Nos desplazamos hasta el Parador Nacional de Turismo del Castillo de la Suda para hablar con Jesús Hernández, quien ha sido hasta ahora el director, ya que a finales de este mes se jubilará. Hablaremos con él de esta nueva etapa, de su paso por Paradores y, en concreto, de todo lo que se aveveza de Tortosa, la ciudad que la ha acogido durante 12 años.
Se acerca la fecha en que usted se jubila y dejará de estar al frente del Parador de Tortosa. ¿Cómo se vive este momento?
A finales de octubre cumpliré 66 años y ya ha llegado el momento, después de 48 años con la empresa de Paradores, donde empecé a trabajar un 7 de julio, día del San Fermín, en Olite. El momento se vive de una forma muy contrapuesta porque si bien es cierto que te viene de gusto jubilarte para disponer ya de tu tiempo y dedicarte a la familia, pero por el otro lado después de tanto tiempo te queda la duda de cómo ocupar el tiempo vacío sin el trabajo.
¿Qué nos destacaría de las diferentes ciudades donde ha estado trabajando?
Olite era una fortaleza en el centro del pueblo y era muy bonito, también en Tenerife era un lugar singular en la falda del volcán o el de Palma de Mallorca, que estaba frente al mar. También recuerdo lo de Bielsa donde viví en directo una avalancha de nieve.
También pasé por Benavent, Calahorra, Alcalá de Henares y Mazagón, donde me nombraron director. De allí ya llegué hacia Chinchón, en un espacio prácticamente religioso porque el parador estaba dentro del mismo edificio donde se encuentra la parroquia del municipio. Otro lugar muy peculiar fue el castillo de Hondarribia, donde las casas del municipio estaban de colores muy vivos que servían para que los pescadores pudieran orientarse desde el mar. Y, finalmente, voy a llegar a Tortosa que, para mí, es el lugar que tiene más riqueza patrimonial.
¿Qué le sorprendió más de nuestra ciudad?
Cuando hablaba con la gente de aquí había unas contradicciones evidentes porque las personas mayores eran cuanto más cerrados y desconfiados y los jóvenes, más abiertos. Una tarde, un señor que había sido concejal en el Ayuntamiento de Tortosa, Josep Borrell, me dijo que me daría cuenta de que Tortosa era una ciudad que vivía del comercio fluvial y estaban acostumbrados a convivir con gente que no volverían a ver nunca más y a ser comerciantes y desconfiados. Un talante que ha quedado arraigado en la ciudad pasados los siglos. En la primera reunión que tuve con las empresas del sector turístico de la zona también me llamó la atención que la gente tenía una falta del concepto común a la vez de vender el destino turístico y cada uno sólo miraba por su propio negocio. Y otro hecho muy curioso de la ciudad, a nivel turístico, es que aquí en fin de semana, están cerrados todos los restaurantes y desde el parador los tenemos que enviar a L’Ametlla de Mar o a La Ràpita. Estas son las pequeñas diferencias que te hacen dar cuenta cuando una ciudad está orientada al turismo y vive del turismo o no. Al final entendí que todas las cosas se acaban haciendo por alguna razón u otra y eso me lo enseñó un compañero mío, director del paradero de Carmona, que me dijo “no quieras ser nunca más listo que el pueblo”.
¿Es una experiencia positiva en general?
Sí, siempre digo que he trabajado casi en todas las comunidades autónomas de España y que para mí este trabajo ha sido un máster para la vida.
¿Qué elemento patrimonial de Tortosa ha sido su preferido, aparte del castillo, claro?
Me quedaría con casi todo lo que tiene la ciudad. Hay lugares preciosos como la Catedral, el refugio antiaéreo o los Reales Colegios. Ahora bien, me parece grave que la gente de Tortosa no valore lo suficiente lo que tiene, quizá porque lo conocen desde pequeños y lo ven normal. Pero no es normal tener un Obispado, una Catedral como esta o, incluso, llegó a tener una sede del Banco Central. Y también me gustaría destacar su ubicación porque es un lugar estratégico a 200km de Barcelona, a 180km de Valencia y a 250km de Zaragoza. Esto nos ha permitido que muchas empresas hagan aquí en el Parador las reuniones de trabajo como un punto intermedio porque no les molesta nadie y, además, pueden quedarse a comer. Y estratégico también para estar cerca de la montaña, con el Parque Natural de los Ports de Tortosa-Beseit y del mar, con la reserva del Parque Natural del Delta del Ebro.
¿Qué es lo que más y lo que menos han valorado los clientes del Parador?
Lo que más han valorado siempre es el trato del personal, que siempre intentamos que sea excelente. La gente también valora muy positivamente poder hacer salidas y visitar lugares de interés. Lo más negativo que nos han referido los clientes ha sido la falta de conservación del barrio del Castillo y del casco antiguo, donde hay casas en peligro de derrumbe. A menudo, los turistas buscan el acceso más rápido que es el de los Reales Colegios y debemos desaconsejarles pasar por esa zona, sobre todo, entrada la noche. Ellos están acostumbrados a encontrar en la zona del casco antiguo de las poblaciones los bares de tapas y tiendas de recuerdos y se sorprenden de que aquí no sea así.
Pues, precisamente en esta línea de preservación del patrimonio, ahora tenemos un alcalde que fue presidente de los Amigos de los Castillos y quiere invertir en patrimonio. ¿Cómo lo valora?
Sí, parece un poco más positivo porque está muy comprometido con ello y nos explicó también la presentación de la candidatura de Tortosa como patrimonio de la UNESCO y vale la pena intentarlo. Si todo el casco antiguo estuviera iluminado y bien señalizado tendría un valor importantísimo.
Hace unas semanas comenzaron las obras del circuito verde de las murallas. ¿Cómo habéis recibido esta noticia?
Muy bien porque el cicloturismo es otro de los sectores que va al alza y nos piden rutas que puedan hacer como, por ejemplo, la Vía Verde o ahora la parte nueva que se está haciendo hacia Amposta. Cada vez tenemos más clientes y, de hecho, hemos decidido habilitar una zona para aparcamiento de bicicletas en el espacio del aparcamiento cubierto.
Por otro lado, pronto comenzarán las obras que deben permitir recuperar las galerías subterráneas, los pozos y los altos hornos del Castillo de la Suda, ¿no?
Sí, estas son unas obras que han sido financiadas por los fondos europeos del Next Generation y comenzarán este mes de noviembre, unas semanas más tarde que las obras del Circuito Verde. Esto mejorará mucho la recuperación de las Avanzadas de San Juan, por un lado, y en nuestro caso, se recuperará un patrimonio excepcional que es bastante desconocido para la ciudadanía. Con la recuperación se podrá subir al castillo desde abajo de todo de la rampa hasta el pozo de la Suda, pero bajo tierra. Esto es así porque, de hecho, conozco gente mayor de Tortosa que me han explicado que cuando eran niños venían a jugar a las galerías y que, para no perderse, dejaban piedras de colores por todo el recorrido. El arquitecto encargado del proyecto es un experto de la materia porque sólo se ha dedicado a la recuperación de patrimonio amurallado, cuevas y estructuras de piedra en toda Europa. Y cuando vino a visitarlo nos dijo que eso era único y no lo había encontrado en ningún sitio. Ahora se quieren evitar los desprendimientos de arena y asegurarlas e iluminarlas.
¿Y qué pasará con la colonia de murciélagos que hay dentro de los pozos?
Sí, allí hay una especie de murciélagos muy especial y única en Cataluña. Nos lo explicaron unos chicos de Granollers que nos dijeron que sólo se encuentran documentados de la misma especie en Tailandia. Y, actualmente, la colonia se encuentra en torno a 230 ejemplares. En invierno marchan y no vuelven hasta la primavera, por lo tanto, se decidirá hacer las obras durante este periodo en el que ellos no están.
¿Qué consejo dejarías a la persona que coja tu relevo?
Lo importante es integrarte al lugar donde estás y conocer a la gente, el entorno… saber qué puedes ofrecerle a tu cliente y hacerlo de forma que sume porque los enfrentamientos solo restan y dividen. Nos es igual desde donde vengan, pero lo que queremos es que vengan y que sumen.
