La acusada de asesinar a una familiar en El Pont de Vilomara i Rocafort (Bages) en 2020 ha explicado este miércoles en el juicio con jurado popular en la Audiencia de Barcelona que “no recuerda nada” y ha negado “la intención de matar a nadie”.
Según el fiscal, la mujer apuñaló a la víctima con un cuchillo, asestándole 45 puñaladas en diferentes partes del cuerpo, que provocaron su defunción. En la misma sesión han declarado los hijos de la difunta, el primero de los cuales ha afirmado que vio el apuñalamiento al salir de la puerta de su habitación. Ambos han asegurado que los hechos les han cambiado la vida, provocándoles alteraciones psicológicas. El hijo ha añadido que en varias ocasiones la situación le ha llevado a pensamientos suicidas.
La fiscalía sostiene que la acusada llegó a España en enero de 2020 y que se trasladó a vivir a Martorell para trabajar de cuidadora de una persona mayor. Con la pandemia, se trasladó a la casa de una prima lejana, que residía en una finca en El Pont de Vilomara i Rocafort. Según ha asegurado durante su declaración, la situación derivada de la covid le provocó mucha ansiedad, dolores, nervios y miedo. Un hecho que derivó en sufrir sentimientos como la “desesperación” o bien “dormir poco y mal”, aunque desde la atención primaria le habían recetado medicación.
La mañana del dos de julio del mismo año, alrededor de las ocho y media – según el relato del fiscal – atacó con un cuchillo a la mujer que la había acogido, asestándole prácticamente una cincuentena de puñaladas en el cuello, en la cara y en los hombros, unas heridas que provocaron su muerte, ya que se seccionaron las arterias, así como los pulmones. Si bien, la tesis inicial señala que la forma en que se mató a la víctima “le ocasionó un gran dolor”, también añade que en la época de los hechos, la acusada “presentaba un trastorno psicótico, que alteró de manera grave sus capacidades cognitivas y volitivas”.
La acusada ha relatado que el día de los hechos estaban “pintando una ventana”, pasaron un día “muy tranquilo” y se fueron a la cama, ella primero, después de cenar. Lo siguiente que recuerda es despertarse en un hospital donde todo el mundo le decía que había “apuñalado” a su familiar. “No recuerdo nada y no entiendo qué pudo pasar. Tampoco recuerdo coger ningún cuchillo, y sé que en la habitación no había ninguno”, ha subrayado. En este sentido, ha añadido que “nunca habría hecho daño a su prima” después de haberla “ayudado” y ha querido insistir en el hecho de que no es “ninguna asesina”.
“Vine a España porque quería un futuro mejor, pagar la universidad a mis hijas, trabajar y sacar a mi madre, salir adelante”, ha dicho durante el juicio, “ahora me arrepiento de haber venido y pido perdón, aunque sé que no servirá de nada ni devolverá la vida a nadie”. Finalmente, la acusada ha apuntado que estuvo ingresada en un centro de psiquiatría y que de allí fue trasladada a la prisión de Wad-Ras el noviembre pasado. “Estoy en tratamiento, tengo menos ataques de ansiedad, pero los problemas para dormir se mantienen”, ha concluido.

Malestar de los hijos
Los siguientes en declarar han sido los dos hijos de la víctima, que en el momento de los hechos estaban viviendo en la misma casa que la madre y la acusada. Ella tenía 29 años, mientras que él tenía 15. El hijo ha admitido que “no se sentía cómodo” con la acusada en casa y que no compartían “casi nada”. Sí que recuerda que ella acudía al médico acompañada de su madre, pero nunca se interesó por los motivos.
Aquella noche se fue a dormir de madrugada y al cabo de tres horas le despertaron “los gritos de auxilio” de su madre. “Abrí la puerta que daba directo a la habitación donde estaba pasando y la vi sobre mi madre apuñalándola”, ha relatado, “ella se estaba intentando defender, me acerqué y le dije que parara, pero no me hizo caso”. Posteriormente, salió fuera de casa y llamó a su hermana, así como al servicio de emergencias.
“Ella percibió mi presencia, pero no sabría interpretar su mirada”, ha concretado. En cuanto a la hermana, también ella sospechaba y en más de una ocasión le había transmitido a la víctima que no era “adecuado” acoger a alguien en época de covid, pero según ha explicado la madre “insistió” porque siempre “ayudaba a los que lo necesitaban”.
Después de recibir un vídeo donde salía la presunta asesina hablando en sueños en términos de queja le dijo “que no quería que durmiera allí”. “Ayudar está bien, pero con límites, sin tenernos que poner en riesgo, pero mi madre seguía insistiendo en que no quería dejarla sola, no quería cargar con el peso de dejarla sola”, ha afirmado. La mañana de los hechos la hija estaba trabajando cuando recibió las llamadas. Inmediatamente, volvió a casa sin creer “que realmente estuviera muerta”.
A partir del suceso la vida de los dos hijos dio un giro. En el caso del hijo acabó dejando los estudios y actualmente presenta problemas psicológicos. A preguntas de las diferentes partes ha relatado que estaba muy unido a su madre y que en ciertas ocasiones ha sentido “impotencia y culpa”. “No tengo muchas esperanzas en mi futuro, en varias ocasiones he pensado en el suicidio”, ha admitido. También ha lamentado que ahora se encuentra en un entorno cerrado y que le cuesta convivir y confiar en otras personas. Por otro lado, no se está medicando ni tampoco acude a terapia.
En el caso de la hija tardó 7 meses en volver a trabajar después del suceso, y no pudo hacerlo en el mismo lugar de forma inmediata. “Me ha perjudicado la salud, inseguridad con la gente, no tengo la regla natural desde hace tres años y estoy yendo a la psicóloga”, ha señalado, “tengo miedo de que salga de la prisión, me crea inseguridad a la hora de hacer mi vida normal y de no poder proteger a mi hermano”, ha insistido.
“Mi madre era mi amiga y un ejemplo de buena persona, intentaba ayudar al resto por encima de sus intereses. Era nuestro apoyo económico, emocional, moral, y la que nos dio la oportunidad de venir al país. Nos han vaciado de todo lo bonito que ella nos había dado”, ha concluido.
Otros testimonios
Durante la misma sesión han declarado también una de las vecinas de la víctima, que llamó al teléfono de emergencias 112; la pareja de la víctima, que ha confirmado el gran malestar del hijo después de los hechos y, finalmente, el que era en aquel momento el compañero de la acusada, que relató que la pandemia hizo empeorar su estado mental y que visitaba al médico por las diferentes afecciones que presentaba.
Mañana continuará el juicio con los testimonios policiales. El fiscal pide una pena inicial de 19 años y 11 meses de prisión para la acusada de un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, que se podría cambiar por un ingreso en un centro psiquiátrico cerrado, durante el mismo periodo de tiempo. Por otro lado, solicita más de 200.000 euros en concepto de responsabilidad civil por el daño moral causado a la familia.