Que una alimentación saludable influye (para bien) en la salud física es una evidencia médica demostrada que ya nadie discute. Pero ¿qué ocurre con la salud mental? ¿Contribuye la dieta a una mejor actividad cerebral y, por extensión, al estado mental de las personas? La respuesta es afirmativa. Las dietas ricas en alimentos procesados, azúcares y grasas se asocian a desequilibrios emocionales e incluso a cuadros depresivos. Mientras tanto, el consumo de frutas, verduras y pescado ayuda al equilibrio emocional.
A pesar de la enorme cantidad de investigaciones relacionadas con la alimentación, no es fácil explicar qué conexión existe entre la comida y el estado de ánimo. ¿Pueden las enfermedades mentales mejorar o empeorar en función de los alimentos que componen nuestra dieta? Parece que así es, tal como demuestra uno de los últimos estudios que van en esta línea.
Es el que ha realizado un grupo de investigadores de las universidades neoyorquinas de Binghamton y Stony Brook, publicado recientemente en la revista Nutrients. Después de seguir durante cinco años a más de 2.600 participantes de cuatro continentes, el documento revela que una alimentación sana, como sucede con la dieta mediterránea, puede reducir el riesgo de depresión.
Sin embargo, no existe una dieta saludable que funcione por igual para todos los grupos de edad. De hecho, sus autores sostienen que deben diferenciarse los diferentes grados de madurez cerebral derivados de la edad a la hora de valorar el papel de la alimentación. Así, la investigación muestra que la práctica habitual de ejercicio y el desayuno diario son positivos para el bienestar mental de las mujeres jóvenes.
En cambio, el desayuno implica una mayor tasa de angustia mental para las mujeres de más edad. Además, el consumo moderado de lácteos y de carne favorece la salud mental en los hombres jóvenes. Por el contrario, la comida rápida y la cafeína tienen efectos negativos.