La nueva tendencia de algunos ayuntamientos es dotar a la administración de altos cargos que gestionen la empresa según las líneas políticas del equipo de gobierno.
Estas son las nuevas aportaciones para una nueva administración que muchas veces se puede traducir con la figura del gerente y del coordinador. Unos perfiles que pueden alcanzar en una localidad mediana unos mínimos de 60.000 euros brutos anuales para situarse en el punto de encuentro entre los políticos y los funcionarios.
En una administración donde cada día hay más servicios externalizados, la aparición de estas figuras solo sirve para generar burocracia en la parte alta de la administración. Lo que hacen falta son personas que hagan el trabajo del día a día que con los salarios de estos personajes se pueden satisfacer un par o tres muy bien pagados según el mercado.
Las nuevas tendencias no van en este camino, sino todo lo contrario, tomar las diferentes parcelas de poder e ir dividiendo y organizando más espacios para que un expediente desde que entra por la puerta hasta que llegue arriba del todo tenga que pasar por más puertas y obstáculos. Una manera de repartir más las responsabilidades. Si antes había una persona que tenía que decidir una cosa, pues ahora serán tres o cuatro y así se pueden también repartir las consecuencias de todo.
Evidentemente, estas figuras deberían ser para personas venidas de fuera o algún profesional con ánimo de escalador interno que siempre puedes encontrar en cualquier colectivo. Estos profesionales vendrían a aumentar en general la masa salarial, por su coste, pero muy posiblemente el ciudadano no lo vería traducido en la respuesta de la administración porque esta sería más pesada y con más etapas. El problema es que parece ser que la gente, a pesar de querer tener responsabilidades que justifiquen su salario, en el fondo esta parte negativa de la nómina intenta compartirla con otra persona.
Aún parece que vivimos en una época de "titulitis" de todo tipo, pero para hacer frente a las realidades muchas veces es más útil la experiencia que algunos másteres o postgrados que puedes encontrar en el mercado a buen precio y muchas convalidaciones. Un mundo este que, como se ha visto con la Universidad Juan Carlos I en Madrid, también se espabila para sacar rendimiento comercial a su oferta. No olvidemos que una universidad también tiene una parte importante de negocio como lo puede ser un quiosco de churros en la vía pública.
Si un organigrama ideal hasta ahora puede parecerse a una pirámide, las nuevas tendencias de algunos iluminados trabajan para que la parte de arriba no acabe como la Torre Eiffel de París, sino que sea mucho más consistente y ancha. En el fondo, todo esto en perjuicio de la gente que mueve la maquinaria cada día y que se encarga de que el motor funcione día a día con las mínimas instrucciones. Evidentemente, cada día la administración se complica, pero crear estos mandos no es la solución, sino todo lo contrario, la respuesta está más lejos y cuesta más de encontrar.
Otro de los objetivos que, aunque no se quiere reconocer, pero después de la aplicación de la realidad de todo esto es convertir, políticos, cargos de confianza y gente de partido en este tipo de funcionarios cuando su opción política ha sido descartada por la mayoría de la gente.
Antes de que se queden en casa sin ninguna nómina, algunos de una forma u otra acaban ocupando estos cargos entre políticos y funcionarios. Muchos de ellos siempre se han sabido mover en estos ambientes, algunos jugadores de baloncesto profesional y otros pues ya controlan este talante que caracteriza a la clase política que puede acabar con el golpecito en la espalda.
Esta es una mala praxis política que, junto con las externalizaciones, cada día hacen más débil el papel de la administración al servicio de una burocracia ineficaz y de unas empresas que solo piensan en su beneficio propio, muy lejos del interés común.
Miquel Casellas
