoblar esfuerzos" para atender a unas familias con graves problemas económicos y de organización.
Rutinas rotas y violencia intrafamiliar silenciada Por un lado, la FEDAIA detalla con cifras qué grado de apoyo necesitaban las familias en el ámbito emocional durante la pandemia y demuestra que, en una escala de cero a siete, necesitaban ayuda del 6,29. Así, en los entornos con más vulnerabilidad, los servicios han detectado un aumento de las afectaciones en la salud mental de las familias, sobre todo de las familias monoparentales encabezadas por madres. Según el estudio, más de la mitad (un 55%) de los hogares más afectados por el impacto de la Covid-19 están conformadas por madres solas con hijos e hijas. También las familias numerosas han sufrido más el impacto, en un 39%.
Otra conclusión a la que han llegado los servicios que atienden a estas familias es que la estabilidad mental de las personas progenitoras afecta directamente a la salud mental de los niños y niñas a su cargo. Y en este sentido alertan también de que puede que haya habido casos de violencia intrafamiliar, sobre todo de género, y que la situación de aislamiento las habría silenciado. Los equipos que velan por la salud de la infancia alertan de que la pérdida del contacto presencial entre estos niños y los tutores institucionales, la escuela o los centros de salud los ha situado en una situación de más riesgo.
Las necesidades básicas, en peligro Asimismo, la FEDAIA también detecta que las necesidades básicas y tecnológicas han estado en peligro durante la pandemia. Las principales preocupaciones de las familias son la falta de ingresos y la precariedad laboral, y la falta de recursos para la alimentación y los servicios básicos y la incapacidad de dotar a sus hijos e hijas de los recursos tecnológicos para seguir su escolarización. En todos los casos, el grado de atención ha superado el 5,4 en una escala de cero a siete.
Este último punto pone en evidencia, según el informe, un agravamiento de la segregación escolar y una brecha entre las familias con más recursos y las que tienen menos. "Esto ha recortado considerablemente la igualdad de oportunidades", apunta la FEDAIA en el informe, que alerta de que la educación a distancia "precisa del acompañamiento de tutores en la infancia, circunstancias que no son compatibles en todos los entornos familiares". Los servicios también han detectado que algunos adolescentes han sufrido un proceso de aislamiento social a raíz del confinamiento estricto y que, en algunos casos, han desarrollado adicciones a las pantallas y rechazo a la socialización fuera del hogar.
La demanda de un debate profundo en el sector "Uno de los principales problemas que han encontrado los equipos a la hora de prestar la atención a las familias de los niños han sido los recursos telemáticos con los que se tenían que comunicar", avisa la federación en el informe. En el 84% de los casos, por falta de recursos de las mismas familias, de equipos o conectividad; y en el 78%, por carencias en la alfabetización digital de las figuras parentales.
Otro de los problemas que señalan las entidades de la infancia y la adolescencia es la falta de coordinación con la administración, tanto con respecto a los servicios educativos como a los sanitarios con respecto a los protocolos de la Covid-19 y con respecto a la salud mental. En este sentido, los equipos de trabajo han notado una bajada de la coordinación cuando la atención pasó a ser a distancia.
Por todo ello, el sector reclama un debate entre todos los actores implicados en la atención a la infancia y la adolescencia de familias en situación de vulnerabilidad, mejorar los sistemas de detección de riesgo y violencia en situaciones de confinamiento, articular nuevas formas de coordinación entre todos los servicios para optimizar los recursos y cuidar de las personas profesionales que se ocupan de estos servicios.
