Barcelona impulsa un plan estratégico para consolidarse como una ciudad que cuida y ama el patrimonio. El Gobierno municipal tiene a punto un conjunto de actuaciones para actualizar la concepción tradicional del patrimonio arquitectónico, urbano y ambiental y añadirle una mirada que tenga en cuenta valores ligados a la vida cotidiana, la identidad de los barrios y los vecinos y vecinas y la lucha contra el cambio climático. La hoja de ruta se refleja en una Medida de gobierno titulada 'Barcelona, Ciudad Patrimonio' que se presentará en el Plenario del Consejo Municipal del 29 de abril.
Barcelona tiene una larga historia de protección del patrimonio. Fue la primera ciudad del Estado en tener un catálogo patrimonial, en 1962, y desde entonces se han ido promoviendo campañas, ordenanzas como la de Paisaje Urbano, planes de protección patrimonial y catálogos de Distrito para velar por la conservación y la preservación de lo que hace reconocible el espacio público. Un trabajo que ha elevado la ciudad como referente internacional en el que la calidad del patrimonio es un elemento central.
En los últimos años, sin embargo, el término clásico de patrimonio referido a los grandes edificios singulares y monumentales ha evolucionado, tanto a nivel local como global. Hoy en día, la manera como proteger el carácter singular de la ciudad debe ir mucho más allá y también debe incluir el patrimonio popular, obrero, urbano e histórico, porque es lo que crea un vínculo sentimental con la vida cotidiana y es esencial para mantener una identidad integradora en los barrios y en la ciudad. Por eso, debe ser cuidado y mantenido en el tiempo de la misma manera que los edificios monumentales.
En la ciudad, los casos como las casitas de la calle de la Encarnación, en Gràcia, el antiguo Hotel Buenos Aires de Sarrià-Sant Gervasi y múltiples iniciativas vecinales para proteger jardines y entornos singulares ponen de manifiesto la necesidad de actualizar la política patrimonial de la ciudad. Además, en un momento de emergencia climática, poder preservar la ciudad construida y evitar derribos para potenciar la rehabilitación es una de las estrategias claves para reducir emisiones y, a la vez, para fomentar la creación de una economía verde centrada en mejorar la habitabilidad y la eficiencia energética de las edificaciones.
Por todo ello, la Medida de gobierno recoge una serie de iniciativas para poner al día todos los instrumentos disponibles y crear nuevos con el objetivo de marcar un antes y un después en la protección del patrimonio. En definitiva, para preservar y respetar el pasado y todo lo que define la identidad de nuestros barrios, porque hacerlo garantiza tener una ciudad preparada para el futuro.
Las acciones se dividen en cuatro ámbitos: nuevas herramientas normativas, nuevas herramientas de conocimiento y rehabilitación, nuevos vínculos con la ciudadanía e impulso de cambios legislativos.
Nuevas herramientas normativas
En el ámbito normativo es donde existe una de las actuaciones más importantes. Se trata de la modificación de la Ordenanza reguladora de los procedimientos de intervención municipal en las obras (ORPIMO), que tiene por objetivo mejorar el control sobre los derribos.
La Comisión de Gobierno iniciará próximamente la modificación de la ordenanza para que, a partir de que se apruebe, la tramitación de los derribos pase de comunicado diferido a licencia y sea necesario aportar información sobre el posible valor patrimonial del edificio que se propone derribar. Esto permitirá conocer con más detalle el patrimonio de la ciudad y valorar si es necesario mejorar su protección. Por lo tanto, si hasta ahora se podían derribar con relativa facilidad las fincas y edificaciones que no estaban incluidas en el Catálogo patrimonial, ahora se considerará que toda la ciudad construida puede tener un valor y, por lo tanto, será necesario analizarlo históricamente y patrimonial.
Otro de los puntos clave es la ampliación del Catálogo de Patrimonio de Barcelona. Desde su creación, en 1979, a los 860 edificios iniciales se han ido añadiendo elementos de manera puntual; y desde 2006 se han incorporado 2.182 nuevos. Ahora, se intensificará esta tarea para transformar un documento cerrado y hermético en uno abierto a continuas nuevas incorporaciones y en revisión permanente para ampliar el número de elementos catalogados, con la realización de los estudios históricos pertinentes. Será un catálogo vivo, flexible y abierto a los nuevos retos urbanos que permita actuar con antelación, de forma proactiva, y evitar que se pierdan elementos valiosos por el hecho de no estar protegidos.