Las empresas públicas como las privadas en su gran mayoría acostumbran a regatear el salario que les corresponde a sus trabajadores. Ellos prefieren poner bancos de madera en medio del bosque que después acabarán pudriéndose por falta de mantenimiento y que nadie usará que invertir ese dinero en personal. Evidentemente, los políticos viven de los titulares y de las veces que aparezcan apuntando cosas buenas en los medios de comunicación. La adquisición de unos bancos pueden aportar más segundos de gloria que aumentar el salario a los trabajadores un 1%. Ellos se creen listos y siempre han optado por la primera opción.
El paso del tiempo ha provocado una falta de confianza de los políticos hacia la masa de los trabajadores, siempre está el grupito fiel de la libreta y el bolígrafo que les acompañan a todas partes. Últimamente ha añadido el teléfono móvil para que nunca pueda faltar la comunicación entre los políticos y estos satélites que giran a su alrededor. Entonces está el resto de trabajadores que son las hormiguitas que hacen el trabajo porque al resto entre reunión, charlas, curso, concurso, encuentro no les sobra mucho tiempo para hacer realidad las cosas importantes para la ciudadanía anónima.
A menudo surgen casos especiales cuando el político obvia totalmente a sus trabajadores. Entonces encarga a alguna empresa toda la burocracia necesaria para pedir una subvención, realizar un estudio sobre alguna nimiedad del municipio pero que se vende como algo de alto nivel.
En estos casos se coge a alguna empresa amiga y se vierte una cantidad de dinero considerable por lo que al final resulta todo junto. Seguramente el fruto del estudio estará encuadernado y con todo lujo de detalles, pero una parte importante de su contenido posiblemente será totalmente prescindible para los objetivos solicitados. Después tenemos las páginas compartidas con estudios realizados por otros municipios. Así ir haciendo hasta llegar a que la base de ese trabajo sale mucho más caro que encargarlo a los propios trabajadores.
Este dinero invertido de otra manera permitiría la contratación de una persona o dos durante un año para hacer este trabajo y aún sobrarían fondos para destinar a otros temas en beneficio de todos juntos y no de una empresa amiga.
Lo más divertido de todo junto y nos indica el punto de demagogia existente es cuando el político de turno aparece ante el pleno agradeciendo el trabajo realizado por sus trabajadores públicos para conseguir esa subvención. Esta actitud realmente me preocupa y es una muestra de la situación lamentable a la que hemos llegado.
Lo mínimo que se puede hacer en estos casos agradecer a la empresa la tarea realizada e informar a la ciudadanía del coste real de este servicio. Tampoco iría mal exponer los motivos por los que se ha elegido una empresa y no otra. Parece que viste un poco mejor.
Estamos hablando de hacer veguería, de hacer comarca de hacer territorio, pero debemos empezar en nuestra casa por nuestras instituciones y servicios públicos. Poco a poco como un castillo iremos haciendo piña y construyendo un territorio mejor para todos juntos, pero es una tarea que nos incluye a todos.
Esta es una manera de incentivar a los trabajadores y ahorrar mucho dinero. Unas cantidades que pueden servir para compensar a aquellos que han tenido un papel importante en la elaboración de esta documentación necesaria para alguna finalidad económica al fin y al cabo.
Al final de todo junto, muchas veces quienes hacen el trabajo sucio de todos estos procesos son los mismos trabajadores que deben encargarse de suministrar información y datos a la empresa para construir sus grandes proyectos. La crisis ha ayudado un poco a poner a cada uno en su lugar y a limitar un poco este tipo de praxis que desgraciadamente aún se llevan a cabo demasiado a menudo en nuestra casa.
Miquel Casellas