Después de la presión social del centro de Barcelona, los protagonistas de esta historia fueron a un lugar seguro donde nunca pasa nada y que goza de muchas ventajas que principalmente no salen en las guías turísticas oficiales, pero que todo el mundo las conoce. Ellos en estos momentos en que había que actuar rápido porque las semanas iban pasando y ya quedaba muy poco para el gran día apostaron por el lugar más idóneo de nuestras comarcas, El Vendrell.
Josep y Maria seguramente habían llegado por la R-4 al Vendrell después de estar parados una media horita en algún tramo del largo trayecto por la zona de Vilafranca sin explicación alguna por parte de la empresa. Habían llegado a El Vendrell y buscaban posada donde nacer el Jesusito. Evidentemente nuestra villa sólo tiene los hoteles en su vertiente marítima. Aquí en el casco antiguo en estos tiempos es casi imposible encontrar un lugar donde alojarse que no sea utilizando algunas aplicaciones modernas de la red.
Evidentemente nuestros viajeros puntuales sólo habían pagado una zona de las cercanías de Barcelona porque su economía no daba para más. A pesar de este hecho sancionable llegaron a la Rambla del Vendrell sin ningún tipo de impedimento legal. Una vez llegados a la capital del xató se les acercó sigilosamente un chico de inmobiliarias alternativas y les ofreció una habitación en un piso céntrico que tenía ocupado a 200 euros al mes. Todo incluido: agua, luz, conexión a internet y la parabólica por si tenía ganas de ver alguna cadena lejana. Se instalaron en el nuevo hogar con un alquiler verbal realizado mientras se sentaban en un banco de la Rambla. Al poco, viendo que la madre tenía contracciones llamaron a un taxi alternativo que llevó a la familia al hospital vendrellense. Después de una larga espera la partera fue atendida en un quirófano donde se produjo el momento más esperado. Después de este nacimiento en el que todo había ido según mandato divino se tuvo que velar al bebé en un box de urgencias durante unos pocos días porque el equipamiento estaba saturado.
Apenas vieron que el nuevo vecino gozaba de buena salud les dieron el alta médica y volvieron a este piso que era propiedad de un banco y que un vecino del cinturón de Barcelona supo convertir en una interesante fuente de ingresos alquilando espacios en su interior.
Evidentemente una luz de Navidad colgada en su ventana y comprada en una tienda que abren 24 horas al día y 365 días al año les hacía perfectamente el papel de ángel de la guarda. No había que preocuparse por el consumo que era parte de la obra social de la empresa suministradora.
El alumbrado municipal había pasado de largo de esta calle porque ese año pocos fueron los vecinos de la villa que disfrutaban de una guirnalda navideña. Los compañeros del señor de las llaves de la vivienda iban a visitar al recién nacido y le traían regalos que iluminaban su carita de niño inocente. No faltaron productos adquiridos en los nuevos establecimientos de la localidad, como gafas para los padres, elementos decorativos variados fabricados muy lejos de aquí y también unas pizzas para cuando viniera el hambre.
En esta estampa navideña el buey y la vaca se sustituyeron por dos perros callejeros que un día fueron recogidos después de ser abandonados en una plaza cercana.
Evidentemente no faltaron los Reyes Magos venidos de Cambrils que no quisieron faltar a la cita, pero como marca la costumbre catalana. El rey negro que venía embetunado desde su casa a última hora tuvo que ceder su lugar de honor a un rey negro natural. El hombre no entendía nada y pensaba que en El Vendrell este dominio del betún estaba garantizado durante años, pero todo el mundo sabe que al optimismo local no se le resisten ni las tradiciones mejor guardadas. El Baltasar original que venía todo contento no le dejaron pasar un control de la policía local en una rotonda de Coma-ruga. Tuvieron que recurrir a un chico recién llegado que hacía poco que era vecino de la villa aunque no estuviera empadronado. Según las informaciones del momento en el atestado constaba claramente que este municipio nunca había tenido reyes negros y que por tanto éste era un usurpador de identidad y para evitar males mayores se le debía detener.
Todo siguió normal hasta que nuestra familia tuvo que tocar el dos porque el niño debía empadronarse cerca de Barcelona de donde provenían los padres, pero al volver en tren no les sirvió ni la T-10 de una zona con la que habían venido. Gracias a la bonhomía de las numerosas personas que siempre frecuentan la Rambla del Vendrell pudieron conseguir un dinero para volver a la gran ciudad y seguir su vida y milagros tal como marca el Evangelio versión moderna.
Miquel Casellas