Uno de los actuales objetivos de muchas entidades públicas es la de tecnificar a sus trabajadores. Esta tarea ya hace años que se lleva a cabo con más o menos fortuna. Hace 20 años el modelo ideal de muchos ayuntamientos era contratar un porcentaje muy alto de auxiliares administrativos a bajo coste, unos pocos administrativos que controlaran la situación y los técnicos mínimos para sacar el municipio adelante. La gracia de muchos políticos era encomendar la mayoría de trabajos técnicos a profesionales, despachos y empresas externas para reducir al mínimo las tareas del consistorio. Por un lado, se conseguía que la partida de personal fuera la mínima y por otro lado, se mantenían unos vínculos políticos interesados.Según como iba la cuerda o el acatamiento a los designios políticos municipales entonces se buscaba otra propuesta que tuviera mejor sintonía con los mandamases de cada momento. La máquina funcionaba a la perfección. Evidentemente el coste de este sistema de funcionamiento resultaba mucho más caro que contratar profesionales propios en el consistorio. Pero como ahora y antes los gastos los paga el pueblo soberano y cada cuatro años hay elecciones y nunca sabes qué resultados darán, la mejor estrategia ahora y siempre es quien día pasa y año empuja.
Llegó un punto de crispación general cuando la deuda municipal subía y subía y ya no se daban licencias de construcciones ni se hacían pisos. Entonces, se vieron obligados a cambiar de táctica porque este método ancestral ya no daba el rendimiento de antes. Se tuvieron que ir incorporando poco a poco técnicos y personas con formación para llevar a cabo algunas tareas que hasta entonces estaban a medio camino entre el político que hacía de técnico y la empresa externa que se adaptaba a la voluntad política sin cuestionar mucho la medida políticano sea que el pastel se fuera a la competencia. En un mundo donde la mayoría de secretarios e interventores eran y son accidentales, algunos se combinaban según los colores del partido que llevaba el mando de la casa grande. Muchas veces cuando hay cambios de partido en el pleno se producían cambios de tareas en el mismo consistorio o funcionaba la solidaridad nacional y se producían intercambios con otras administraciones públicas más o menos lejanas según el nuevo mapa político resultante. Al final de la partida, como en el juego de las sillas la mayoría encontraban su lugar ideal en una silla u otras de la administración. También encontramos la Generalitat y las Diputaciones que también se añadían a este juego de intercambios. No hace falta hablar de los consejos comarcales donde algunos de estos políticos tienen su plaza, pero navegando en este mundo de la política a través de lascomisiones de servicios en otros lugares hasta retornar a su lugar después de una más o menos trillada trayectoria política, cerca de casa y en un despacho tranquilito con buenas vistas.
La gracia para que una administración pública funcione es que la parte laboral del consistorio tenga un secretario y un interventor o un secretario/interventor de carrera. Un profesional que haya pasado sus pruebas presumiblemente objetivas y que estas le garantice su objetividad y profesionalidad en el cargo que ocupa. No quiero decir que los accidentales no hagan esta tarea, pero como pasa en el mundo de la agricultura, hay de todo en la viña del señor. Algunos quizás son más legalistas que los de habilitación nacional, pero hay otros que se les puede ver de lejos por dónde van y cómo han llegado hasta el lugar que ocupan. Si tenemos este pilar básico del personal al servicio de la administración podemos organizar el resto de cargos con responsabilidades de una administración pública con unos concursos oposiciones abiertos a todo el mundo con unos mínimos garantizados a través de este profesional contrastados por unas pruebas muy duras a nivel nacional. A partir de aquí ir confeccionando toda la estructura hasta el último elemento, pero evidentemente toda esta voluntad depende de los políticos de cada castillo que son, a faltade secretarios e interventores de carrera en demasiados ayuntamientos, los responsables de este funcionamiento nada actualizado fundamentado en unos principios que pocas veces son en beneficio de todos sino sólo en la de unos pocos escogidos.
Miquel Casellas
